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sábado, 26 de enero de 2013

Capitulo 36.

¡Hola! Pues despues de mucha tarea, he terminado. Y como prometi aqui les dejo otro capitulo, ¡No se pierdan los siguientes capitulos! Les advierto(: Mañana no se si podre subir u.u pero si lo hago sera ya hasta en la noche, y si no, nos vemos hasta el lunes. Algunas me dicen que haga "Maraton" pero es que orita saldre, y no regresare hasta mañana ya en la tardecita): por eso no hago maraton, perdon.
¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal




Estaba hiperventilando. Rochi y Cande la miraban fijamente.

— ¿Qué sucede? —le preguntó Cande, alarmada.

—Es que se me acaba de ocurrir una idea horrible —susurró Lali—. ¿Y si ese chiflado es el que ha matado a Eugenia? ¿Y si va detrás de todas nosotras?

Dos expresiones gemelas de puro horror se dibujaron en las caras de Rochi y Cande.

—No puede ser —dijo Cande en un instantáneo rechazo.

— ¿Por qué no?

— ¿Por qué no? Porque es impensable. Esas cosas no ocurren. Bueno, quizá les ocurra a los famosos, pero no a la gente normal.

—A Eugenia la han asesinado —dijo Lali, todavía incapaz de imprimir mucho volumen a su voz—. ¿Es normal eso? —Se estremeció—. A las llamadas recibidas en casa no les he concedido mucha importancia, pero tienes razón, Rochi, ¿cómo habrá conseguido el número de tu móvil? Estoy segura de que existen maneras de averiguarlo, pero la mayoría de la gente no sabe cómo. ¿Nos estarán acechando?

De nuevo las dos la miraron fijamente.

—Ahora sí que estoy asustada —dijo Cande al cabo de unos instantes—. Tú vives sola, yo también, Pablo no llega a casa casi hasta la medianoche, y Eugenia estaba sola.

— ¿Pero cómo iba a saber él eso? Quiero decir que Bruck vivía con ella justo hasta el día antes —protestó Rochi.

Su intuición le provocó a Lali otra punzada en el estómago. Creyó que iba a enfermar.

—Lo decía el periódico... «no había señales de que hubieran forzado la entrada». Y oí a Peter hablar por teléfono. Creían que había sido Bruck porque era su novio y tenía una llave, pero no fue Bruck, de modo que ahora creen que fue alguien a quien Eugenia conocía. Lo dejó pasar y él la mató. —Tragó saliva—. Es alguien al que conocemos todas.

—Oh, Dios mío. — Cande se tapó la boca con ambas manos, con los ojos agrandados por el horror.

Rochi dejó caer su trozo de pizza. Ella también parecía trastornada y aterrorizada de pronto. Probó con una risita temblorosa.

—Nos estamos asustando solas, como si fuéramos niñas contando historias de miedo alrededor de un fuego de campamento.

—Estupendo. Si tenemos miedo, pondremos más cuidado. Yo voy a llamar a Peter en cuanto regrese a la oficina...

Rochi sacó el teléfono móvil del bolso y lo encendió.

—Ten —le dijo, tendiéndoselo a Lali por encima de la mesa—. Llámalo ahora.

Lali hurgó en su bolso en busca del papelito en que había anotado los dos números de Peter. Le temblaban las manos mientras marcaba el primero de ellos. Se estableció la conexión y oyó un timbre. Dos. Tres veces...

—Lanzani.

Aferró el pequeño teléfono con las dos manos.

—Soy Lali. Peter... tenemos miedo. Todas hemos recibido llamadas de un chiflado desde que apareció la Lista, pero no lo he mencionado porque ese tipo no nos amenazaba ni nada de eso, sólo nos pregunta cuál de las cuatro somos, ya sabes, A, B, C o D. Pero es que acaba de llamar a Rochi al móvil y ha mencionado el nombre de Eugenia. ¿Cómo habrá conseguido el número de Rochi? El teléfono está a nombre de su marido, así que ¿cómo va a saber él que es Rochi la que lleva el móvil y no Pablo? Te oí decir a ti que probablemente Eugenia conocía a su asesino y lo dejó entrar en casa, y el que ha llamado a Rochi la conoce, porque de no ser así no tendría su número, y ya sé que parezco histérica, pero es que estoy asustada y quisiera que tú me dijeras que me estoy dejando llevar por la imaginación…

— ¿Dónde estás? —preguntó él en voz baja.

—En Railroad Pizza. Por favor, dime que me estoy dejando dominar por la imaginación.

—Creo que tienes que contratar el servicio de Identificación de Llamadas —repuso Peter en un tono todavía demasiado tranquilo—. Si Rochi y Cande no lo tienen, diles que lo contraten. Hoy mismo. Llamad a la compañía telefónica desde el trabajo para que empiecen ya y de camino a casa compraos los aparatos.

Ella aspiró profundamente.

—De acuerdo. Identificación de Llamadas.

— ¿Tienes un teléfono móvil? ¿O Cande?

—No, sólo Rochi.

—Las dos necesitáis tener uno para llevarlo encima todo el tiempo, para que contéis con una forma de pedir ayuda si no podéis acceder a un teléfono fijo. Y quiero decir encima, en el bolsillo, no en el bolso ni en el coche.

—Teléfonos móviles. De acuerdo. —Iban a hacer varias paradas de camino a casa, pensó.

— ¿A alguna de vosotras os ha sonado familiar esa voz?

—No, habla en susurros, pero es como un susurro fuerte. Suena gracioso.

— ¿Habéis notado algún ruido de fondo fácil de identificar?

Lali pasó la pregunta a Rochi y a Cande. Ellas negaron con la cabeza.

—No, nada.

—Está bien. ¿Dónde viven Rochi y Cande?

Lali le proporcionó sus direcciones. Rochi vivía en Mount Clemens, Cande en Royal Oak, ambas localidades situadas en la zona norte de Detroit.

Peter lanzó un juramento.

—Royal Oak está en el condado de Oakland. Eso  supone cuatro departamentos distintos en dos condados distintos que habrá que tener vigilados.

— ¿No tenías que decirme que estoy loca? —dijo Lali con voz temblorosa, aunque de algún modo sabía que él no se lo iba a decir.

—Eugenia ha muerto —replicó Peter sin ambages—. Las cuatro habéis recibido el mismo tipo de llamada de un maniático. ¿Quieres seguir pensando que se trata de una coincidencia?

Dicho así, a lo mejor no estaba tan loca. Respiró hondo.

— ¿Qué hemos de hacer?

—Di a Rochi y a Cande que hasta que descubramos quién está haciendo esas llamadas, no dejen entrar a nadie en casa excepto a sus familiares, que no se suban a un coche con nadie excepto sus familiares, ni siquiera aunque tengan una avería y alguien se ofrezca a llevarlas. Que mantengan cerradas puertas y ventanas, y que si alguna de ellas tiene un garaje de puerta automática, se cerciore de que no entra nadie cuando se levanta la puerta.

— ¿Cuánto tiempo se tardará en dar con ese chiflado?

—Depende. Si el que está haciendo esas llamadas no es más que un jodido imbécil, es posible que el servicio de Identificación de Llamadas le eche el guante, a él o al número desde el que llama. Si no, te pincharemos el teléfono.

—Pero si es un jod... —Se interrumpió antes de pronunciar la palabra—. Si es un ya sabes qué, ¿cómo ha conseguido el número de móvil de Rochi?

—Como has dicho tú. La conoce.

-.-

Cuando Rochi estacionó enfrente de Hammerstead, todas observaron el gran edificio de ladrillo.

—Es probable que sea alguien que trabaja aquí—dijo Rochi.

—Casi tendría que ser eso —dijo Cande—. Algún tipejo al que le parece divertido meternos miedo.

—Peter dijo que no debíamos creer en las coincidencias. Hasta que sepamos a qué atenernos, deberíamos suponer que el tipo que está haciendo las llamadas es el mismo que ha matado a Eugenia.

—No puedo creer que estemos trabajando con un asesino —dijo Rochi débilmente—. Es que no puedo. Me resulta demasiado increíble. Tipejos, sí que los hay. No tenéis más que fijaros en Bennett Trotter. Eugenia no podía ni verlo.

—Ni nosotras. —Bennett Trotter era oficialmente el tío capullo del lugar. Un fugaz recuerdo hizo que Jaine frunciera el ceño al intentar ubicarlo—. La tarde en que elaboramos la lista... Acordaos, ¿Eugenia no nos estaba contando que Kellman le había tocado el culo? ¿No fue Bennett el que comentó algo después?

—Creo que sí —dijo Rochi dubitativa—. No lo recuerdo exactamente.

—Yo, sí —replicó Cande—. Bennett dijo algo acerca de aceptar el lugar de Kellman si Eugenia estaba tan necesitada.

—Es un gilipollas, pero no me lo imagino asesinando a nadie —dijo Rochi sacudiendo la cabeza. —Lo cierto es que no lo sabemos, así que tenemos que suponer que todo el mundo es culpable. Cuando Peter averigüe quién ha estado haciendo esas llamadas, si el que sea tiene una coartada, podremos relajarnos. 
Hasta ese momento, estamos en guardia con todo el mundo.

Lali sintió deseos de sacudir a Rochi. No parecía darse cuenta de que ellas también podían correr peligro. Probablemente no era así; esperaba que no  fuera así. Pero todo aquello de la última llamada telefónica llevaba las llamadas de aquel chiflado a otro nivel, y ella sentía una profunda inquietud. Una parte de ella estaba de acuerdo con Rochi; aquella suposición era demasiado fantástica, demasiado increíble. Simplemente estaba permitiendo que la dominase su imaginación. Otra parte de su cerebro, más primitiva, le decía que Eugenia estaba muerta, que había sido asesinada, y que el que la había matado seguía andando por allí. Aquello parecía aún más increíble que lo anterior, y sin embargo era cierto.
Probó con otra táctica.

—Si Peter opina que deberíamos ser mucho más cuidadosas, para mí es suficiente. Él sabe mucho más que nosotras de estas cosas.

—Eso es verdad —dijo Rochi —. Si él está preocupado, deberíamos hacer lo que nos ha dicho.

Lali puso los ojos en blanco mentalmente. Después de que ella le explicó los hechos a Peter por primera vez, Rochi, Cande y hasta Ana habían empezado a actuar como si él fuera el gran jefazo. Bueno, daba igual lo que fuera, con tal de que funcionara; lo importante era que tenían que ser precavidas.

Entraron juntas en el edificio y después se separaron para dirigirse a sus distintos departamentos. Obedeciendo las instrucciones de Peter, Lali llamó a la compañía telefónica para contratar el servicio de Identificación de Llamadas y todos los demás accesorios, incluido el desvío de llamadas. Se le ocurrió que tal vez le resultara práctico poder transferir sus llamadas entrantes, digamos, a casa de Peter.

-.-

Peter llamó al detective Bernsen.

—Roger, me dicen las tripas que tenemos un problema mayor de lo que creíamos.

— ¿Cómo es eso?

—Ya sabes que la señorita Suarez era una de las Chicas de la Lista, ¿verdad?

—Sí. ¿Qué pasa con eso, aparte de suponer un poco de carnaza para los periodistas?

—Resulta que las cuatro han estado recibiendo llamadas extrañas de un mismo individuo. Les pregunta cuál de las cuatro son.

— ¿Cuál de las cuatro?

—Sí. ¿Has leído la Lista?

—No he tenido ese placer. Por desgracia, mi mujer me ha citado algunas partes.

—Las cuatro mujeres aparecen identificadas como A, B, C y D. De manera que ese tipo les pregunta cuál de ellas es cada una, como si le resultara importante. Hoy, mientras almorzaban, ese tipo llamó al teléfono móvil de Rochi y le formuló la pregunta de siempre, y luego mencionó el nombre de la señorita Suarez. Sin amenazas ni nada parecido, tan sólo el nombre.

—Mmnn —contestó Roger, lo cual significaba que estaba pensando.

—El móvil de Rochi está a nombre del marido, por eso la mayoría de la gente piensa que lo lleva él. Este tipo no sólo sabía el número, sino también que es Rochi la que lleva el móvil.

—Así que conoce a las chicas o conoce al marido.

— ¿Por qué iba un marido a dar el número del teléfono móvil de su mujer a otro hombre?

—Buena pregunta. De acuerdo, el que llama conoce a las chicas. Mmnn.

—Es muy posible que Eugenia Suarez conociera al asesino. Le abrió la puerta y lo dejó pasar, ¿no es así?

—Así es. Tenía una mirilla en la puerta. Podía ver al que llamase al timbre.

—El chiflado de las llamadas disfraza la voz, habla sólo en susurros.

—Lo cual quiere decir que si hablara normalmente podrían reconocer su voz. ¿Tú crees que el de las llamadas y el asesino son la misma persona?

—De lo contrario sería una enorme coincidencia.

—Hijo de puta. —Al igual que la mayoría de los policías, Roger no creía en las coincidencias—. ¿De qué las conoce a todas ellas ese tipo? ¿Trabajan juntas o algo así?

—Sí, en Hammerstead Technology, justo al salir de la I-696 en Southfield. Es probable que él también trabaje allí.

—Se trata de alguien que tiene acceso a su información personal. Eso debería estrechar la búsqueda.

—Hammerstead fabrica tecnología informática. Allí hay mucha gente que sabría cómo acceder a los archivos del personal.

—No podría ser fácil, ¿no? —preguntó Roger con cautela.

—Las tripas me dicen que lo ha provocado algo de esa Lista y que va a ir detrás de las otras tres chicas.

—Dios. Puede que tengas razón. ¿Tienes los nombres y las direcciones de ellas?

—Rocio Igarzabal, Mount Clemens, su marido se llama Pablo. Candela Vetrano, Royal Oak, está soltera y vive sola. —Entregó a Roger las direcciones—. Lali Esposito, la tercera, es mi vecina de al lado. También está soltera.

—Mmnn. ¿Es esa amiga tuya?

—Sí.

—O sea, que estás saliendo con una de las Chicas de la Lista. Tío, eso es tener pelotas. —Roger cayó en la cuenta de su propio chiste y rompió a reír.

—No tienes ni idea. —Peter sonrió abiertamente al pensar en Lali y en su barbilla terca con aquella diminuta hendidura, y en sus leves hoyuelos de las mejillas y aquellos ojos cafés y chispeantes. Lali atacaba la vida, más que dejar que le viniera simplemente; nunca había conocido a nadie que fuera tan irritante, graciosa y aguda. Tenía planes importantes respecto a ella, el más inmediato de todos llevársela a la cama. Por nada del mundo iba a consentir que le ocurriera nada, aunque para ello tuviera que abandonar su trabajo y convertirse en su guardaespaldas durante las veinticuatro horas del día.

—Está bien, si estás en lo cierto, al menos tenemos un sitio por dónde empezar —dijo Roger, regresando rápidamente al tema—. Hammerstead Technology. Me informaré sobre cómo acceder a los archivos del personal para ver lo que cae del árbol, pero si has acertado en lo de los locos de la informática, esto podría llevarnos bastante tiempo. Oficialmente, no sé qué podemos hacer para mantener a salvo a las chicas. Estás hablando de cuatro localidades diferentes...

—Y dos condados. Ya lo sé. —El follón administrativo iba a ser un incordio. A Peter le dolía la cabeza sólo de pensarlo.

—De forma no oficial, sacaremos algo en limpio. Pediremos favores, tal vez logremos que algunos individuos se presten voluntarios para hacer de perros guardianes. Las chicas saben ya que tienen que actuar con cautela, ¿no es así?

—Se supone que hoy mismo tienen que contratar el servicio de Identificación de Llamadas y hacerse con un teléfono móvil. También les he dicho que no dejen entrar a nadie que no sea su familia, que no acepten que nadie las lleve en coche. No quiero que ese hijo de puta consiga acercarse a ellas lo más mínimo.

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