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domingo, 10 de febrero de 2013

Capitulo 50.

¡HOLA! ¡Subo Capitulo! Soy super buena eh, senti cosita por ustedes, porque si yo estuviera en su lugar estuviera muy, demaciado, anciosa por otro capitulo u.u asi que lo subo eh! Pero ya no subo, hasta mañana. Subo rapidisimo porque me voy a un asado. Se que estan confundidas por lo de Corin, pero explico: Corin y Leah son la misma persona, se que es dificil de entender, pero piensen en forma literal, ya en unos capitulos dira como fue todo(: ¡ya falta poquito para que se acabe la adaptacion!):
¡Hasta mañana!
¡Les mando muchos besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal
¡NO SE PIERDAN EL CAPITULO DE MAÑANA!



El lunes por la mañana, Peter estaba sentado en el departamento de policía de Warren, con la cabeza apoyada en las manos, repasando una y otra vez los archivos de Hammerstead. Los ordenadores del NCIC no habían resaltado ninguno de los nombres, de modo que Bernsen y él se limitaban simplemente a leer y releer, buscando algún detalle que encendiera una luz en su cabeza, y les proporcionara la pista que necesitaban.

Estaba allí, Peter estaba seguro. Lo que pasaba era que aún no lo habían encontrado. Sospechaba que ya sabía lo que era, porque experimentaba aquella insistente sensación en las tripas de que estaba pasando algo por alto. No lograba señalarlo con el dedo, pero estaba allí y tarde o temprano lo descubriría. Sólo albergaba la esperanza de que sucediera pronto, digamos que en el próximo minuto.

Aquel tipo odiaba a las mujeres. Seguramente no se llevaba bien con ellas, no le gustaría trabajar en su compañía. Tal vez hubiera en su archivo una nota acerca de una denuncia presentada por alguien, quizás una acusación de acoso sexual. Algo así debería haber saltado a la vista en el primer examen, pero era posible que dicha denuncia estuviera redactada de tal forma que no quedara expresado explícitamente lo del acoso sexual.

Ni Lali ni Rochi fueron a trabajar. Seguían juntas, aunque se habían trasladado de la casa de Rochi a la de Ana, junto con aquel ruidoso cocker spaniel que disparaba la alarma ante cualquier clase de intrusión, ya fuera un pájaro en el patio o alguien que subía andando por el camino de entrada. Temía que Lali quisiera pasar el día en su casa, dado que acababan de instalarle el nuevo sistema de alarma —bajo el ojo de águila de la señora Kulavich, que se estaba tomando muy en serio sus deberes de guardián— el sábado, mientras asistían al funeral de Eugenia. Estaba bien contar con un sistema de alarma, pero eso no detendría a un asesino empeñado en llevar a cabo su trabajo.

Pero Lali no quiso estar sola. Ella y Rochi permanecieron pegadas la una a la otra, impresionadas y desorientadas por lo que le había ocurrido a su estrecho círculo de amigas. Ya no le cabía ninguna duda a nadie de que había sido la Lista lo que había desencadenado aquella violencia, las comisarías de policía de la zona estaban formando un equipo especial para coordinar y trabajar en aquellos casos, ya que no había dos amigas del grupo que vivieran dentro de la misma jurisdicción.

Las cadenas informativas nacionales no cesaban de hablar del tema. « ¿Quién está matando a las Chicas de la Lista?», entonó una emisora. «El área de Detroit está sobrecogida por los violentos asesinatos de dos de las mujeres que confeccionaron la humorística y polémica Lista del Hombre Perfecto que trajo en jaque al país hace un par de semanas

Volvieron a acampar los periodistas frente al edificio de Hammerstead, con la intención de entrevistar a cualquier persona que conociera a las dos víctimas. El equipo especial hizo lo necesario para obtener copias de toda cinta grabada con una entrevista que pudieran tener los reporteros, por si acaso su hombre se rendía a su vanidad y deseaba verse en la televisión nacional llorando a sus dos «amigas».

También acudieron periodistas a la casa de Lali, pero se fueron al descubrir que no había nadie. Peter se imaginó que también habrían echado un vistazo a la casa de Rochi, y por ese motivo llamó a Ana y le dijo que pidiera a Lali y a Rochi que pasaran el día con ella. Ana estuvo más que contenta de complacerlo. Peter supuso que aquellos fisgones hablarían con unas personas que conocerían a otras y finalmente darían con Ana, pero al menos de momento Lali y Rochi no iban a ser molestadas.

Peter se frotó los ojos. Había conseguido dormir acaso un par de horas. La noche anterior tuvo que acudir a la escena de otro homicidio, un joven adolescente. Aquello se resolvió rápidamente con la detención del ex de la nueva novia del chico, que se había tomado como algo personal el hecho de que el chico le había dicho que se fuera a cagar hostias. No obstante, el papeleo siempre era un fastidio.

¿Dónde estaba el informe sobre la huella de zapato que habían encontrado en la casa de Lali? Normalmente no se tardaba tanto en recibir una respuesta. Registró su escritorio, pero nadie lo había dejado allí encima en su ausencia. A lo mejor se lo habían enviado a Bernsen, dado que en todo el papeleo ambos se hacían referencia el uno al otro. Antes de la muerte de Candela, no todo el mundo estaba convencido de que el allanamiento de la casa de Lali tuviera algo que ver con el asesinato de Eugenia, pero Bernsen y él sí lo estaban. Ahora, por supuesto, a nadie le cabía ya la menor duda.

Llamó a Roger.

— ¿Te ha llegado el informe sobre la huella de zapato?

—No lo he visto. ¿Quieres decir que tú tampoco lo tienes todavía?

—Pues no. El laboratorio debe de haberlo perdido. Voy a enviarles otra solicitud. —Maldita sea, pensó tras colgar el teléfono. Lo última que necesitaba ahora era un retraso. Tal vez aquella huella no fuera importante, pero tal vez el zapato fuera de los raros, tan poco habitual que alguien de Hammerstead podía decir: «Ah, sí, fulanito de tal usa de ésos. Le han costado una fortuna».

Volvió a los archivos, frustrado casi hasta el punto de desear romper algo. Lo tenía delante de sus narices, estaba seguro. Lo único que tenía que hacer era averiguarlo.

--

Pablo salió pronto del trabajo. Los acontecimientos del día anterior lo habían dejado tan aturdido que no podía concentrarse. Lo único que quería era recoger a Rochi en la casa de la hermana de Lali y llevársela a casa, donde él y no otro pudiera velar por ella.

No sabía por qué habían perdido el contacto el uno con el otro. No; sí lo sabía, de acuerdo. Aquel inocente coqueteo en el trabajo con Xandrea Conaway había empezado a parecer importante, y quizá no había sido tan inocente. ¿Cuándo había comenzado a comparar a Rochi y todo lo que ésta decía y hacía con Xandrea, que siempre iba bien vestida y nunca lo criticaba?

Naturalmente, Rochi no iba bien vestida cuando estaba en casa. Ni él tampoco. Para eso eran las casas, para relajarse y ponerse cómodo.

Entonces, ¿qué más daba que ella se quejara cuando él no sacaba la basura? Él se quejaba si Rochi dejaba maquillaje esparcido por todo el lavabo. Las personas que vivían juntas inevitablemente se sacaban de quicio la una a la otra en ocasiones. Aquello formaba parte del hecho de estar casado.

Estaba enamorado de Rochi desde los catorce años. ¿Cómo había perdido de vista aquel hecho, y lo que ambos poseían juntos? ¿Por qué había hecho falta el terror de comprender que de verdad había un asesino acechando a Rochi y a sus amigas para que él se diera cuenta de que si la perdía, se moriría?

No sabía cómo iba a poder compensarla por aquello. No sabía si Rochi siquiera le permitiría hacerlo.

Durante una semana más o menos, desde que ella adivinó que estaba encaprichado por Xandrea, se había distanciado de él. A lo mejor creía que le había sido infiel de hecho, aunque jamás dejó que la situación entre Xandrea y él llegase a desmandarse tanto. Se habían besado, sí, pero nada más.

Intentó imaginarse cómo se sentiría él si otro hombre besara a Rochi, y experimentó una sensación de malestar en el estómago. A lo mejor los besos no eran tan perdonables.

Era capaz de arrastrarse de rodillas por el suelo ante ella, con tal de que volviese a sonreírle como si le importara de nuevo.

La hermana de Lali vivía en una enorme casa colonial de dos plantas en St. Clair Shores. La puerta del garaje de tres plazas estaba cerrada, pero vio el potente todoterreno rojo de Peter aparcado en el camino de entrada. Estacionó a su lado y subió por el camino hasta la doble puerta principal de la casa, donde pulsó el timbre y esperó.

Lanzani salió a abrir la puerta. Pablo se fijó en que aún llevaba encima la pistola. Si él tuviera una, se dijo, probablemente la llevaría también, fuera legal o no.

— ¿Qué tal están? —preguntó en voz queda al entrar.

—Cansadas. Todavía les dura la impresión. Ana ha dicho que se han pasado el día durmiendo a ratos, así 
que supongo que anoche no durmieron gran cosa.

Pablo sacudió la cabeza en un gesto negativo.

—Se pasaron la mayor parte de la noche levantadas y hablando. Es curioso; no hablaron apenas del hijo de puta que ha hecho esto, ni de lo cerca que estuvo Lali la otra noche cuando ese tipo entró en su casa. Sólo hablaron de Candela y de Eugenia.

—Es como perder a dos miembros de la familia seguidos el uno del otro. Les va a llevar tiempo recuperarse de este golpe. —Peter se enfrentaba habitualmente al dolor; sabía que Lali se recuperaría, porque aquel espíritu combativo que poseía no se doblegaba, pero también sabía que era posible que necesitara semanas, tal vez incluso meses, para que aquella sombra de dolor desapareciera de sus ojos.

En una parte de la casa reinaba la normalidad. El marido de Ana, Federico, estaba viendo la televisión. Su hija adolescente, Stefanie, estaba en el piso de arriba hablando por teléfono, mientras que el niño de once años, Nicolás, se entretenía con videojuegos en el ordenador. Las mujeres estaban reunidas en la cocina — ¿por qué era siempre en la cocina?— charlando, bebiendo agua tónica y comiendo todas las golosinas que Ana tenía a mano.

Los arrebatos de dolor habían dejado pálidas a Lali y a Rochi, pero tenían los ojos secos. Rochi pareció sorprendida de ver a su marido.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —No parecía especialmente contenta de verlo.

—Quería estar contigo —respondió él—. Ya sé que estás cansada, por eso no quería que tuvieras que esperar hasta medianoche para ir a casa. Por no mencionar que Ana y su familia probablemente se irán a la cama mucho antes de esa hora.

Ana desechó aquel comentario con un gesto de la mano.

—No te preocupes por eso. Cuando los niños no tienen colegio, normalmente nos acostamos tarde.

— ¿Y los periodistas? —preguntó Rochi—. No vamos a poder disfrutar de paz si siguen invadiéndolo todo.

—Dudo que se queden allí para siempre —dijo Peter—. Les gustaría conseguir una entrevista, claro, pero ya obtendrán declaraciones de otras personas. Lo más probable es que, como hoy no habéis estado en casa, llamen por teléfono en vez de acampar fuera, en el jardín.

—En ese caso me gustaría irme a casa —dijo Rochi levantándose. Abrazó a Ana—. Un millón de gracias. Hoy nos has salvado la vida.

Ana le devolvió el abrazo.

—Cuando quieras. Vuelve mañana, si es que no vas a trabajar. Hagas lo que hagas, ¡no te quedes sola en casa!

—Gracias. Es posible que te tome la palabra, pero... creo que mañana voy a ir a trabajar. Regresar a la rutina me ayudará a quitarme cosas de la cabeza.

Lali dijo:

—Me parece que Peter y yo también vamos a irnos a casa. Tiene aspecto de estar tan cansado como yo.

— ¿Vas a ir mañana a trabajar? —quiso saber Rochi.

—No lo sé. Quizá. Ya te llamaré para decírtelo.

—Trilby —llamó Rochi, y el perro se levantó de un salto con los ojos chispeantes y agitando todo el cuerpo entusiasmado—. Vamos, pequeño, vámonos a casa.

Trilby ladró y se puso a saltar entre las piernas de Rochi. Pablo se agachó para acariciarlo, y él le lamió la mano.

— ¿Dónde está tu correa?:—preguntó, y el perro salió disparado a buscarla. Por lo general, las travesuras del chucho hacían reír a Rochi, pero esta noche no logró ni siquiera esbozar una sonrisa.

Durante todo el camino a casa, Rochi permaneció con la vista fija en la ventanilla.

—No tenías por qué haber salido temprano de trabajar —dijo—. Estoy bien.

—Quería estar contigo —repitió Pablo, y acto seguido aspiró profundamente. Preferiría tener aquella conversación una vez que hubieran llegado a casa, donde pudiera rodear a Rochi con sus brazos, pero quizá fuera éste el mejor momento; por lo menos ella no podía irse a ninguna parte—. Lo siento —dijo en voz baja.

Ella no lo miró.

— ¿Por qué?               

—Por ser un gilipollas; por ser un estúpido gilipollas. Te quiero más que a nada ni nadie en el mundo, y no puedo soportar la idea de perderte.

— ¿Y esa noviecita tuya? —Rochi hizo que aquella palabra sonara a inmadurez, como si él fuera un adolescente cachondo incapaz de ver más allá de su nariz.

Pablo acusó el golpe con un gesto.

—Ya sé que no me crees, pero te juro que no he sido tan idiota.

— ¿Exactamente cómo de idiota has sido?

Nunca le había permitido que se saliera con la suya en nada, recordó Pablo. Incluso en el instituto, Rochi lo acorralaba contra la pared si él trataba de evitar contarle lo que ella quería saber.

Manteniendo la vista fija en la carretera, porque tenía miedo de mirarla a ella, dijo:

—Idiota hasta el punto de coquetear. De darnos algún que otro beso. Pero nada más. Nunca.

— ¿Ni siquiera meterle mano? —El tono de Rochi indicaba que no se lo creía.

—Nunca —repitió él con firmeza—. Yo... Maldita sea, Rochi, no me parecía correcto, y no me refiero a algo físico. No era como tú. No sé, quizá dejé que me venciera el ego, porque me resultaba emocionante, pero no estaba bien y era consciente de ello.

— ¿Quién es exactamente esa mujer? —quiso saber Rochi.

Pronunciar su nombre le costó hasta la última gota de valor que tenía, porque el hecho de ponerle un nombre a aquella mujer la personalizaba, la convertía en algo real.

—Xandrea Conaway.

— ¿La conozco yo?

Pablo negó con la cabeza, y entonces se dio cuenta de que Rochi seguía sin mirarlo.

—No, creo que no.

—Xandrea —repitió ella—. Suena a nombre de cóctel.

Pablo se guardó mucho de decir nada agradable acerca de Xandrea. En lugar de eso dijo:

—Yo te quiero de verdad. Ayer, cuando te enteraste de lo de Candela y comprendí... —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva antes de poder continuar—. Cuando comprendí que estás en peligro, fue como si me hubieran dado una bofetada en la cara.

—Ser perseguida por un asesino psicópata llama mucho la atención —replicó ella secamente.

—Sí. —Pablo decidió jugarse el todo por el todo y preguntó—: ¿Quieres darme otra oportunidad?

—No sé —respondió Rochi, y a Pablo se le cayó el alma a los pies—. Ya te dije que no pensaba precipitarme ni hacer nada drástico, y no voy a hacerlo. En estos momentos mi atención está un tanto hecha añicos, así que creo que deberíamos aplazar esta conversación durante un tiempo.

De acuerdo, pensó Pablo. Aquello había sido un lanzamiento fallido, pero aún no estaba fuera de juego.

— ¿Puedo dormir contigo?

— ¿Te refieres a tener relaciones sexuales?

—No. Me refiero a dormir contigo. En nuestra cama. Me gustaría hacer el amor contigo, además, pero si tú no quieres eso, ¿me permitirás al menos dormir contigo?

Rochi reflexionó sobre ello tanto tiempo, que Pablo empezó a pensar que había vuelto a hacer un lanzamiento fallido. Por fin Rochi dijo:

—Está bien.

Dejó escapar un suspiro de alivio. No era que Rochi estuviera rebosante de entusiasmo, pero tampoco le estaba dando una patada. Era una oportunidad. Llevaban un montón de años juntos, y eso era lo que los estaba manteniendo unidos cuando otras parejas que carecían de una larga historia juntas tal vez ya se hubieran separado. No podía esperar deshacer en una sola noche todo el daño que había acumulado a lo largo de los dos últimos años.

Pero ella había aguantado a su lado, de modo que no iba a abandonar ahora, por muy hosca que se mostrase Rochi ni por mucho que le costase a él convencerla de que la quería. Lo más importante era mantenerla con vida, aunque después lo abandonara a él. No tenía idea de si podría soportar perderla, pero de lo que estaba seguro era de que no podría soportar enterrarla.

4 comentarios:

  1. hayy lo ultimo q penso pablo de enterrarla me mato!
    yo no sabri como pensar o actuar me encanta rochi
    maasss ♥
    me da mucha pena la situacion

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  2. Holaaa :)
    Me tengo que poner al dia con tu nove :( ya lo voy hacer! Oye volvimos a colgar y ya no hablamos mas! :/ Cuando me conecte te hablo ;)
    paso a contarte que comenzaré a subir en un nuevo blog http://amorisallyouneed.blogspot.com.ar/ mis novelas, las que escribo yo :) estoy por empezar a subir "Ciegamente Enamorados" Ojala te pases un beso

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  3. bueno, al parecer pablo cayo en la cuenta de lo q esta pasando, era horaaaaaaaaaaaaaaaaaa....
    besos

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  4. claro nadie sabe lo que tiene asta que esta a punto de perderlo o cuando ya lo pierde menos mal q pablo se dio cuenta antes de q la pierda bss noe

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