¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal
Consiguió reprimir el grito, de modo que lo que salió fue
poco más que un quejido, pero dio un salto hacia delante y a punto estuvo de
chocar contra una pila de latas de comida para gatos. Giró en redondo y
rápidamente situó el carrito entre ella y el intruso. Entonces lo miró con
expresión de alarma.
—Perdone —le dijo—, pero no lo conozco. Debe de haberme
confundido con otra persona.
Peter frunció el ceño. Algunos clientes los observaban con
agudo interés; por lo menos una señora parecía tener la intención de llamar a
la policía si él realizaba un movimiento equivocado.
—Muy graciosa —gruñó Peter, y a continuación se quitó
lentamente la chaqueta para dejar ver la funda que llevaba en el cinturón y la
enorme pistola negra que guardaba ésta. Como también llevaba la placa
identificativa sujeta al cinturón, la tensión de las miradas en el pasillo
siete fue reduciéndose conforme la gente murmuraba: «Es policía».
—Márchate —dijo Lali—. Estoy ocupada.
—Ya lo veo. ¿Qué es esto, las Quinientas Millas del
Supermercado? Llevo cinco minutos persiguiéndote por los pasillos.
—Nada de eso —replicó Lali consultando su reloj—. No llevo
aquí cinco minutos.
—Vale, pues tres. Vi esa flecha roja que pasaba volando por
Van Dyke y di la vuelta para seguirla, pues supuse que eras tú.
— ¿Llevas el coche equipado con radar?
—He venido con mi todoterreno, no con un coche municipal.
—Entonces no puedes demostrar a qué velocidad circulaba yo.
—Maldita sea, no iba a ponerte una multa —dijo él, molesto—.
Aunque si no disminuyes la velocidad, voy a llamar a un patrullero para que
haga los honores.
— ¿Así que has venido aquí para acosarme?
—No —contestó él con paciencia exagerada—. He venido porque
he estado fuera y quería saber cómo iban las cosas.
— ¿Fuera? —repitió Lali abriendo los ojos todo lo que daban
de sí—. No tenía idea.
Peter hizo rechinar los dientes. Lali lo sabía porque vio
cómo movía la mandíbula.
—Está bien, debería haber llamado. —Aquello sonó como si se
lo hubieran arrancado dolorosamente de las entrañas.
— ¿Ah, sí? ¿Y por qué?
—Porque somos...
— ¿Vecinos? —propuso ella al ver que Peter no encontraba la
palabra que buscaba. Estaba empezando a divertirse, por lo menos tanto como era
posible teniendo en cuenta que tenía los ojos cansados por falta de sueño.
—Porque entre nosotros hay cierta cosa. —La miró con gesto
hosco. No parecía en absoluto contento con aquella «cosa».
— ¿Cosa? Yo no hago «cosas».
—Ésta la harás —dijo él para sí, pero Lali lo oyó de todos
modos y justo estaba abriendo la boca para contestarle cuando un niño, quizá de
unos ocho años, se le acercó y le metió entre las costillas una arma láser de
plástico haciendo unos ruiditos de descargas eléctricas cada vez que apretaba
el gatillo.
—Estás muerta —dijo el niño victorioso.
En eso llegó su madre a toda prisa con gesto de preocupación
e impotencia.
— ¡Damián, deja eso! —Sonrió al niño de forma que fue poco
más que una mueca—. No molestes a las personas amables.
—Cállate —respondió el pequeño maleducado—. ¿No ves que son
unos Terrón de Vaniot?
—Lo siento —dijo la madre intentando llevarse a su retoño—.
Damián, si no obedeces te castigaré cuando volvamos a casa.
Lali no pudo resistirse a poner los ojos en blanco. El niño
volvió a pincharla en las costillas.
— ¡Ay!
El niño hizo de nuevo aquellos ruiditos eléctricos,
disfrutando enormemente con la incomodidad de ella. Lali compuso una gran
sonrisa y se inclinó hacia el querido Damián, y entonces le dijo con voz de lo
más alienígena:
—Oh, mira, un pequeño terrícola. —Se irguió y ordenó a Peter
con una mirada de autoridad—: Mátalo.
Damián se quedó con la boca abierta. Abrió los ojos como si
fueran balones de fútbol al fijarse en la enorme pistola que lucía Sam en el
cinturón. De su boca abierta comenzaron a salir una serie de grititos que
recordaban a una alarma de incendios.
Peter juró para sus adentros, agarró a Lali del brazo y
empezó a tirar de ella medio corriendo hacia la entrada del supermercado. Ella
logró rescatar su bolso del carrito al pasar por delante de él.
— ¡Eh, mi compra! —protestó.
—Ya podrás pasarte aquí otros tres minutos mañana para
hacerla —replicó Peter con violencia contenida
—. En este momento estoy
intentando evitar que te detengan.
— ¿Por qué razón? —preguntó ella indignada mientras Peter la
arrastraba al otro lado de las puertas automáticas. La gente volvía la cabeza
para mirarlos, pero la mayoría se sentía atraída por los chillidos de Damián en
el pasillo siete.
— ¿Qué te parece por amenazar con matar a un niño y provocar
un altercado?
— ¡Yo no he amenazado con matarlo! Simplemente te lo he
ordenado a ti. —Le costaba seguirle el ritmo; la falda larga que llevaba no
estaba hecha para correr. Él la obligó a darse la vuelta al doblar la esquina
del edificio, fuera de la vista, y la aplastó contra la pared.
—No puedo creer que me haya perdido esto —dijo en tono
provocativo.
Lali lo miró furiosa y no dijo nada.
—He estado en Lansing —rugió Peter, inclinándose de tal modo
que su nariz casi tocaba la de Lali—. En una entrevista para un empleo del
estado.
—No me debes ninguna explicación.
Él se irguió y volvió la vista hacia el cielo, como si
pidiera socorro al Todopoderoso. Lali decidió hacer una concesión.
—De acuerdo, una llamada telefónica no habría sido demasiado
pedir…
Peter dijo algo para sí. Lali se imaginó bastante bien de
qué se trataba, pero por desgracia él no pagaba dinero por cada taco que
pronunciaba. Si así fuera, a ella le habría tocado la lotería.
Lo agarró de las orejas, le bajó la cabeza y lo besó.
Así, sin más, Peter la tuvo aprisionada contra la pared,
abrazándola tan estrechamente que ella apenas podía respirar, pero la necesidad
de respirar no ocupaba el primer puesto de su lista de prioridades en aquel
momento. Sentirlo contra ella, saborearlo... Eso era lo importante. Llevaba la
pistola en el cinturón, de manera que comprendió que no era aquello lo que la
estaba presionando en el estómago. Se agitó un poco contra ello para
asegurarse. No, definitivamente no era una pistola.
Peter tenía la respiración acelerada cuando levantó la
cabeza.
—Siempre eliges los lugares más inoportunos —dijo mirando
alrededor.
— ¿Que los elijo yo? Yo estaba tan tranquila, ocupada en mis
asuntos, haciendo un poco de compra, cuando fui atacada no por uno, sino por
dos maníacos...
— ¿No te gustan los niños?
Lali parpadeó.
— ¿Qué?
— ¿No te gustan los niños? Querías que matase a ése.
—Me gustan casi todos los niños —replicó ella en tono
impaciente—, pero ése no. Me ha hecho daño en las costillas.
—Yo te estoy haciendo daño en el estómago.
Ella le dedicó una dulce sonrisa que lo hizo estremecerse.
—Sí, pero tú no estás usando una pistola láser de plástico.
—Vámonos de aquí —dijo Peter con aire desesperado, y tiró de
Lali en dirección a su coche.
holos vale la pena esperar estubo muy bueno el cap no te procupes a mi me pasa tambien con mi internet es medio frustrante pero q se le va hacer noe
ResponderEliminarjajaaja esta nove me encanta
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