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miércoles, 16 de enero de 2013

Capitulo 25.

¡Hola despues de tanto tiempo! Realmente lamento no haber subido el lunes u.u porque aca estamos en pleno invierno, y la internet falla, va y viene, va y viene, y orita tengo oportunidad de subir asi que lo hago, orita ya edito el otro capitulo y lo subo(: ¡Gracias a las chicas que siempre firman, encerio, son grosas!
¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal

Consiguió reprimir el grito, de modo que lo que salió fue poco más que un quejido, pero dio un salto hacia delante y a punto estuvo de chocar contra una pila de latas de comida para gatos. Giró en redondo y rápidamente situó el carrito entre ella y el intruso. Entonces lo miró con expresión de alarma.

—Perdone —le dijo—, pero no lo conozco. Debe de haberme confundido con otra persona.

Peter frunció el ceño. Algunos clientes los observaban con agudo interés; por lo menos una señora parecía tener la intención de llamar a la policía si él realizaba un movimiento equivocado.

—Muy graciosa —gruñó Peter, y a continuación se quitó lentamente la chaqueta para dejar ver la funda que llevaba en el cinturón y la enorme pistola negra que guardaba ésta. Como también llevaba la placa identificativa sujeta al cinturón, la tensión de las miradas en el pasillo siete fue reduciéndose conforme la gente murmuraba: «Es policía».

—Márchate —dijo Lali—. Estoy ocupada.

—Ya lo veo. ¿Qué es esto, las Quinientas Millas del Supermercado? Llevo cinco minutos persiguiéndote por los pasillos.

—Nada de eso —replicó Lali consultando su reloj—. No llevo aquí cinco minutos.

—Vale, pues tres. Vi esa flecha roja que pasaba volando por Van Dyke y di la vuelta para seguirla, pues supuse que eras tú.

— ¿Llevas el coche equipado con radar?

—He venido con mi todoterreno, no con un coche municipal.

—Entonces no puedes demostrar a qué velocidad circulaba yo.

—Maldita sea, no iba a ponerte una multa —dijo él, molesto—. Aunque si no disminuyes la velocidad, voy a llamar a un patrullero para que haga los honores.

— ¿Así que has venido aquí para acosarme?

—No —contestó él con paciencia exagerada—. He venido porque he estado fuera y quería saber cómo iban las cosas.

— ¿Fuera? —repitió Lali abriendo los ojos todo lo que daban de sí—. No tenía idea.

Peter hizo rechinar los dientes. Lali lo sabía porque vio cómo movía la mandíbula.

—Está bien, debería haber llamado. —Aquello sonó como si se lo hubieran arrancado dolorosamente de las entrañas.

— ¿Ah, sí? ¿Y por qué?

—Porque somos...

— ¿Vecinos? —propuso ella al ver que Peter no encontraba la palabra que buscaba. Estaba empezando a divertirse, por lo menos tanto como era posible teniendo en cuenta que tenía los ojos cansados por falta de sueño.

—Porque entre nosotros hay cierta cosa. —La miró con gesto hosco. No parecía en absoluto contento con aquella «cosa».

— ¿Cosa? Yo no hago «cosas».

—Ésta la harás —dijo él para sí, pero Lali lo oyó de todos modos y justo estaba abriendo la boca para contestarle cuando un niño, quizá de unos ocho años, se le acercó y le metió entre las costillas una arma láser de plástico haciendo unos ruiditos de descargas eléctricas cada vez que apretaba el gatillo.

—Estás muerta —dijo el niño victorioso.

En eso llegó su madre a toda prisa con gesto de preocupación e impotencia.

— ¡Damián, deja eso! —Sonrió al niño de forma que fue poco más que una mueca—. No molestes a las personas amables.

—Cállate —respondió el pequeño maleducado—. ¿No ves que son unos Terrón de Vaniot?

—Lo siento —dijo la madre intentando llevarse a su retoño—. Damián, si no obedeces te castigaré cuando volvamos a casa.

Lali no pudo resistirse a poner los ojos en blanco. El niño volvió a pincharla en las costillas.

— ¡Ay!

El niño hizo de nuevo aquellos ruiditos eléctricos, disfrutando enormemente con la incomodidad de ella. Lali compuso una gran sonrisa y se inclinó hacia el querido Damián, y entonces le dijo con voz de lo más alienígena:

—Oh, mira, un pequeño terrícola. —Se irguió y ordenó a Peter con una mirada de autoridad—: Mátalo.

Damián se quedó con la boca abierta. Abrió los ojos como si fueran balones de fútbol al fijarse en la enorme pistola que lucía Sam en el cinturón. De su boca abierta comenzaron a salir una serie de grititos que recordaban a una alarma de incendios.

Peter juró para sus adentros, agarró a Lali del brazo y empezó a tirar de ella medio corriendo hacia la entrada del supermercado. Ella logró rescatar su bolso del carrito al pasar por delante de él.

— ¡Eh, mi compra! —protestó.

—Ya podrás pasarte aquí otros tres minutos mañana para hacerla —replicó Peter con violencia contenida

—. En este momento estoy intentando evitar que te detengan.

— ¿Por qué razón? —preguntó ella indignada mientras Peter la arrastraba al otro lado de las puertas automáticas. La gente volvía la cabeza para mirarlos, pero la mayoría se sentía atraída por los chillidos de Damián en el pasillo siete.

— ¿Qué te parece por amenazar con matar a un niño y provocar un altercado?

— ¡Yo no he amenazado con matarlo! Simplemente te lo he ordenado a ti. —Le costaba seguirle el ritmo; la falda larga que llevaba no estaba hecha para correr. Él la obligó a darse la vuelta al doblar la esquina del edificio, fuera de la vista, y la aplastó contra la pared.

—No puedo creer que me haya perdido esto —dijo en tono provocativo.

Lali lo miró furiosa y no dijo nada.

—He estado en Lansing —rugió Peter, inclinándose de tal modo que su nariz casi tocaba la de Lali—. En una entrevista para un empleo del estado.

—No me debes ninguna explicación.

Él se irguió y volvió la vista hacia el cielo, como si pidiera socorro al Todopoderoso. Lali decidió hacer una concesión.

—De acuerdo, una llamada telefónica no habría sido demasiado pedir…

Peter dijo algo para sí. Lali se imaginó bastante bien de qué se trataba, pero por desgracia él no pagaba dinero por cada taco que pronunciaba. Si así fuera, a ella le habría tocado la lotería.

Lo agarró de las orejas, le bajó la cabeza y lo besó.

Así, sin más, Peter la tuvo aprisionada contra la pared, abrazándola tan estrechamente que ella apenas podía respirar, pero la necesidad de respirar no ocupaba el primer puesto de su lista de prioridades en aquel momento. Sentirlo contra ella, saborearlo... Eso era lo importante. Llevaba la pistola en el cinturón, de manera que comprendió que no era aquello lo que la estaba presionando en el estómago. Se agitó un poco contra ello para asegurarse. No, definitivamente no era una pistola.

Peter tenía la respiración acelerada cuando levantó la cabeza.

—Siempre eliges los lugares más inoportunos —dijo mirando alrededor.

— ¿Que los elijo yo? Yo estaba tan tranquila, ocupada en mis asuntos, haciendo un poco de compra, cuando fui atacada no por uno, sino por dos maníacos...

— ¿No te gustan los niños?

Lali parpadeó.

— ¿Qué?

— ¿No te gustan los niños? Querías que matase a ése.

—Me gustan casi todos los niños —replicó ella en tono impaciente—, pero ése no. Me ha hecho daño en las costillas.

—Yo te estoy haciendo daño en el estómago.

Ella le dedicó una dulce sonrisa que lo hizo estremecerse.

—Sí, pero tú no estás usando una pistola láser de plástico.

—Vámonos de aquí —dijo Peter con aire desesperado, y tiró de Lali en dirección a su coche.

2 comentarios:

  1. holos vale la pena esperar estubo muy bueno el cap no te procupes a mi me pasa tambien con mi internet es medio frustrante pero q se le va hacer noe

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