Sofi :3 : Linda perdon no habia visto tu comentario del capitulo 40 u.u ¡Me alegro que te guste la adaptacion! y ¡Bienvenida! Claro que me puedes decir asi, todos me dicen asi, no tengas problemas, besos♥
Bueno, mañana no creo que pueda subir chicas u.u lo siento, tengo asuntos familiares que tratar): pero el lunes les subo 2 capitulos, lo prometo(:
¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal
Corin no había podido dormir, pero no se sentía cansado. La frustración lo obsesionaba.
¿Dónde estaba la mujer?
Se lo habría dicho, reflexionó. En ocasiones, durante la
mayor parte del tiempo no la apreciaba en absoluto, pero otras veces podía
resultarle agradable. Si ella se hubiera sentido bien, se lo habría comunicado.
No sabía qué pensar de ella. No se vestía como una puta
igual que hacía Eugenia Suarez, pero los hombres la miraban de todos modos,
incluso cuando llevaba pantalones. Y cuando resultaba agradable a él le
gustaba, pero cuando hacía pedazos a la gente con aquella lengua le entraban
ganas de golpearla una y otra vez, y seguir golpeándola sin cesar hasta que la
cabeza se le quedase toda blanda y ya no pudiera hacerle nada nunca más... Pero
¿era ella, o Madre? Frunció el entrecejo tratando de acordarse. A veces las cosas
se volvían muy confusas. Aquellas pastillas debían de estar afectándolo.
A Candela también la miraban los hombres. Candela siempre
era amable con él, pero se maquillaba demasiado y Madre opinaba que siempre
llevaba la falda demasiado corta. Las minifaldas provocaban pensamientos
asquerosos en los hombres, decía Madre. Ninguna mujer decente usaba minifalda.
A lo mejor Candela simplemente fingía ser dulce. A lo mejor
era malvada en realidad. A lo mejor era ella la que había dicho aquellas cosas,
y se había reído de él, y había hecho que Madre le hiciera daño.
Cerró los ojos y pensó en el daño que le había hecho Madre,
y lo invadió una sensación de placer. Se pasó la mano por delante del cuerpo,
tal como no debía hacerlo, pero le gustaba tanto que a veces lo hacía de todos
modos.
No. Aquello estaba mal. Y cuando Madre le hacía daño, sólo
le estaba mostrando lo malo que era aquello.
No debería disfrutar haciéndolo.
Pero la noche no había sido un total desperdicio. Ahora
tenía una barra de labios nueva. Le quitó la tapa e hizo girar la base para que
asomara aquel objeto vulgar. No era de un rojo vivo como la barra de Eugenia,
sino más bien de un tono rosáceo, y no le gustaba tanto, qué va. Se pintó los
labios, y tras mirar ceñudo su reflejo en el espejo se quitó la pintura
asqueado.
Quizás alguna de las otras tuviera una barra de labios que
le sentase mejor.
-.-
Laurence Strawn, director general de Hammerstead Technology,
era un hombre de risa desbordante y dotado de un talento especial para ver las
cosas en su conjunto. No se le daban bien los detalles, sin embargo no
necesitaba esa cualidad en absoluto.
Aquella mañana había recibido una llamada de un detective de
Warren de apellido Lanzani. El detective Lanzani se había mostrado muy
persuasivo. No, no poseían ninguna orden para registrar los datos del personal
de Hammerstead, y preferían llevar aquel asunto tan discretamente como fuera
posible. Lo que solicitaba era un poco de cooperación para atrapar a un asesino
antes de que éste pudiera matar de nuevo, y tenían la corazonada de que
trabajaba en Hammerstead.
¿Por qué?, había preguntado el señor Strawn, y le contaron
lo de la llamada telefónica al móvil de Rocío Igarzabal, cuyo número no podía
saber que era el de ella a no ser que tuviera acceso a cierta información. Como
estaban bastante seguros de que Eugenia Suarez conocía a su asesino y de que
aquel mismo hombre era el que había llamado al móvil de Rocío, dedujeron que lo
conocían las dos, que de hecho lo conocían las cuatro amigas. Aquello apuntaba
bastante a la posibilidad de que él trabajara en Hammerstead con ellas.
La inmediata reacción del señor Strawn fue decir que no
quería que aquello se filtrase a la prensa. Al fin y al cabo, él era el
director general. Su segunda reacción, más meditada, fue que haría todo lo que estuviera
en su mano para impedir que aquel maníaco matase a más empleados suyos.
— ¿Qué quieren que haga? —les dijo.
—Si es necesario, iremos a Hammerstead a examinar los
archivos, pero preferiríamos no alertar a nadie respecto de qué estamos
buscando. ¿Puede usted acceder a los archivos y enviármelos por correo electrónico?
—Los archivos se encuentran en un sistema aparte que no está
en línea. Los copiaré en un CD para mi registro personal y después se los
enviaré a usted. ¿Cuál es su dirección de correo electrónico? —A diferencia de
muchos directores y presidentes de empresas, Laurence Strawn sabía manejarse
con los ordenadores. Se había visto obligado a dominarlos sólo para entender
qué estaban haciendo los pirados de las dos primeras plantas.
—Rocío Igarzabal trabaja en recursos humanos —añadió
mientras copiaba la dirección electrónica del detective Lanzani, otro talento
que poseía, el de hacer dos cosas al mismo tiempo—. Haré que se ocupe ella. Así
sabremos que no hay filtraciones.
—Buena idea —dijo Peter.
Tras haber cumplido aquella tarea con sorprendente facilidad
(pensó que le gustaba Laurence Strawn), volvió a concentrar su atención en la
huella parcial de zapato que habían tomado los técnicos en el suelo del cuarto
de baño de Lali, donde aquel cabrón había pisado los destrozos de maquillaje y
había dejado una buena huella. Albergaba la esperanza de que dicha huella bastara
para identificar la marca. Dejando aparte a O. J. Simpson, cuando atraparan a
aquel tipo les sería de gran ayuda poder demostrar que tenía el mismo tipo de
zapato que había dejado aquella huella, y del mismo tamaño. Mejor aún sería que
tuviera todavía restos de maquillaje entre el dibujo de la suela.
Pasó la mayor parte de la mañana al teléfono. ¿Quién había
dicho que el trabajo de un detective no era peligroso y emocionante?
La noche anterior había resultado un poco más peligrosa y
emocionante de lo que a él le hubiera gustado, pensó con aire grave. No le
gustaba jugar al « ¿qué habría pasado si... ?», pero en este caso no podía
evitarlo. ¿Qué habría pasado si lo hubieran llamado para que fuera a la
comisaría? ¿Qué habría pasado si Lali no hubiera llegado tarde, si él no
hubiera estado preocupado, si no hubieran discutido? Podrían haberse despedido
con un beso de buenas noches y Lali se habría ido sola a su casa. Teniendo en
cuenta cómo había quedado destruida esta última, Peter se estremeció al pensar
en lo que habría sucedido si ella hubiera estado allí dentro. Eugenia Suarez
era más alta y más grande que Lali y sin embargo no había podido repeler a su
atacante, de modo que las posibilidades de que Lali lo hiciera eran prácticamente
nulas.
Se recostó en su silla y entrelazó los dedos por detrás de
la cabeza, contemplando el techo y pensando.
Había algo que se le escapaba,
pero no conseguía saber qué era. De todos modos, no lo conseguía de momento;
tarde o temprano daría con ello, porque no iba a poder dejar de preocuparse
hasta hallar la respuesta. Su hermana Doro decía que él era un cruce entre un
ave de presa y un terrier: una vez que le hincaba los dientes a algo, ya no lo
soltaba. Por supuesto, Doro no lo decía como cumplido.
El hecho de pensar en su hermana Doro le recordó al resto de
su familia y la noticia que tenía que comunicarles. Garabateó en su cuaderno:
«Contar a mamá lo de Lali». Aquello iba a suponer una gran sorpresa para ellos,
porque lo último que sabían de él era que no salía con nadie de forma habitual.
Sonrió; diablos, y seguía sin salir. Se estaba saltando aquella parte, además
de la etapa del compromiso, e iba a casarse directamente, lo cual era sin duda la
mejor manera de cazar a Lali.
Pero lo de la familia tendría que esperar. En aquel preciso
momento tenía dos prioridades: atrapar a un asesino y mantener a Lali a salvo.
Aquellas dos tareas no le dejaban tiempo para nada más.
Lali se despertó en la cama de Peter un poco después de la
una de la tarde, no muy descansada en realidad, pero con las pilas recargadas
lo suficiente para sentirse dispuesta a hacer frente a la siguiente crisis.
Después de ponerse unos vaqueros y una camiseta, fue a su casa a ver cómo iba
la limpieza. Allí estaba la señora Kulavich, yendo de una habitación a otra
para cerciorarse de que hacían bien el trabajo. Al parecer, las dos mujeres que
estaban limpiando se tomaban con buen ánimo su supervisión.
En efecto, eran eficientes, pensó Lali. El dormitorio y el
cuarto de baño ya estaban limpios; el colchón destrozado y el somier habían
desaparecido, la ropa de cama hecha jirones había sido retirada y metida en
unas bolsas de basura que descansaban junto al porche. Antes de acostarse,
había llamado a su agente de seguros y se había enterado de que su seguro como
dueña de la vivienda, que hasta hacía poco era un seguro de arrendataria,
cubriría parte de los costes de reposición del equipamiento de la casa. Pero el
seguro no cubría la ropa de ella.
—No hace ni una hora que ha estado aquí su agente de seguros
—dijo la señora Kulavich—. Echó un vistazo y sacó algunas fotos, y pensaba ir a
la comisaría a que le dieran una copia del informe. Dijo que no creía que
hubiera ningún problema.
Gracias a Dios. Últimamente no andaba muy bien de dinero, y
su cuenta bancaria estaba más bien marchita.
En aquel momento sonó el teléfono. Era uno de los objetos no
femeninos que no habían quedado destrozados, así que Lali lo cogió. No había
tenido la oportunidad de instalar el identificador de llamadas, y se le cayó el
alma a los pies al pensar en estar contestando sin saber por adelantado quién
llamaba.
Podía tratarse de Peter, no obstante, de modo que apretó el
botón de comunicar y se llevó el auricular a la
oreja.
—Diga.
subi maaaaaaaaas!
ResponderEliminarmas mas mas mas mas! porfaaaaaa!
ResponderEliminarme dejas siempre intigada con lo que va a pasar!
ResponderEliminarMaaaas noveee
ResponderEliminarÉs madre?
ResponderEliminarPeter la ama ya jajjaja
ResponderEliminaraay me quede re dormida recien veo el cap me quede con la intriga bss noe
ResponderEliminarMmMaass
ResponderEliminarMaaas
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