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martes, 12 de febrero de 2013

Capitulo 52.

¡Hola! ¡Chicas les tengo una proposicion! ¿Que tal si hacemos una Maraton? osea, faltan unos 3 o 4 capitulos para el final): y ayer estuve pensando, si acaso hoy lo terminamos, mañana subiria la sipnosis de la nueva adaptacion y el jueves, de regalo de Dia de San Valentin, les daria los primeros dos capitulos(: pero ustedes deciden, si veo firmitas subo otro capitulo y asi hoy terminamos.
Twitter: @LlaveDeCristal

Se abrió una puerta fuera, en el pasillo. Corin se quedó petrificado, escuchando las fuertes pisadas que cruzaban el recinto. Luego se oyó el ruido de otra puerta al abrirse y cerrarse. Era alguien de mantenimiento. Si el hombre hubiera mirado en  aquella dirección y hubiera visto la puerta abierta del almacén, sin duda habría entrado a investigar.

Corin estaba angustiado. ¿Por qué no había pensado en la posibilidad de que pudiera haber algún operario de mantenimiento en las inmediaciones? Debería haberlo pensado; no h abía tenido el cuidado suficiente, y Madre estaría furiosa.

Miró a la mujer que yacía sobre el suelo de cemento, apenas visible a la luz que penetraba por la puerta abierta. ¿Respiraba? No podía distinguirlo, y ahora tenía miedo de hacer ruido.

No lo había hecho nada bien. No lo había planeado bien, y eso lo asustaba, porque cuando no hacía algo perfectamente, Madre se enfurecía. Tenía que complacerla, tenía que pensar qué podía hacer, algún modo de compensarla por los errores que había cometido.

La otra. La del pico de oro. También había cometido un error con ésa, pero no era culpa suya que ella no estuviera en casa, ¿no? ¿Lo entendería Madre?

No. Madre nunca aceptaba excusas.

Tendría que regresar y hacerlo bien.

Pero ¿qué haría si tampoco esta vez estaba en casa? Sabía que no estaba, porque lo había comprobado. 

¿Dónde podía estar?

Ya la encontraría. Sabía quiénes eran sus padres y dónde vivían, sabía cómo se llamaban su hermano y su hermana, y conocía sus direcciones. Sabía muchas cosas de ella. Sabía muchas cosas de todos los que trabajaban allí, porque le encantaba leer sus archivos personales. Podía tomar nota de sus números de la Seguridad Social y de sus fechas de nacimiento, y averiguar toda clase de cosas sobre ellos en el ordenador que tenía en casa.

Era la última. No podía esperar. Necesitaba encontrarla ya mismo, terminar la tarea que Madre le había encomendado.

Depositó el tubo junto a la mujer inmóvil sin hacer ruido y salió a hurtadillas del almacén. Cerró la puerta lo más silenciosamente posible y a continuación se alejó andando de puntillas.

--

El detective Wayne Satran se detuvo frente a la mesa de Peter con un fax.

—Aquí tienes el informe de la huella de zapato que estabas esperando. —Dejó el fax encima de una pila de informes y prosiguió su camino hasta su propio escritorio.

Peter tomó el informe y leyó el primer renglón: «La huella no coincide...».

¿Qué diablos? Todos los laboratorios de criminología contaban con libros o bases de datos sobre dibujos de suelas de zapatillas deportivas que actualizaban constantemente. En ocasiones, un fabricante no se tomaba la molestia de enviarles una actualización cada vez que cambiaba el modelo, o se negaba a hacerlo por motivos propios. Cuando sucedía algo así, normalmente un laboratorio compraba un par de esas zapatillas en cuestión para hacerse con el dibujo.

Tal vez los zapatos habían sido comprados en otro país. Tal vez pertenecían a una marca desconocida, o quizás el tipo era lo bastante ingenioso como para haber cambiado el dibujo con un cuchillo. Pero no creía que ése fuera el caso. Aquél no era un asesino organizado; operaba movido por el sentimiento y la oportunidad.

Hizo intención de dejar el informe a un lado, pero se dio cuenta de que era bastante largo para no decir más que un simple «no coincide». No podía permitirse pasar por alto ni un solo detalle, no podía dejar que su sentido de la urgencia lo distrajera. Así que volvió a leerlo desde el principio. «La huella no coincide con la de ningún calzado deportivo para hombre. Sin embargo, se corresponde con un modelo exclusivo que se fabrica sólo para mujer. La sección del dibujo suministrado es insuficiente para determinar el número exacto de pie, pero indica una talla probable entre el treinta y ocho y cuarenta

¿Un zapato de mujer? ¿Aquel tipo llevaba calzado de mujer?

O... se trataba de una mujer.

— ¡Qué hijo de puta! —exclamó Peter entre dientes. Se lanzó sobre el teléfono y marcó el número de Bernsen. Cuando Roger contestó, le dijo—: Ya tengo el informe sobre la huella de zapato. Es de una mujer.

Se produjo un silencio mortal, luego Roger dijo:

—Me estás tomando el pelo. —Sonaba tan abatido como se sentía Peter.

—Hemos descartado a las mujeres de la búsqueda NCIC. Nosotros mismos nos hemos atado de pies y manos. Tenemos que examinar también los archivos de las empleadas.

— ¿Me estás diciendo que fue una mujer la que... —Roger se quedó mudo, y Peter comprendió que estaba pensando en las cosas que le habían hecho al cuerpo de Eugenia y al de Candela—. Dios santo.

—Ahora ya sabemos por qué Candela abrió la puerta. No tenía lógica que lo hiciera. Pero es que estaba en guardia contra un hombre, no contra una mujer. —Aquella sensación de habérsele escapado algo era cada vez más fuerte.

Una mujer. Piensa en una mujer rubia. Inmediatamente le vino a la cabeza el funeral de Eugenia y la mujer alta y rubia que se había desmoronado y llorado en los brazos de Agustina. Una reina del drama, había comentado Rochi, pero Lali lo vio de otro modo: «La rueda aún sigue girando, pero su hámster esta muerto.» Ella creía que la mujer tenía un tornillo suelto, que le pasaba algo raro. ¡Maldición! Incluso la había mencionado cuando él le preguntó por empleados que hubieran experimentado alguna dificultad para llevarse bien con la gente en el trabajo.

Rochi había dicho algo más, algo que en aquel momento no comprendió: aquella mujer estaba en su departamento, recursos humanos. Tenía acceso a todo, a toda la información que contenían los archivos, incluidos los números de teléfono personales y los nombres y las direcciones de los familiares a quien llamar en caso de emergencia.

Eso era. Eso era lo que no dejaba de provocarle aquella sensación de incomodidad. Laurence Strawn le había dicho específicamente que los archivos del personal no estaban informatizados y con conexiones a Internet; era imposible piratearlos. La persona que había llamado a Rochi a su teléfono móvil había obtenido el número mirando en su archivo, pero ese archivo, sin autorización específica, sólo era accesible para los empleados de recursos humanos.

¿Cómo se llamaba? ¿Cómo coño se llamaba aquella mujer?

Cogió el teléfono para llamar a Lali, pero le vino el nombre a la cabeza antes de marcar siquiera el número de Ana: Street. Leah Street.

En cambio llamó a Bernsen.

—Leah Street —dijo con voz ronca cuando contestó Roger—. Ésa es la que lloró en brazos de la hermana de Eugenia en el funeral.

—La rubia —dijo Roger—. ¡Mierda! Y además encaja perfectamente con el perfil.

Encajaba a la perfección, pensó Peter. El nerviosismo, la emoción excesiva, la incapacidad para permanecer en segundo plano.

—Tengo aquí el expediente —dijo Roger—. Hay varias quejas respecto de su actitud. No se llevaba bien con la gente. Dios, esto es de lo más clásico. La traeremos aquí para interrogarla, a ver qué podemos sacarle.

—Estará trabajando —dijo Peter, y en aquel momento se le encogió el estómago en una sensación de alarma—. Rochi ha ido a trabajar hoy. Las dos están en el mismo departamento, recursos humanos.

—Ponte al habla con Rochi —dijo Roger—. Yo salgo para allá.

Peter buscó rápidamente el número de Rochi en Hammerstead. Al primer timbrazo respondió un mensaje automático, y le rechinaron los dientes. Tuvo que escuchar hasta que la grabación le proporcionó la extensión de recursos humanos, lo cual consumió un tiempo precioso. ¡Maldita sea! ¿Por qué las empresas no usaban personas reales para contestar al teléfono? Los mensajes salían más baratos, pero en una emergencia aquel retraso podía ocasionar problemas graves.

Cuando por fin el mensaje grabado le dio la extensión que deseaba, la marcó. Una voz apresurada cogió el teléfono al cuarto timbrazo.

—Recursos humanos, le habla Fallón.

—Con Rochi Igarzabal, por favor.

—Lo siento, la señora Igarzabal ha salido de la oficina.

— ¿Cuánto tiempo lleva fuera? —preguntó él en tono brusco.

Fallón no era tonta.

— ¿Quién llama? —preguntó en el mismo tono.

—El detective Lanzani. Es importante que la encuentre. Escúcheme: ¿se encuentra ahí Leah Street?

—Pues no. —Fallón había cambiado el tono, ahora se mostró mucho más colaboradora—. Ella y Rochi salieron juntas hará una media hora. Los teléfonos no han parado de sonar como locos, y al estar las dos fuera estamos escasos de gente. Ellas...

Peter la interrumpió.

—Si vuelve Rochi, dígale que me llame de inmediato, detective Peter Lanzani. —Le dio el número. Pensó en la posibilidad de alertar a Fallón de la situación, pero enseguida rechazó la idea; si Leah no había puesto pies en polvorosa, no deseaba alarmarla—. ¿Puede usted pasarme con el despacho del señor Strawn? —Tan sólo Laurence Strawn poseía autoridad suficiente para hacer lo que él quería.

—Sí... claro. Por supuesto. —Calló durante unos instantes—. ¿Quiere que se lo pase?

Peter cerró los ojos y reprimió un fuerte juramento.

—Sí, por favor.

—De acuerdo. No cuelgue.

Le sonaron en el oído una serie de ruidos electrónicos, y a continuación la voz armoniosa de la secretaria ejecutiva del señor Strawn. Peter interrumpió su ensayada frase de bienvenida.

—Soy el detective Lanzani. ¿Se puede poner el señor Strawn? Se trata de una emergencia.

Las palabras «detective» y «emergencia» le proporcionaron acceso inmediato a Strawn. Peter le resumió brevemente la situación.

—Llame a la caseta de la entrada y dé orden que de no dejen salir a nadie, y después póngase a buscar a Rochi. Registre todos los armarios de la limpieza y todos los retretes de los cuartos de baño. No se enfrente con la señorita Street, pero no le permita marcharse. El detective Bernsen está de camino.

—No cuelgue —dijo Strawn—. Voy a llamar ahora mismo a la caseta de la entrada.

Regresó al teléfono al cabo de unos treinta segundos.

—La señorita Street salió del edificio hace unos veinte minutos.

— ¿La acompañaba Rochi?

—No. El guarda dice que iba sola.

—Entonces busque a Rochi. —replicó Peter en tono urgente. Al mismo tiempo escribía una nota e hizo una seña a Wayne Satran. Wayne cogió la nota, la leyó y se puso en acción al instante—. Ha de estar en alguna parte del edificio, y tal vez aún esté viva. —Tal vez. Eugenia había muerto al primer golpe de martillo. Candela no había muerto inmediatamente, pero también había sufrido una lesión cerebral tan grave que falleció antes de desangrarse del todo a causa de las heridas del cuchillo. El forense estimaba, basándose exclusivamente en su experiencia personal, que había sobrevivido quizás un par de minutos tras la agresión inicial. Las lesiones eran crueles y abrumadoras.

— ¿Debo guardar discreción al respecto? —preguntó Strawn.

—A estas alturas, lo más importante es encontrarla lo más rápidamente posible. Leah Street ya ha escapado. Alerte a todo el mundo dentro del edificio para que ayuden a buscarla. Cuando la encuentre, si está viva, haga lo que pueda para socorrerla. Si está muerta, procure preservar la escena del crimen. Ya está de camino el personal de urgencias. —Eso era lo que había hecho Wayne, poner a todo el mundo en marcha. Agentes del orden de varias jurisdicciones distintas convergían ya en Hammerstead, además de personal médico y técnicos de pruebas.

—La encontraremos —dijo en voz baja Laurence Strawn.

El instinto de Peter, como policía, lo empujaba a acudir a la escena. Pero se quedó donde estaba, pues sabía que podía servir de más ayuda allí mismo.

El expediente de Leah Street estaba sobre la mesa de Roger. Peter telefoneó al departamento de policía de Sterling Heights y pidió al detective que contestó que buscase en el expediente y le diera el domicilio y el número de teléfono de Leah, más su número de la Seguridad Social.

Al cabo de un minuto el detective cogió el teléfono y dijo:

—No encuentro ninguna Leah Street. Aquí figura un tal Corin Lee Street, pero ninguna Leah.

¿Corin Lee? Dios. PEter se frotó la frente, sin querer pararse a pensar en qué podía significar aquello. ¿Leah era hombre o mujer? Los nombres se parecían demasiado para tratarse de una coincidencia.

— ¿Corin Street es un hombre o una mujer? —preguntó.

—Voy a ver. —Una pausa—. Aquí está. Mujer.

Quizá, se dijo Peter.

—De acuerdo, gracias. Es la que estoy buscando.

El detective le leyó la información que Peter le había solicitado. La copió en un papel, llamó al departamento de tráfico y obtuvo el número de matrícula del coche de Leah y la descripción del mismo.

Seguidamente lanzó una orden de búsqueda de ese coche. No sabía si Leah iría armada; hasta el momento no había empleado ninguna arma de fuego, pero eso no significaba que no tuviera una, y bien podía llevar encima una navaja. Era una mujer de lo más inestable, como la nitroglicerina; había que acercarse a ella con precaución.

¿Adónde habría ido? ¿A su casa? Sólo un loco  de atar iría... pero es que Leah Street era una auténtica loca 
de atar. Mandó a varios agentes en ruta hacia su casa.

Mientras ponía todo en marcha, trató de no pensar en Rochi. ¿La habrían encontrado ya? ¿Habrían llegado demasiado tarde?

¿Cuánto tiempo había transcurrido? Consultó su reloj; diez minutos desde que habló con Strawn, de manera que treinta minutos desde que Leah salió de Hammerstead. Podía haber tomado el sistema de autopistas interestatales y en media hora plantarse en cualquier punto de la zona de Detroit, o haber cruzado la frontera en dirección a Windsor, Canadá. Esto sería genial; ya tenían cuatro o cinco jurisdicciones implicadas en el caso, de modo que ¿por qué no meter también en el ajo a otro país?

Pensó en llamar a Lali, pero decidió esperar. No sabía nada definitivo acerca de Rochi y no podía hacerla pasar por el sufrimiento de esperar noticias, teniendo tan reciente lo de Candela.

Gracias a Dios, Lali había indicado que Ana era la «persona a contactar en caso de emergencia».

Como Roger y él habían dividido los archivos de personal por orden alfabético, él la primera mitad del montón de hojas impresas y Roger la segunda mitad, este último tenía el expediente de Leah Street y Peter tenía el de Lali. Había más apellidos con B que con ninguna otra letra del alfabeto, y se apresuró a recorrer la pila de papeles. Cuando encontró el expediente de Lali, sacó rápidamente todas las páginas y se puso a escrutarlas.

Ana aparecía en ellas.

Se le cayó el resto de los papeles. No se molestó en coger un teléfono fijo; marcó el número de Ana en su móvil y cuando salió por la puerta ya iba corriendo.  

17 comentarios:

  1. tengo el corazon en la mano¡¡¡

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  2. MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS

    MARATON¡¡¡

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  3. Mas nove, no nos podes dejas asiii

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  4. Maratooooooooooopon Porfa

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  5. nooooooooo pobre rochi ojala no le haya pasado nada, que peter se apuereeeeee!

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  8. ooooh, no nos podes dejar asiii, maratooon urgenteee porfi, que no le pase nada a lali pobreee!

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  10. Mas noveee porfa, que peter se apureeee!!

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  11. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssss

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  12. quiero saber que pasaaaaa mass! esta re loca corin, encima habla como si fuera un hombre y es nena, jaja masssssssss!

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  13. mas nove mas nove mas nove mas nove mas nnove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nnove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas novemas nove mas nove mas nove mas nove mas nnove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove mas nove

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  14. nooo pobre rochi, ojala no le haya pasado nada, que peter se apureee!

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  15. corre peter correeee! ojala que no le pase nada a lali, ni a ana ni a los sobris, esta loquisima la minaa! masssss porfi

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  16. ayyy por favor maaaass no aguanto

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  17. llefue tarde pero igual voy a firmar bss noe

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