Vistas de página en total

viernes, 1 de febrero de 2013

Capitulo 41.

¡Buenas Noches! Perdon por subir tarde u.u llegue super cansada del colegio. Y llegue, comi, y me dormi. Aqui les dejo otro capitulo de la adaptacion, espero que les guste(: ¡Hasta mañana!
¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal


— ¡Oh, cielos! —La señora Kulavich le dedicó una ancha sonrisa.

— ¡Eso es maravilloso! ¿Cuándo es la boda?

—Dentro de unas tres semanas, cuando vuelvan mis padres de sus vacaciones. —Tomó una decisión temeraria—: Y están invitados todos los vecinos de esta calle. —De modo que la pequeña boda resultaría ser un poquito más grande, ¿y qué?

—Tendrá que dar una fiesta con ese motivo —dijo la señora Holland—. ¿Dónde hay un bolígrafo y un cuaderno? Tengo que hacer planes.

—Pero no necesito... —empezó Lali, sin embargo al ver las expresiones de sus caras se detuvo a mitad de la frase. Ya tarde se dio cuenta de que, en efecto, necesitaba una fiesta que la ayudara a reponer lo que había quedado destrozado.

Le tembló la barbilla, pero se apresuró a ponerla firme de nuevo cuando entró en la cocina uno de los patrulleros trayendo dos latas de comida para gatos.

—El detective Lanzani les envía esto —dijo.

Agradecida por la distracción, Lali miró a su alrededor buscando a Bubú. No se lo veía por ninguna parte. Fastidiado por verse abandonado en un entorno desconocido, seguramente estaría escondido por ahí. Lali conocía sus escondites favoritos en su casa, pero no tenía ni idea de dónde podría haberse metido en la de Peter.

Como cebo, abrió una de las latas de comida y a continuación se paseó despacio por la casa llamándolo por su nombre en voz baja, con la lata abierta en la mano. Por fin lo encontró detrás del sofá, pero incluso con la comida como cebo tardó quince minutos en convencerlo para que saliera de su escondite. El animal salió despacio y empezó a comer con melindres mientras ella lo acariciaba y se reconfortaba con su cuerpo cálido y sinuoso.

Pensó que tendría que llevar a Bubú a casa de Ana. No podía arriesgarse a tenerlo consigo en aquel momento.

Se le inundaron los ojos de lágrimas, y agachó la cabeza para ocultarlas al tiempo que se concentraba en el gato. Durante su ausencia, el maníaco había desahogado su rabia con sus posesiones. Aunque se sentía profundamente agradecida de encontrarse en la cama de Peter en vez de la suya, no podía arriesgar de nuevo a Bubú y el coche de su padre...

El coche. Dios santo, el coche.

Se puso en pie de un salto, lo cual sobresaltó de tal modo a Bubú que corrió a esconderse de nuevo detrás del sofá.

—Enseguida vuelvo —gritó a la señora Kulavich y a la señora Holland, y salió corriendo de la casa.

— ¡Peter! —chilló—. ¡El coche! ¿Has examinado el coche?

Su patio y el de Peter estaban atestados de vecinos. Como el Viper estaba plantado justo en el camino de entrada, varias caras sorprendidas se volvieron hacia ella. No había pensado en el Viper, pero por mucho cariño que le tuviera, el automóvil de su padre tenía por lo menos cinco veces más valor y era totalmente irreemplazable.

Peter salió a la veranda de la cocina, lanzó una mirada al garaje y bajó de un salto. Corrieron juntos hacia las puertas.

Aún estaba echado el candado.

—Ese tipo no habrá entrado, ¿verdad? —preguntó Lali en un susurro de desesperación.

—Es posible que no lo haya intentado siquiera, dado que tenías el coche en el camino de entrada. 

Seguramente pensó que el garaje estaba vacío. ¿Hay alguna otra entrada?

—No, a no ser que se haga un agujero en la pared.

—Entonces no le habrá pasado nada al coche. —Rodeó a Lali con un brazo y regresó con ella en dirección a la casa—. No querrás abrir la puerta con toda esa gente mirando, ¿no?

Ella sacudió la cabeza en un gesto empalico.

—Tendré que trasladar el coche a otra parte —dijo, planificando para el futuro—. Tendrá que quedárselo Patricio, y Ana tendrá que cuidar de Bubú. Mis padres lo entenderán, dadas las circunstancias.

—Podemos guardar el coche en mi garaje, si quieres.

Lali meditó unos segundos. Al menos así lo tendría a mano, y quienquiera que estuviera haciendo aquello no sabía que existía siquiera, de modo que estaría a salvo.

—De acuerdo. Lo trasladaremos cuando se haya ido todo el mundo.

No miró el Viper al pasar por su lado, pero se detuvo y observó fijamente las luces azules de los coches policía y preguntó a Peter:

— ¿Está bien mi coche? No puedo mirar.

—Todo parece normal. No veo arañazos ni nada raro, y está todo entero.

Lali lanzó un suspiro de alivio y casi se dejó caer contra Peter. Él la abrazó y acto seguido la envió de vuelta a la cocina, al cuidado de Sadie y Eleanor.

Ya estaba anocheciendo cuando por fin le permitieron entrar en su casa. Se quedó sorprendida al ver toda la atención que habían prestado a algo que esencialmente constituía vandalismo, pero supuso que Peter era el responsable de ello. Por supuesto, él no creía que fuera simplemente vandalismo.

Ni ella tampoco.

No podía. Al recorrer la casa observando los destrozos, inmediatamente se dio cuenta de lo personal que era todo. El televisor estaba intacto, cosa rara teniendo en cuenta que se trataba de un objeto caro, pero todos sus vestidos y su ropa interior estaban hechos trizas. Sin embargo, el asaltante no había tocado sus pantalones ni sus vaqueros.

En el dormitorio, las sábanas, almohadas y colchones estaban reducidos a despojos, los frascos de perfume rotos. En la cocina, todo lo que era de vidrio estaba destrozado, todos los platos, cuencos, vasos, tazas, hasta las pesadas bandejas de vidrio que nunca había utilizado. Y en el cuarto de baño, las toallas aparecieron intactas, pero los utensilios de maquillaje habían sido destrozados. Había tubos aplastados, polvos esparcidos, y todas las sombras y coloretes parecían haber sido pisoteados y hechos añicos.

—Ha destruido todo lo que es femenino —susurró, mirando a su alrededor. La cama era más bien genérica, pero la ropa de cama era femenina, de tonos pastel y con los dobladillos festoneados de encaje.

—Odia a las mujeres —convino Peter, que se acercó hasta donde estaba ella. Traía el semblante serio—. Un psiquiatra tendría mucho trabajo que hacer aquí.

Lali suspiró, exhausta debido a la falta de sueño y a la ingente tarea que tenía por delante. Miró a Peter; él no había dormido más que ella, lo cual no sumaba más de un par de breves cabezadas.

— ¿Vas a ir hoy a trabajar?

Peter la miró sorprendido.

—Naturalmente. Tengo que hablar con el detective que lleva el caso de Eugenia y meterle un poco de prisa.

—Yo ni quisiera voy a intentarlo. Necesitaré una semana para limpiar todo esto.

—No, nada de eso. Llama a una empresa de limpieza. —Le puso un dedo bajo la barbilla y le levantó la cara para observar las ojeras de cansancio que le rodeaban los ojos—. Después échate a dormir, en mi cama, y deja que la señora Kulavich se encargue de supervisar la limpieza. La encantará.

—Si es así, es que necesita urgentemente una sesión de terapia —comentó Lali, contemplando una vez más el destrozo de lo que había sido su hogar. Dejó escapar un bostezo—. También necesito ir de compras para reponer la ropa y el maquillaje.

Peter sonrió.

—Las cosas de la cocina pueden esperar, ¿no?

—Oye, ya sé lo que es importante. —Se apoyó contra él y le rodeó la cintura con los brazos disfrutando de la libertad de poder hacerlo, y disfrutando también del modo en que los brazos de él se enroscaron automáticamente en torno a ella.

De pronto se puso rígida. No podía creer que no hubiera pensado ni una sola vez en Candela ni en Rochi. Debía de estar fallándole el cerebro, aquélla era la única explicación.

— ¡Me he olvidado de Cande y de Rochi! Dios mío, debería haberlas llamado inmediatamente para advertirlas de...

—Ya lo he hecho yo —dijo Peter volviendo a tomarla entre sus brazos—. Las llamé anoche, por mi teléfono móvil. Están bien, sólo un poco preocupadas por ti.

Lali bostezó y se relajó contra él una vez más, dejando caer la cabeza sobre su pecho. Le retumbaron en el oído los latidos de su corazón. Estaba agotada, pero no podía evitar que sus pensamientos revolotearan igual que aves de rapiña en torno a una presa reciente. Si no era capaz de desconectar, jamás podría dormir.

— ¿Qué opinas del sexo medicinal? —preguntó a Peter.

Los ojos de él se iluminaron de interés.

— ¿Implica eso tener que tragar algo?

Lali rió.

—Todavía no. Tal vez esta noche. Lo que implica en este momento es relajarme lo bastante para poder dormir. ¿Te interesa?

Por toda respuesta, Peter le cogió una mano y la apoyó en la bragueta de sus vaqueros. Tenía un bulto grueso y largo debajo de la cremallera. Lali ronroneó de placer recorriéndolo arriba y abajo con los dedos, notando los diminutos movimientos espasmódicos del cuerpo de Peter que él era incapaz de controlar.

—Dios, qué fácil eres —le dijo.

—El hecho de pensar en tragar siempre me la pone dura.

Regresaron de la mano a la casa de él, donde se encargó de relajar a Lali.

-.-

—Los técnicos de pruebas no han encontrado ninguna huella útil —dijo Peter a Roger Bernsen un par de horas más tarde—. Pero sí han encontrado una huella parcial de una pisada. Parece una zapatilla de correr. Estoy intentando dar con el fabricante de la marca que corresponde al dibujo de la suela.

El detective Bernsen dijo lo que Peter ya sabía:

—El asaltante entró con la intención de matarla, y en lugar de eso lo destrozó todo al descubrir que no estaba en casa. ¿Tienes datos fehacientes respecto de la hora?

—Fue entre las ocho y las doce de la noche, aproximadamente. —La señora Holland cronometraba al minuto la calle, y dijo que no había visto ningún coche ni persona desconocidos antes de que llegase a casa el propio Peter. Después de anochecer, todo el mundo estaba recogido.

—Menos mal que no estaba en casa.

—Sí. —Peter no quería pensar en la otra alternativa.

—Tenemos que ponernos a examinar esos archivos de personal de Hammerstead.

—Mi próxima visita será al director de la empresa. No quiero que nadie más sepa que estamos investigando los archivos. Él puede sacarlos sin que nadie le cuestione nada. A lo mejor puede enviarlos a nuestros ordenadores para que no tengamos que arriesgarnos yendo allí.

Roger soltó un gruñido.

—A propósito, el forense ha terminado ya con el cadáver de la señorita Suarez. Me he puesto en contacto con su hermana.

—Gracias. Necesitamos que alguien grabe el funeral en vídeo.

— ¿Tú crees que el asesino asistirá?

—Apuesto a que sí —contestó Peter.

6 comentarios: