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lunes, 11 de febrero de 2013

Capitulo 51.

¡Holaaa! Pues el capitulo de ayer no fue muy uf pero este...¡DIOS! No saben lo que pasara encerio, les dejare en tension hasta mañana, porque tengo mucha tarea u.u y no se si podre subir mas tarde, lo siento!!!
¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal



—Estoy muy cansada —dijo Lali—. Tú debes de estar agotado.

—Llevo todo el día aguantando a base de café —repuso Peter—. Pero ya se me está pasando el efecto. 
¿Te parece que nos acostemos temprano?

Lali bostezó.

—No creo que podamos elegir. Dudo que pudiera seguir despierta aunque quisiera. —Se frotó la frente—. Llevo todo el día con un dolor de cabeza horrible, y nada de lo que me he tomado ha conseguido aplacarlo.

—Maldición —repuso Peter suavemente—. Ni siquiera estamos casados aún, y ya empiezas a tener jaquecas.

Aquello provocó una débil sonrisa.

— ¿Se ha vuelto a sacar del bolsillo Ana un pepino gigante?

La sonrisa se ensanchó ligeramente, aunque estaba teñida de tristeza.

—Sí. Cada vez que cerrábamos los ojos, nos ponía encima rodajas de pepino. No sé si sirven de algo, pero la sensación que producen es muy agradable. —Hizo una pausa—. ¿Has hecho algún progreso hoy?

Peter respondió con un gruñido de disgusto.

—Lo único que he hecho es dar palos de ciego. El ordenador no ha encontrado nada, así que Bernsen y yo hemos repasado los archivos por ver si se nos había pasado algo por alto. ¿Recuerdas que haya habido alguna denuncia por acoso sexual o algún problema entre dos empleados?

—Me acuerdo de cuando Sada Whited pilló a su marido tonteando con Emily Hearst y tuvieron una discusión en el aparcamiento, pero dudo que sea eso lo que estás buscando. —Bostezó otra vez—.Denuncias por acoso sexual, ¿eh? No recuerdo ninguna. Probablemente deberían presentar denuncias a diario contra Bennett Trotter, pero no creo que lo haya hecho nadie. Además, es moreno.

—No hemos descartado a los morenos. No hemos descartado a nadie. Eugenia pudo traerse aquel cabello rubio suelto de alguien con quien se rozó en el supermercado. Cuéntame más de ese Bennett Trotter.

—Es un tipejo, siempre está haciendo comentarios que él considera muy sensuales, pero es el único que piensa tal cosa. Ya sabes cómo son esos tipos.

Peter lo sabía. Le gustaría saber si Bennett Trotter podría aportar pruebas de dónde había estado aquellos 
dos días en cuestión.

—Hay varias personas que no le caen bien a nadie —continuó Lali—. Mi jefe, Ashford deWynter, es una de ellas. Se sentía realmente molesto por lo de la Lista, hasta que la empresa decidió aceptar toda aquella publicidad gratis, y entonces fue todo mieles.

Peter añadió el nombre de Ashford deWynter a la lista que estaba haciendo mentalmente.

— ¿Alguien más?

—No conozco a todo el mundo. Vamos a ver. Tampoco le gusta a nadie Leah Street, pero supongo que ésa no cuenta.

El nombre le resultó familiar. Tardó sólo un segundo en ubicarlo.

—La reina del drama.

—Y una auténtica pelmaza. Me alegro de que no esté en mi departamento. Rochi tiene que aguantarla todos los días.

— ¿Alguien más, aparte de Trotter y deWynter?

—Nadie que destaque. Recuerdo un tipo llamado Cary o algo así que estaba verdaderamente desencajado cuando apareció la «Lista» por primera vez, pero no mostró violencia alguna, sólo puso cara larga.

— ¿Puedes averiguar cómo se llama exactamente?

—Claro. Dominica Flores era una de las mujeres que le estaban provocando. La llamaré mañana por la mañana.
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Resultaba extraño ver lo alterado que estaba todo, pensó Rochi a la mañana siguiente, al entrar en Hammerstead. Eugenia y Candela ya no estaban allí, y no volverían a estar nunca. Por difícil que resultara aceptar la muerte de Eugenia, la de Candela era imposible. Rochi aún no conseguía hacerse a la idea. Con lo inteligente y dulce que era Candela, ¿cómo podía alguien desear matarla por causa de una estúpida lista?

El asesino estaba allí, en aquel  edificio, pensó. Tal vez se lo cruzara en el pasillo. Quizá venir a trabajar no fuera precisamente lo más sensato, pero en cierto sentido quería estar allí, porque también estaba «él». A lo mejor le decía algo a ella, aunque sabía que dicha posibilidad era remota; a lo mejor captaba una expresión de su rostro, algo, cualquier cosa, que la ayudara a descubrir de quién se trataba. No era precisamente ninguna Sherlock Holmes, pero tampoco era tonta.

Lali había sido siempre la más intrépida del grupo, pero Rochi opinaba que ella también podía ser un tanto temeraria. El hecho de ir a trabajar aquel día lo sentía como algo temerario. Lali no iba a ir; el dolor de cabeza que sufría el día anterior no había remitido, por lo que iba a pasar otro día en compañía de Ana, dejándose mimar.

Rochi tuvo que reconocer que también le había gustado que Pablo se preocupara por ella. Era tonto, tal vez incluso idiota, ir a trabajar sabiendo que él se sentía alarmado al respecto, pero llevaba tanto tiempo considerándola como algo dado por sentado, que aquella intensa preocupación actual por ella actuaba como un bálsamo para sus sentimientos heridos. La noche anterior la había sorprendido con lo que le dijo. Tal vez sí que pudieran recomponer la situación juntos. No pensaba precipitarse a aceptar sus excusas más de lo que se había precipitado a pedir el divorcio cuando su matrimonio empezó a hacer aguas, pero es que lo amaba de verdad, y por primera vez en mucho tiempo creía que tal vez él también la amaba.

Candela y Victorio también habían logrado resolver sus diferencias al final, justo antes de que a ella la asesinaran. Tuvo dos días de felicidad con él. Dos días, cuando debería haber tenido una vida entera.
Rochi sintió un repentino escalofrío. ¿Tendría ella sólo dos días con Pablo para resolver aquella frágil tregua entre ambos?

No. A ella no iba a atraparla el asesino, tal como había hecho con Eugenia y con Candela. No comprendía cómo Candela pudo dejarlo entrar en su apartamento como pensaba la policía. A lo mejor ya estaba dentro, aguardándola. Peter dijo que no habían hallado señal alguna de que se hubiera forzado la entrada, pero tal vez él sabía abrir cerraduras o algo así. A lo mejor había conseguido hacerse con una llave. No sabía cómo, pero tenía que haber entrado de algún modo.

Si Pablo estaba en el trabajo cuando ella llegase a casa aquella tarde, se dijo, no pensaba entrar sola en la casa. Pediría a un vecino que la acompañase. Y además contaría con Trilby para mayor seguridad; a aquel perrito no se le escapaba nada. Los cocker son muy protectores con sus dueños. A veces sus ladridos eran una lata, pero ahora Rochi se sintió agradecida de que estuviera siempre tan alerta.

Leah Street levantó la vista sorprendida al ver entrar a Rochi en la oficina.

—No te esperaba hoy —le dijo.

Rochi ocultó su propia sorpresa. La forma de vestir de Leah nunca resultaba favorecedora, pero por lo menos iba cuidada. Sin embargo, hoy venía como si hubiera encontrado aquella ropa tirada en el suelo. 
Llevaba una blusa y una falda, pero la falda le hacía una bolsa a un lado y se le veía el borde de la combinación. Rochi no sabía de nadie que aún usara combinación cuando no era necesario, sobre todo con aquel calor de finales de verano. La blusa estaba arrugada y con una mancha en la pechera. Hasta el pelo, que por lo general lo llevaba inmaculado, lucía un aspecto de no habérselo peinado antes de ir a trabajar.

Reparó en que Leah la observaba expectante, y entonces rebobinó para recordar lo que le había dicho.

—He pensado que me vendría bien trabajar. Ya sabes, la rutina.

—La rutina. —Leah asintió, como si aquella palabra tuviera un contenido profundo.

Un misterio. Claro que Leah siempre había sido un tanto singular. Nada drástico, sólo un poco... aislada de todo.

A juzgar por lo que observó Rochi, aquel día Leah estaba ciertamente aislada de todo, ocupada en su pequeño mundo. Tarareaba por lo bajo, se limaba las uñas, respondía unas cuantas llamadas. Por lo menos parecía racional, ya que no eficaz. «No sé, ya te llamaré» parecía ser su frase del día.

Poco después de las nueve desapareció, y regresó diez minutos después con manchas de suciedad en la blusa. Fue hasta donde estaba Rochi, se inclinó y le susurró:

—Tengo un problema para alcanzar unos archivos. ¿Puedes ayudarme a mover unas cajas?

¿Qué archivos? ¿Qué cajas? Casi todos los archivos estaban en soporte informático. Rochi quiso preguntarle de qué estaba hablando, pero Leah dirigió una mirada fugaz y vergonzosa al resto de la oficina, como si se encontrara en alguna dificultad que nada tenía que ver con archivos y no quisiera que se enterasen los demás.
¿Por qué yo?, pensó Rochi, pero suspiró y dijo:

—Claro.

Siguió a Leah hasta el ascensor.

— ¿Dónde están esos archivos? —le preguntó.

—Abajo. En el almacén.

—No sabía que realmente hubiera algo almacenado en el «almacén» —bromeó Rochi, pero Leah no pareció pillar el chiste.

—Claro que lo hay —repuso en tono desconcertado.

El ascensor estaba vacío, y no se encontraron con nadie en el pasillo de la primera planta, lo cual no era para sorprenderse teniendo en cuenta que aún era muy temprano. Todo el mundo estaba en su despacho. Aquellos locos informáticos probablemente estarían inmersos en una batalla de bolas de papel, y todavía no había llegado la hora del descanso para tomarse un café, momento en el que la gente empezaba a moverse más.

Bajaron por el estrecho pasillo de color verde vómito. Leah abrió la puerta que tenía el letrero de «Almacén» y se hizo a un lado para dejar pasar delante a Rochi. Ésta arrugó la nariz al notar el olor acre y rancio, como si hiciera mucho tiempo que no había entrado nadie allí. Además, estaba oscuro.

— ¿Dónde está el interruptor de la luz? —preguntó sin entrar.

Justo en ese momento sintió que algo contundente le golpeaba en la espalda y la empujaba al interior del local oscuro y maloliente. Cayó despatarrada en el áspero suelo de cemento, despellejándose las manos y las rodillas. Un segundo después lo comprendió todo, y horrorizada, se las arregló para rodar hacia un costado y ponerse de pie al tiempo que se le venía encima, con un silbido, un alargado tubo metálico.

Lanzó un chillido, o eso creyó. No estaba segura, porque el corazón le latía con tanta fuerza en los oídos que no podía percibir nada más. Intentó agarrar el tubo y forcejeó brevemente para hacerse con él. Pero Leah era fuerte, muy fuerte, y de un potente empujón la arrojó al suelo de nuevo.

Rochi oyó de nuevo el silbido; a continuación explotaron un montón de luces en su cabeza y ya no oyó nada más.

8 comentarios:

  1. otro por favorrr !!! creo q ya queda poco para el final
    espero el siguiente porfaaaaaas me encanta el misterio :P
    saludos gabi

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  2. noooooo me dejaste intrigada se murio? ahhhh bss noe

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  3. noooo pobre rochii, lali se va a quedar mas sola para casarse pobree! :( masssss!

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  4. Que horribleee ,pero me gustaa

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  5. No se que te hago si la matas a lali tambien jajajaj maas
    /Mariana

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  6. aaaaaaaaa que terrible, pro no nos dejes con esta intriga mas por favor

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  7. noooooooooooooo... decime q rochi se salva
    no se puede salir con la suya otra vez esta mina
    beso

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