¡Les mando besos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal
Capitulo 11.
Cuatro.
Ese es el número de personas que me vieron escondida en la
esquina de mi propio apartamento en tan solo una falda y un sujetador.
Once.
Ese es el número de picaduras de hormigas que tengo en mis
pies descalzos.
Veintisiete.
Es el número de veces que estuve tentada a hacerme daño físico
porque soy una IDIOTA.
Una.
Ese es el número de veces que trate de no llorar, pero
fracase.
Peter se quedo en mi apartamento por unos diez minutos después
de me fui. Todo el tiempo mi mente era como la de un niño de cinco años que
acababa de tomar una bañera llena de bebidas energéticas. ¿Qué hacia el allí?
¿Solo se vestía reeeaaalmente lento? ¿Miraba mis cosas? ¿Destrozaba mi casa
porque había salido corriendo y lo deje ahí como la más grande idiota de este
lado de Kanye West en los Video Music Awards’ del 2009?
Cuando por fin salió, lo vi cerrar mi puerta, y luego hacer
una pausa. Miro al número metálico del apartamento clavado en el revestimiento,
y solo se quedo mirándolo por un rato. Luego sacudió su cabeza y se dirigió a
hacia su apartamento.
Espere hasta que ya no pude verlo, y luego espere otros
cinco minutos más para estar segura (seis picaduras de hormiga más, un transeúnte
mas y cuatro visiones de hacerme daño después).
Tan pronto como entre, me acurruque en mi cama. La misma
cama en la que casi había tenido sexo. La misma cama en donde había querido tener sexo…más o menos. La misma
cama que había ocupado un increíblemente
sexy y desnudo chico británico. Tal vez acababa de saltar por el precipicio a
la Ciudad Locura, pero juraría que el edredón todavía se sentía cálido donde su
cuerpo había estado. Al igual que una completa psicópata, apoye mi cara en la
almohada y olfatee como las chicas en los libros y en las películas siempre hacían
para ver si todavía podía captar su esencia.
No pude. Y me sentí súper espeluznante.
Tampoco podía dormir en esta cama sin volverme loca.
Movi mi almohada al sofá, donde me senté aturdida
probablemente en shock. Por lo menos, pude asegurarme de que esto fue solo una humillación
privada. Nadie más tenía que saber lo patética que era. Y después de exponer mi
limite esquizofrénico antes, estaba bastante segura de que e iba a evitar tan ávidamente
como yo había planeado evitarlo a él. Podríamos vivir en el mismo complejo de
apartamentos, pero, si por mi fuera, nunca tendríamos que vernos otra vez.
***
La mañana llego demasiado pronto, y me encontraba rígida, de
dormir en mi sofá de mierda, durante toda la noche. Además, mi cabeza latía
como si realmente me hubiera golpeado en la cara como había estado tentada
anoche.
Estúpido tequila.
Me moví lentamente, arrastrándome a entrar y salir de la
ducha a un ritmo mucho más lento de lo normal.
Todavía tenía el pelo mojado
cuando alguien llamo a mi puerta. Eugenia prácticamente se cayó sobre mi cuando
abrí la puerta, porque había estado tratando de echar un vistazo por la
mirilla.
Silenciosamente, sonrió y murmuro: -¿Todavía está aquí?
Suspire y dije: -No, Euge, se ha ido. –Me aleje de ella, sosteniendo
mi cabeza para tratar de detener las vueltas que ocurrían ahí, también. Deje la
puerta abierta y camine lejos, sabiendo que ella había entrado, incluso si no
di una invitación.
-Alguien es un campista malhumorado esta mañana. ¿Qué es?
¿Fue horrible? ¿El era como…minúsculo?
-¡No era minúsculo! –No es que tuviera mucho con que
compararlo, pero estaba bastante segura de que ese no era el caso.
-Oh, ¿Así que solo fue malo?
Solo debí haberle dicho que no había ido hasta el final,
pero la cabeza me latía y mi estomago se sentía revuelto, y no quería ser forzada a salir de nuevo
esta noche para intentar el número dos.
Así que mentí.
-El estuvo bien. Solo tengo resaca.
-¿Bien? ¿BIEN? Vamos, ¡Ese chico era esplendido! Por favor, ¡Al
menos pretende que te gusto!
-¡Si me gusto eso! –Si por “eso” hablábamos de la única gran sesión de besos de mi vida-. El me
gusto.
Esas palabras salieron de mi boca antes de que pensara realmente
en las consecuencias.
-¡Oh no! –Exclamo Eugenia- ¡No, no lo hagas! Sé que fue tu
primero y todo, pero eso no significa que tengas que saltar a insta-amor. Esto
fue puramente físico, eso es todo. Si tratas de hacer algo estúpido como
casarte con este chico, personalmente te arrastrare pataleando y gritando lejos
del altar.
-¡No! Tienes razón, por supuesto. –Me encogí de hombros como
si no fuera la gran cosa, pero mi garganta se encontraba seca y podía sentir la
piel de mi cuello y de mis mejillas poniéndose roja. Esperaba que solo asumiera
que me avergoncé, porque normalmente podía distinguir mis mentiras como nadie más-.
Juro que no es la gran cosa. No estoy enamorada de él. No voy a casarme. De hecho, apenas me acuerdo de él.
–Y por apenas recuerdo me refiero a la mayor parte que no paso. Los demás sentimientos…esos
quedaron impresos en mi cerebro. Ni siquiera el poderoso tequila podía llevarse
esos recuerdos de mí. Solo deseo que se llevara los recuerdos de como termino.
-Bueno, eso apesta. Pero todo está bien, ¿Verdad?
-Sí. –Me obligue a sonreír-. Todo está bien.
Eugenia me abrazo, y sentía como uno de esos momentos en los
que se suponía que debíamos unirnos, conectarnos o pensar sobre la misma cosa,
pero desde que todo de mi parte era una mentira, le devolví el abrazo y trate
de fingir que me reconfortaba sobre mi torpeza.
-De acuerdo, ahora pon tu trasero en marcha. Si no consigo café
antes de clase, me voy a morir. Mi horario de sueño sigue apagado desde las
vacaciones de Navidad y me siento como un maldito zombi. –Zombi para Eugenia
significaba que se encontraba en un 6 en la escala de alegría en lugar de un 10.
Siempre pensé que yo era una persona extrovertida hasta que
me convertí en estudiante de la especialidad de Teatro. Entonces, me di cuenta
de que no me gustaba el silencio. Cuando había un montón de gente alrededor
dispuesta a ser entretenida, me di cuenta de que prefería por mucho solo observar.
El Starbucks en el campus se hallaba lleno de una horda de
otros estudiantes zombis con falta de sueño. En el momento en que conseguí mi
macchiato de caramelo, ya me encontraba más o menos despierta y definitivamente
íbamos a llegar tarde para la primera clase del último semestre de nuestro último
año de universidad.
Lo reservamos para el edificio de Bellas Artes, espectacular
mas allá de los grandes inconformistas del arte, fumando fuera de las puertas.
Tratamos por el pasillo hasta estar bastante seguras de que las puertas de la
pequeña caja negra del teatro en donde teníamos clases de actuación ya habían sido
cerradas.
-Shipoopi –dijo Eugenia.
Entonces…porque somos estudiantes de teatro…irrumpimos en la
canción de The Music Man. Debido a
que a veces la vida necesita un poco de música. (Pero lo hicimos en silencio y
avanzando rápido, porque todavía llegábamos
tarde a la clase).
No había manera de entrar a este teatro sin hacer una ridícula
cantidad de ruido. Las puertas crujían y se golpeaban sin importar lo que
hicieras. Empujamos las puertas e inmediatamente escuche a Eric Barnes, jefe
del departamento, decir: -¡Tarde!
Automáticamente dijimos: -¡Lo siento, Eric!
Cuidando de que no derramáramos nuestros cafés, nos abríamos
paso entre las cortinas que rodeaban las orillas de la habitación, y tome el
asiento vacío más cercano a las tarimas.
Puse abajo mi café y fui a organizar mis cosas, hurgando en
mi bolso por un lápiz y mi carpeta.
-Como decía –continuo Eric-, Ben Jackson iba a estar
enseñando este curso. –Ben prácticamente era nuestro profesor favorito, pero le
habían ofrecido un papel en este nuevo espectáculo asesino fuera de Broadway y estaría
tomándose el semestre libre-. Pero como todos ustedes saben, estará en Nueva
York durante unos meses. Para remplazarlo por el momento, contamos con uno de
nuestros más talentosos ex alumnos: el señor Lanzani.
Finalmente encontré un aburrido lápiz en el fondo de mi
bolso. Tendría que serlo. Eugenia escogió ese minuto para tomar mi codo y darme
un tirón hacia ella. La mire y luego al frente de la clase, hacia donde ella
miraba. Entonces, el lápiz que tanto trabajo me había costado encontrar cayo de
mi mano y rodo lejos, perdido en el abismo bajo las tarimas.
El nuevo profesor me miraba, a pesar de que todo el mundo aplaudía,
y probablemente el debería estar saludando o por lo menos sonriendo. Nuestros
ojos se encontraron y, de repente, me sentía muy contenta de que ya hubiera
puesto en el suelo mi café.
Porque el nuevo profesor había estado desnudo en mi cama
hace solo ocho horas.
Peter era mi maestro.
Continuara...
nooooo quieroo masss
ResponderEliminarmasssssssssssssss
ResponderEliminarmuyy buenaaaaa
ResponderEliminarsi fuera lali diriaa TRAGAME TIERRAAAAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarnoooooooooooooooooo... es para desaparecer
ResponderEliminarquiero masssssssssssssssss
besos @ari_stafe
por fin puedo leerlo esrube muy ocupada con los exámenes yo que lali me muero en ese mismo instante bss noe
ResponderEliminarJajaja.
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