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viernes, 8 de febrero de 2013

Capitulo 47.

¡HOLA! Perdon,perdon y mas perdones por no subir el capitulo ayer u.u es que tuve que hacer unas cositas con mis amigas, ustedes saben como es esto(: asi que subo hoy, como lo debi haber hecho ayer, este capitulo es asi como que wow, no me lo creo. Ya alcanzamos mas de 10,000 visitas ¡Wuuu! Son las mejores encerio, gracias a las chicas que siempre estan aqui acompañandome; a las que nunca firman, pero estan tambien, no seria lo mismo sin ustedes n.n Encerio son increibles♥ pero bueno ya agradecere luego a cada una(:
Mariana: A mi me gustaria ser Argentina, Española, Francesa, Italiana jaja u.u pero estoy orgullosa siendo Mexicana♥ ¡Felicidades Maaaar! Numero 10,000(;
Gabi: ¡Que preciosa! Gracias por preocuparte, nada malo paso, pero gracias(: ¡Me dio mucha risa tu comentario! Duermo demaciado, pero demaciado JAJAJAJA n.n
¡Hasta mañana!
¡Les mando muchos besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal



Lograron llegar a la funeraria a tiempo, pero por los pelos. Peter llevó a Lali a casa de Candela para que recogiera el coche, de modo que si el asesino acudía al funeral no la vería apearse del todoterreno de Peter y así no averiguaría dónde estaba viviendo. Con el Cobra guardado en el garaje de él, tenía que aparcar el todoterreno en el camino de entrada o en el garaje de Lali, lo cual era un fastidio porque ella no tenía la puerta de apertura automática.

Se sentía relajado, y  Lali también estaba de un humor infinitamente más dulce. El sexo medicinal era algo estupendo. Había logrado resistirse a él durante cinco minutos enteros, pero justo cuando Peter empezaba a sudar de verdad, se enroscó a él con una chispa en aquellos ojos cafes y le susurró:

—Me siento un poco tensa. Creo que necesito relajarme.

Estaba impresionante, se dijo Peter observándola desde el otro extremo de la habitación. Llevaba un traje azul oscuro ceñido que le llegaba justo por la rodilla, y unos zapatos de lo más sexy. Lali dejó que él la mirara mientras se ponía lo que ella llamaba su «cara de funeral». Evidentemente, las mujeres contaban con una estrategia de maquillaje para cada ocasión. El perfilador y el rimel eran resistentes al agua, para evitar corrimientos. Nada de base ni colorete, porque iba a abrazar a gente y no quería dejar manchas en la ropa de nadie. Y una barra de labios a prueba de besos de un color que ella denominó un «discreto malva», aunque Peter no tenía ni idea de qué demonios era el malva. El lápiz de labios que llevaba Lali parecía rosado, pero las mujeres no podían decir simplemente «rosa».

Las mujeres eran una especie diferente. Alienígenas. Aquélla era la única explicación.

Agustina vestía de negro y lucía un aspecto muy digno. Su marido se había reunido con ella y estaba de pie a su lado, sosteniéndole la mano. Rochi llevaba un traje verde oscuro, y también iba acompañada de su marido. El señor Martínez era el típico americano de aspecto pulcro, con el cabello castaño cuidadosamente peinado y de facciones regulares. No sostenía la mano de Rochi, y Peter se fijó en que ésta tampoco lo miraba con mucha frecuencia. Allí pasaba algo, pensó.

Candela iba vestida con un vestido rojo entallado que le llegaba a media pierna. Estaba, simplemente, preciosa. Se acercó hasta Lali para reunirse con ella, y Peter se aproximó para oír lo que decían.

—A Eugenia le encantaba el rojo —dijo Lali, sonriendo a Candela y buscando su mano—. Ojalá se me hubiera ocurrido a mí.

A Candela le temblaron los labios.

—He querido despedirla con estilo. Esto no es de mal gusto, ¿verdad?

— ¿Estás de broma? Es maravilloso. Todos los que conocían a Eugenia lo entenderán, y si no conocieron a Eugenia, no cuentan.

Allí estaba Roger Bernsen, tratando de mezclarse con la gente. No se le daba demasiado bien, pero lo intentaba. No se acercó a hablar, pero es que no estaban allí para charlar con la gente. Se movieron de un lado para otro estudiando a la multitud, escuchando conversaciones.

Habían acudido varios hombres rubios, pero Peter examinó detenidamente a cada uno de ellos y le pareció que ninguno prestaba una atención especial a Lali ni a las otras. La mayoría de ellos iban en compañía de sus esposas. Sabía que el asesino podía estar casado y llevar una vida normal en apariencia, pero a no ser que fuera un asesino en serie frío como una piedra, revelaría alguna clase de emoción cuando se enfrentase a su obra y a sus otras futuras presas.

Peter no creía que estuvieran tratando con un asesino así; las agresiones habían sido demasiado personales y demasiado emocionales, como las de una persona sin control.

Continuó observando a lo largo de todo el servicio religioso, el cual fue breve, gracias a Dios. El calor era ya sofocante, aunque Agustina había contratado el servicio lo más temprano posible para evitar la peor parte del día.

Captó la mirada de Bernsen, y éste movió lentamente la cabeza en un gesto negativo. Tampoco había descubierto nada. Todo estaba siendo filmado y más tarde visionarían la grabación para ver si había algo que hubieran pasado por alto, pero Peter no creía que hubiera nada. Maldición, estaba seguro de que el asesino acudiría al funeral.

Agustina estaba llorando un poco, pero mayormente se mantenía controlada. Peter vio que Lali se secaba los ojos con el borde de un pañuelo de papel doblado: más estrategia femenina para preservar el maquillaje. No creía que sus hermanas conocieran todos aquellos trucos.

En aquel momento se aproximó a Agustina una mujer guapa y delgada, y le estaba dando el pésame cuando de pronto se vino abajo y cayó en los brazos de la sorprendida Agustina, sollozando.

—No acabo de creérmelo —lloró—. La oficina ya no es la misma sin ella.

Rochi y Candela se acercaron más a Lali, las dos con la mirada fija en la mujer y con un gesto de « ¿qué es lo que pasa?» en la cara. También se acercó Peter. La gente estaba reunida en pequeños grupitos, ignorando cortésmente aquella escenita emocional, de modo que él no llamaría la atención si hacía lo mismo.

—Debería haberme imaginado que Leah iba a montar todo este teatro que tanto le gusta —musitó Rochi con fastidio—. Es la reina del drama —añadió para informar a Peter—. Está en mi departamento, y siempre hace cosas así. No hay más que darle algo que sea mínimamente molesto, y ella lo convierte en una tragedia.

Lali observaba la escena con expresión de incredulidad y los ojos muy abiertos. Sacudió la cabeza y dijo en tono lúgubre:

—La rueda aún sigue girando, pero su hámster esta muerto.

Rochi reprimió una carcajada y trató de convertirla en tos. Rápidamente se volvió de espaldas con la cara roja, en un intento de controlarse. Candela se mordía el labio inferior, pero se le escapó una risita y también tuvo que dar la espalda a la escena. Peter se tapó la boca con la mano, pero los hombros le temblaban. A lo mejor creían que estaba llorando.
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¡Un vestido rojo! La muy zorra se había puesto un vestido rojo. Corin no se podía creer lo que estaba viendo. Era tan vergonzoso, tan vulgar. No lo habría creído propio de ella, y estaba tan sorprendido por su atrevimiento no pudo ni reaccionar. Madre estaría horrorizada.

Las mujeres como ella no merecían vivir. Ninguna de ellas lo merecía. Eran unas furcias, sucias e inmundas, y le haría un gran favor al mundo librándolo de ellas.

Candela suspiró aliviada cuando por fin entró en su apartamento y pudo quitarse aquellos zapatos de tacón alto. La estaban matando los pies, pero merecía la pena presentar un buen aspecto en nombre de Eugenia. 
Lo haría otra vez si fuera necesario, pero se alegraba de no tener que hacerlo.

Ahora que el funeral había terminado, se sentía entumecida, exhausta. El velatorio fue una ayuda inmensa; hablar de Eugenia, reír, llorar, había sido una catarsis que le permitió superar el día. El funeral en sí, el ritual, resultó reconfortante en sí mismo. Su padre le había dicho que los funerales militares, con toda aquella pompa y protocolo, y aquellos movimientos orquestados con tanta precisión, suponían un consuelo para la familia. Los rituales decían: Esta persona contaba. Esta persona era respetada. Y los servicios eran una especie de marcador emocional, un momento en el que el duelo podía honrar a los muertos y sin embargo establecer un punto de partida para el resto de sus vidas.

Era curioso el modo en que todas habían conectado con Agustina. Era como tener a Eugenia, pero distinto, porque Agustina poseía claramente una personalidad propia. Sería agradable seguir en contacto con ella.

Candela se echó los brazos a la espalda para buscar la cremallera del vestido, y ya la tenía abierta a medias cuando oyó que llamaban a la puerta.

Se quedó petrificada, con un súbito pánico que le congeló las venas. Oh, Dios mío. Estaba allí, él, seguro. La había seguido hasta casa. Sabía que estaba sola.

Se dirigió a hurtadillas hacia el teléfono, como si él pudiera ver a través de la puerta y supiera lo que estaba haciendo. ¿La tiraría abajo? Había entrado por la fuerza en la casa de Lali rompiendo un cristal, pero ¿era lo bastante fuerte para echar abajo una puerta? Ni siquiera se le había ocurrido averiguar si su puerta era blindada o simplemente de madera.

— ¿Candela? —La voz habló en tono perplejo, grave—. Soy Leah. Leah Street. ¿Te encuentras bien?

— ¿Leah? —dijo débilmente. El alivio le causó un ligero mareo. Se dobló por la cintura respirando profundamente para controlar su agitación.

—He intentado hablar contigo por el camino, pero tú ibas demasiado deprisa —dijo Leah desde fuera.
Sí, así había sido. Estaba desesperada por llegar a casa y quitarse aquellos zapatos.

—Aguarda un minuto, estaba a punto de cambiarme de ropa.

¿Qué demonios hacía Leah allí?, se preguntó mientras iba hasta la puerta y retiraba la cadena. Sin embargo, antes de abrir acercó el ojo a la mirilla para cerciorarse de que se trataba de Leah, aunque ya había reconocido la voz.

Era Leah, con aspecto cansado y triste, y de pronto Candela se sintió culpable por el modo en que se había reído de ella en el funeral. No tenía ni idea de por qué querría Leah hablar con ella, ya que nunca habían intercambiado más que unas pocas palabras al cruzarse, pero le abrió la puerta.

—Entra —la invitó—. En el funeral hacía un calor horrible, ¿verdad? ¿Te apetece beber algo frío?

—Sí, por favor —respondió Leah. Llevaba consigo un gran bolso que se descolgó del hombro y sujetó contra el cuerpo como si fuera un bebé.

Cuando Candela se volvió para dirigirse a la cocina, reparó en cómo brillaba el cabello rubio de Leah bajo la luz. Entonces comprendió, en su frente se formó una minúscula arruga, y comenzó a retroceder.

Pero ya era demasiado tarde.

8 comentarios:

  1. ooooooooh que mala persona, loca la minaa, resentida!

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  2. jajaj me descargue en el comentario de recien, mas noveee! que no le pase nada a cande pobre!

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  3. Corin es hombre o mujer?? Mmmass

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  4. para de que me perdi de q me perdi osea yo pense q era un hombre pero me lo puse a pensar que corin tambien es nombre de mujer pero si es mujer a una cosa q no me sierra osea cuando mato a euge osea abuso de ella q enferma tiene que estar si es mujer igual esta enferma/o mujer o hombre bss buen finde noe

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    1. creo que es la fima mas larga q te hice ajjajaja

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  5. O por dios y me puse a pensar en todos los sospechosos hombres con que rezon no encontraron semen en el cuerpo, estoy tan confundida vieja loca roba brillos espero que no le pase nada a candela un beso Cami
    Pd. Perdón por no firmarte siempre esque te leo emtre clase y clase y termino de leer cuando ya esta el profe adentro pero igual y siempre te leo, un beso que estes bien

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  6. Sos de México ?jajaja no sabias,pense q eras argentina
    Igual, yo amava rebelde,asi que ya tuve mi momento mexicano tambien jaja
    Me encaaaanta tu novela :))) besos /mariana

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  7. noooooooo....esta loca esta mina
    quiero mas
    beso

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