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martes, 12 de febrero de 2013

Capitulo 53.

¡Aqui estoy! ¡Y hay Maraton! ¡wuuu! Ya, el capitulo 56 es el ultimo chicas u.u Estare al pendiente de las firmas para subir el capitulo siguiente ¡Son increibles todas, todas!


Los periodistas habían investigado un poco y dieron con Ana en su afán de buscar a Lali. El constante sonar del timbre del teléfono les estaba destrozando los nervios de tal forma que por fin Ana lo desconectó, y salieron al patio de atrás para sentarse junto a la piscina. Peter había insistido tanto en que Lali llevase todo el tiempo encima el teléfono móvil que lo sacó al exterior y lo depositó a un costado, sobre el cojín de la tumbona de jardín.

Había una enorme sombrilla para tapar el sol. Lali dio una cabezada mientras Ana leía. En la casa reinaba el silencio; como sabía que Lali tenía los nervios de punta, Ana había enviado a Nicolás a jugar a casa de un amigo, y Stefanie se había ido al centro comercial con sus amigas. Al fondo se oían piezas de música clásica de piano que reproducía un CD, y Lali notó que su dolor de cabeza por fin empezaba a remitir, igual que una ola que se retira de la orilla.

No podía pensar más en Eugenia y en Candela, ya no. Estaba agotada mental y emocionalmente. En su estado ligeramente adormilado, pensó en Peter y en lo fuerte que era. ¿Habían pasado sólo tres semanas desde que ella lo considerara la oveja negra del barrio? Habían ocurrido tantas cosas que había perdido la perspectiva del tiempo; parecía que lo conociera hacía meses.

Llevaban casi una semana siendo amantes, y dentro de poco iban a casarse. Le costaba creer que estuviera dando un paso tan importante de manera tan precipitada, pero tenía la sensación de estar haciendo lo correcto. Sentía que Peter era el hombre apropiado, como si ambos fueran piezas de un rompecabezas que encajaran entre sí. Con sus otros tres prometidos no se había precipitado en absoluto, y ya sabemos cómo habían terminado aquellos compromisos. Esta vez iba a hacerlo sin más. Al diablo con las precauciones; iba a casarse con Peter Lanzani.

Había mucho que hacer, muchos detalles de que ocuparse. Gracias a Dios que contaba con Ana, porque ésta se estaba encargando de los problemas tácticos, como el lugar y la comida, la música, las flores, las invitaciones, los grandes toldos para dar sombra y acoger a los invitados. Jamás tímida, Ana ya había hablado con la madre de Peter y con su hermana mayor, Doro, y las había hecho participar en los preparativos. Lali sentía una cierta desazón por no haber conocido a ningún miembro de la familia de Peter, pero con la muerte y el funeral de Eugenia, ahora lo de Candela, no había tenido la oportunidad de hacerlo. 

Se alegraba de que a Peter se le hubiera ocurrido decírselo a los suyos antes de que los llamase Ana, o de lo contrario la impresión habría sido todavía más fuerte.

Al fondo sonó débilmente el timbre de la puerta, lo cual la sacó de sus vagos pensamientos. Suspiró y miró a Ana, que no se había movido.

— ¿No vas a ver quién llama a la puerta?

—Ni hablar. Seguro que es algún reportero.

—Podría ser Peter.

—Peter habría llamado... Ah, claro, he desconectado los teléfonos. Maldita sea —se quejó Ana dejando el libro boca abajo en la mesa que había entre las dos tumbonas—. Estoy entrando en una parte muy interesante. Por una sola vez, me gustaría leer un libro sin interrupciones. Si no son los niños, es el teléfono. Si no es el teléfono, es el timbre de la puerta. Ya verás cuando Peter y tú tengáis hijos —la advirtió al tiempo que abría la puerta de cristal del patio y pasaba al interior de la casa.
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Peter alteraba entre juramentos y plegarias mientras sorteaba coches con la luz policial encendida. En casa de Ana no contestaba nadie. Había dejado un mensaje en el contestador, pero ¿dónde podían estar? Lali no se habría ido a ninguna parte sin decírselo a él, dadas las circunstancias. No había estado tan aterrorizado en toda su vida. Había enviado coches patrulla a casa de Ana, pero, Dios santo, ¿y si ya fuera demasiado tarde?

Entonces se acordó del teléfono móvil de Lali. Conduciendo con una sola mano, el pedal del acelerador pisado a fondo, miró su teléfono y pulsó el número programado de Lali. Acto seguido esperó a que se estableciera la conexión y rezó un poco más.
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Oyó tabletear la valla del patio. La cerca que protegía la zona de la piscina tenía dos metros y medio de altura y estaba construida con tablillas de madera sobre un sólido enrejado, pero la cancela era de barras de hierro forjado. Lali, sobresaltada, se incorporó y miró hacia allí.

— ¡Lali!

Era Leah Street, nada menos. Parecía estar frenética, y sacudía la puerta con una mano como si pudiera abrirla a empellones.

— ¡Leah! ¿Qué ocurre? ¿Es Rochi? —Lali se levantó de la tumbona de un salto y corrió hacia la puerta. El corazón casi se le salía del pecho, tan intenso era el pánico que la invadía.

Leah parpadeó como si la pregunta de Lali la hubiera sorprendido. Su mirada, extrañamente fija, se clavó en Lali.

—Sí, es Rochi —respondió, y sacudió una vez más la cancela—. Abre la verja.

— ¿Qué ha pasado? ¿Se encuentra bien? —Lali frenó en seco enfrente de la verja y alargó una mano para 
abrirla, pero entonces cayó en la cuenta de que no tenía la llave de la cerradura.

—Abre la verja —repitió Leah.

— ¡No puedo, no tengo la llave! Voy a buscar a Ana... —Lali dio media vuelta casi llorando de terror, pero Leah introdujo una mano por la verja y la aferró del brazo.

— ¡Eh! —El susto la sacó de su pánico, se zafó de un tirón y se volvió para mirar fijamente a Leah.

¿Qué demonios...?

Pero aquellas palabras murieron en su garganta. El brazo estirado de Leah estaba manchado de sangre y la mano tenía dos uñas rotas. Leah se apretó con más fuerza contra la verja, y Lali vio más plastones rojos en la floja falda.

El instinto la hizo retroceder.

— ¡Abre la maldita verja! —chilló Leah sacudiendo la cancela con la mano izquierda como si fuera un chimpancé enloquecido dentro de una jaula. Su cabello rubio y sedoso le flotaba alrededor de la cara.
Lali contempló la sangre, y luego el cabello rubio. Vio aquel brillo extraño que tenían los ojos de Leah y la expresión desencajada de su rostro, y entonces se le heló la sangre en las venas.

—Maldita puta asesina —dijo medio susurrando.

Leah fue rápida como una serpiente atacando. Levantó el brazo derecho que tenía al costado y lo introdujo por entre las barras de la verja blandiendo algo contra la cabeza de Lali. Lali se echó hacia atrás y perdió el equilibrio, y dio unos cuantos traspiés antes de precipitarse al suelo. Al caer se retorció hacia un lado y aterrizó sobre la cadera. Estimulada por la adrenalina, volvió a incorporarse de un salto antes de percibir ningún dolor por el fuerte impacto.

Leah la atacó de nuevo. Era una herramienta para neumáticos. Lali se apartó aún más de la verja y chilló:

— ¡Ana! ¡Llama a la policía! ¡Rápido!

Sobre la tumbona empezó a sonar su teléfono móvil. Volvió la vista hacia él involuntariamente, al tiempo que Leah, en un arranque de fuerza demencial, comenzaba a golpear la cancela con la herramienta. El metal producía un sonido estridente a cada porrazo, y por fin cedió la cerradura.

Leah abrió la verja de un empujón, con el rostro distorsionado en una mueca horrible, y entró en el recinto.

—Eres una puta —rugió, alzando en el aire la herramienta—. Eres una puta vulgar y deslenguada, y no mereces vivir.

Sin atreverse a apartar la vista de Leah ni siquiera durante un segundo, Lali fue apartándose lentamente hacia un costado, con la intención de por lo menos poner por medio una silla entre ambas. Sabía lo que significaban las manchas de sangre que tenía Leah en las manos y en la ropa, sabía que Rochi también estaba muerta. Todas habían desaparecido ya, todas sus amigas. Aquella zorra demente las había matado.
Retrocedió en exceso. Casi estaba al borde de la piscina. Se apresuró a corregir la dirección que llevaba, apartándose del agua.

En aquel momento salió Ana de la casa con la cara pálida y los ojos muy abiertos. En la mano llevaba uno de los palos de hockey de Nicolás.

—He llamado a la policía —dijo con voz temblorosa y la mirada fija en Leah, igual que una mangosta vigilando a una cobra.

E, igual que una cobra, Leah trasladó su atención a Ana.

No, pensó Lali. La palabra adquirió la forma de un débil susurro en su mente. También Ana, no.

— ¡No!

Fue un rugido que le surgió de la garganta, y literalmente se sintió estallar ella misma al tiempo que la invadía una oleada de furia salvaje, como si la piel no pudiera contenerla. Una niebla roja le enturbió los ojos y su campo visual se estrechó para concentrarse tan sólo en Leah. No fue consciente de haberse abalanzado sobre ella, pero Leah retrocedió para encararse con su agresora levantando en alto la herramienta.

Entonces Ana asestó un golpe con el palo de hockey y distrajo momentáneamente a Lali. El grueso madero alcanzó a Leah en el hombro y la hizo chillar rabiosa, pero no soltó la herramienta de la mano. En lugar de eso, la blandió describiendo un amplio arco hacia un costado y golpeó a Ana en plena caja torácica. Ana lanzó un grito de dolor y se dobló hacia delante. Leah alzó la barra de hierro para golpearla de nuevo en la nuca, y en aquel momento Lali arremetió contra ella con todo el ímpetu que le proporcionó la furia que la alimentaba.

Leah era más alta y pesaba más. Cedió al ataque de Lali y al instante la golpeó en la espalda con la herramienta, pero Lali estaba demasiado cerca para que el golpe fuera efectivo. Leah se irguió y recuperó el equilibrio, y apartó a Lali de un empujón. A continuación volvió a levantar la herramienta y dio dos pasos rápidos en dirección a Lali.

Ana se enderezó sosteniéndose las costillas, el rostro congestionado por la rabia. Se lanzó hacia delante también, y las tres se tambalearon a causa del fuerte impulso. El pie izquierdo de Lali resbaló en el borde de la piscina, y como si se tratara de un dominó, todas se precipitaron al agua.

Enredadas unas con otras, debatiéndose, se hundieron hasta el fondo. Leah aún tenía asida la herramienta, pero el agua ralentizaba sus movimientos y no podía realizarlos con fuerza. Se revolvió salvajemente, tratando de zafarse.

Lali no había tenido tiempo de tomar aire antes de sumergirse bajo el agua. Le ardían los pulmones, sentía convulsionarse el pecho en su afán de no inhalar agua. Logró liberarse y subió a la superficie como una flecha. Aspiró grandes bocanadas de aire en cuanto le emergió la cara. Tosió y escupió, y miró frenética a su alrededor.

Ni Ana ni Leah habían subido a la superficie.

Aspiró profundamente y volvió a zambullirse.

El forcejeo las había llevado a la parte más profunda de la piscina. Vio el borboteo de las burbujas, sus formas retorciéndose, el cabello flotando y la falda de Leah ondeando a su alrededor como una medusa. Lali se dio impulso con las piernas y nadó hacia ellas.

Leah tenía a Ana agarrada por el cuello con un brazo. Desenfrenada, Lali hizo presa en el pelo de Leah y tiró de él tan fuerte como le fue posible, y Leah no pudo continuar sujetando a Ana, la cual salió disparada hacia arriba igual que un globo.

Leah se retorció y agarró a Lali por la garganta apretando los dedos con fuerza. La increíble presión hizo que Lali boqueara en un gesto de anegamiento, y rápidamente le entró agua en la boca. Levantó las piernas, las apoyó contra el estómago de Leah y empujó. Las uñas que tenía clavadas en el cuello le laceraron la carne al liberarse, y vio el agua teñida de rojo frente a sí.

En aquel momento apareció de nuevo Ana para empujar a Leah otra vez al fondo de la piscina. Lali se abrió paso a duras penas para unir su fuerza a la de Ana y se puso a empujar y forcejear sin atreverse a soltar su presa, necesitando aire de nuevo, incapaz de respirar, sin querer soltar a Leah para ascender a la superficie. Las manos de Leah se aferraban como zarpas a su blusa, inamovibles.

El forcejeo de Leah fue haciéndose progresivamente más débil. Sus desorbitados ojos las miraban a través del agua transparente como el cristal, y poco a poco se fueron quedando fijos.

24 comentarios:

  1. malaaaaaaaaaaaaa la locaa! mass

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  2. sssi murio no? MMMMMMMMMMMMAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSS

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  3. dioooos pobre lali y ana! mas noveeeeeeeeeeeeeeee!

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  4. siiii maratooon:) que se muera la loca y que rochi este vivaaa! mass nove!

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  8. nunca me puse tan nerviosa leyendo una nove, buenisimaa, terminemosla massss!

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  10. peter se podria haber apurado un poquito masssss, que se muera la locaaaaaaaa! masssss! sos grosa!

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  11. :O mas nove porfavoorrrrr

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  12. mas nove mas nove mas nove mas nove mas nnove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nnove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nnove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove

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  13. nooo pobre lali menos mas que estaba ana y se pudieron defender, mas porfa!

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  14. hola tendria que estar estudiando y estoy aca esperando tu nove, muy buena. Menos mal que lali y ana se defendieron, que llegue peter masssss!

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  15. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasss!

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  16. siii maratoooonnnnnnnnnn :) mas noveeee!

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  17. me hice pis encima de los nervios :O jaja no mentira! massss pofaaaaaa!

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  18. esta buenisima la nove, mas!

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  19. maaas mas mas ma smas mas mas !!!!!!

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  20. nada les puede pasar a ellas dos!

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  21. a mi medio miedo la loca esta bss noe

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