¡Hola, buenas tardes! Aqui les dejo otro capitulo de la adaptacion, espero que les este gustando. Hasta mañana.¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal
El teléfono estaba sonando. Lali dudaba entre contestar o
no. No podía tratarse de más reporteros, dado que Eugenia ya les había dado la
historia que buscaban, pero teniendo en cuenta la hora que era, seguro que
quien llamaba era alguien que la conocía y que acababa de oír su nombre por
televisión y deseaba hablar con ella, como si sus quince minutos de dudosa fama
pudieran de algún modo influir en él por asociación. Lali no deseaba hacer un
refrito de la maldita lista; lo único que deseaba era que desapareciera para
siempre.
Por otra parte, podría tratarse de Cande, Rochi o Euge.
Por fin lo cogió al séptimo timbre, preparada para adoptar
un acento italiano y fingir que era otra persona.
— ¿Cómo has podido hacerme esto? —le espetó Patricio, su
hermano.
Lali parpadeó, intentando cambiar de chip. Dios, ¿es que
nunca iba a superar el hecho de que no le hubieran ofrecido a él la custodia
temporal del coche de papá?
—Yo no te he hecho nada. No es culpa mía que papá haya
querido dejar aquí el coche. Yo preferiría que lo tuvieras tú, créeme, porque
ahora tengo que aparcar el mío en el camino de entrada en vez del garaje.
— ¡No estoy hablando del coche! —replicó Patricio
chillando—. ¡Es por lo que ha salido en televisión!
¿Qué voy a parecer yo ahora?
Aquello se estaba distorsionando. Lali pensó a toda
velocidad, en un intento de buscar una forma en que aquel asunto afectase a
Patricio, pero lo único que se le ocurrió fue que tal vez él no cumpliera todas
las condiciones de la lista y no quisiera que Ornella supiera que había condiciones.
Hablar de los atributos físicos de su hermano no era algo que deseara hacer.
—Estoy segura de que Ornella no va a ponerse a hacer
comparaciones —dijo lo más diplomáticamente posible—. Er... Tengo una olla al
fuego, y necesito...
— ¿Ornella? —exclamó él—. ¿Qué tiene ella que ver con esto?
No estarás diciendo que está implicada en... en todo esto de la lista.
Cada vez más distorsionado. Lali se rascó la cabeza.
—Me parece que no sé de qué estás hablando —dijo por fin.
— ¡De lo que ha salido por televisión!
— ¿Qué pasa con eso? ¿Cómo te afecta a ti?
— ¡Les has dado tu nombre! Si te hubieras casado, no
conservarías el apellido Esposito, pero no, tienes que continuar soltera para
que tu apellido siga siendo el mismo que el mío. ¡No es precisamente un
apellido muy común, por si no te habías dado cuenta! ¿No se te ha ocurrido las
bromas que voy a tener que soportar en el trabajo por este motivo?
Aquello era pasarse un poco, incluso para Patricio. Por lo
general, su paranoia era mucho menos pronunciada. Lali lo quería, pero él nunca
había abandonado del todo la idea de que el universo giraba en torno de él. Su
actitud era comprensible al menos cuando estaba en el instituto, porque era
alto y guapo y muy popular entre las chicas, pero ya hacía quince años que
había terminado el instituto.
—No creo que nadie se fije en eso —dijo con todo el cuidado
que pudo.
—Ése es tu problema, que nunca piensas antes de abrir esa
bocaza...
Lali no lo pensó; le salió de manera natural:
—Bésame el culo —replicó, y colgó el teléfono de golpe.
Imaginó que aquélla no era una reacción madura precisamente,
pero sí satisfactoria.
El teléfono sonó otra vez. No tenía la menor intención de
atenderlo, y por primera vez deseó contar con un identificador de llamadas.
Quizá lo necesitara.
El timbre continuó sonando. Cuando hubo contando veinte
timbrazos, Lali cogió el auricular con violencia y chilló:
— ¡Qué!
Si Patricio se creía que podía acosarla de aquel modo, a ver
que le parecía que ella lo llamase a las dos de la madrugada. ¡Hermanos!
Era Ana Laura.
—Bueno, esta vez sí que la has hecho buena —fue su andanada
inicial.
Lali se frotó el entrecejo; no había duda de que sobre ella
se cernía un dolor de cabeza. Después de la pelea con Patricio, aguardó a ver
qué pasaba con esta otra.
—No voy a poder mantener la cabeza alta en la iglesia.
—No me digas. Oh, Ana , cuánto lo siento —contestó Lali con
voz melosa—. No me di cuenta de que tú sufres la temible enfermedad de Cuello
Flojo. ¿Cuándo te la han diagnosticado?
—Eres una exhibicionista. Nunca piensas en nadie más que ti
misma. ¿Alguna vez se te ha pasado por la mente, una sola vez, cómo va a
afectarme esto a mí, o a los niños? Stefanie se siente mortificada. Todas sus
amigas saben que tú eres su tía...
— ¿Y cómo lo saben? Yo no conozco a ninguna.
Ana Laura calló un instante.
—Supongo que se lo habrá dicho Stefanie.
— ¿Tan mortificada está, que ha revelado la relación que la
une conmigo? Qué raro.
—Sea raro o no —repuso Ana, rehaciéndose—, resulta de lo más
repugnante que aparezcas así en público.
Lali repasó mentalmente la aparición de Euge en televisión.
No había sido tan específica.
—A mí me parece que Euge no ha estado tan mal.
— ¿Euge? ¿De qué estás hablando?
—De la entrevista en televisión. Hace un momento.
—Oh. ¿Quieres decir que también ha salido por televisión? —preguntó
Ana cada vez más horrorizada—. ¡Oh, no!
—Si no lo has visto en la televisión, ¿de qué estás hablando
tú?
— ¡De lo que circula por Internet! Ahí es donde lo ha visto
Stefanie.
¿Internet? El dolor de cabeza estalló en toda su plenitud.
Probablemente, uno de los pirados del trabajo había publicado en la red el
artículo del boletín, en su totalidad. Stefanie, que tenía catorce años, ciertamente
habría recibido una buena instrucción.
—Yo no lo he publicado en Internet —dijo en tono cansado—.
Debe de haber sido alguien del trabajo.
—Con independencia de quién lo haya hecho, tú estás detrás
de esa... ¡de que esa lista exista siquiera!
De pronto Lali se sintió completamente harta; la invadía la
sensación de llevar ya varios días caminando por la cuerda floja, estaba tensa
hasta el máximo, y las personas que más preocupadas deberían estar por ella y
que más apoyo deberían prestarle le echaban broncas. Ya no podía soportar más, y
ni siquiera se le ocurría algo mordaz que decir.
—Mira —dijo en voz baja interrumpiendo la arenga de Ana—. Ya
me he cansado de que Patricio y tú supongáis automáticamente que yo tengo la
culpa sin preguntarme siquiera cómo ha comenzado todo esto. Él está enfadado
conmigo por el coche y tú estás enfadada por el gato, así que los dos atacáis
sin preguntarme si me encuentro bien con toda esta atención por el asunto de la
lista, y si os hubierais parado a pensar un instante, sabríais que no me
encuentro bien en absoluto. Acabo de decirle a Patricio que me bese el culo, y
¿sabes una cosa, Ana? Tú puedes hacer lo mismo. —Y con eso, volvió a colgar el
teléfono a otro hermano más. Gracias a Dios ya no tenía ningún otro.
—Ahí tienes un ejemplo de mi talento como pacificadora y
mediadora —le dijo a Bubú, y enseguida tuvo que parpadear para reprimir la
humedad que se le había formado en los ojos, inusual en ella.
El teléfono sonó una vez más. Lo desconectó. Los números del visor del mensajes del contestador automático indicaban que había demasiados. Los borró sin escuchar ninguno de ellos y fue al dormitorio para quitarse la ropa de trabajo. Bubú la siguió en silencio.
La perspectiva de obtener alguna clase de consuelo de Bubú
resultaba dudosa, pero de todas formas lo levantó del suelo y le frotó la
cabeza contra su propia barbilla. El gato toleró la caricia durante un minuto —al
fin y al cabo, ella no estaba haciendo lo que le gustaba, rascarle detrás de
las orejas— y después se zafó de su abrazo y alcanzó el suelo de un ágil salto.
Lali se sentía demasiado tensa y deprimida para sentarse y
relajarse, ni siquiera para comer. Podría quemar algo de energía lavando el
coche, pensó, y se apresuró a ponerse un pantalón corto y una camiseta. El
Viper no estaba muy sucio —llevaba dos semanas sin llover—, pero le gustaba
verlo reluciente. La tarea de lavarlo y sacarle brillo, además de quemar
estrés, le resultaba gratificante para el alma, y en aquel momento,
decididamente, necesitaba algo que le produjera ese efecto.
Mientras cogías las cosas que iba a necesitar para embellecer
el Viper, iba echando humo. Le estaría bien empleado a Ana que ella le llevase
el gato a su casa y lo dejase allí para que le destrozara los sofás; dado que
Ana tenía muebles nuevos —siempre parecía tener muebles nuevos—, seguramente no
se tomaría de manera tan optimista como ella el hecho de quedarse sin el relleno
de sus almohadones. Lo único que le impedía trasladar de casa a Bubú era el
hecho de que su madre le había confiado la custodia del gato a ella, no a Ana.
En cuanto a Patricio... Bueno, la situación era muy parecida. Habría trasladado el automóvil de
su padre al garaje de su hermano, excepto por el hecho de que su padre le había
pedido a ella que se lo cuidara, y si le ocurría algo mientras estaba bajo la
custodia de Patricio, ella se sentiría doblemente responsable. Lo mirara como
lo mirara, estaba atrapada.
Después de juntar bayetas, un cubo, jabón especial para
coches que no desluciera el brillo, cera y limpiacristales, dejó salir a Bubú
al porche de la cocina para que pudiera observar la tarea. Como a los gatos no
les gusta el agua, ya supuso que Bubú no mostraría mucho interés, pero deseaba
estar acompañada. El gato se acomodó en un lugar iluminado por el sol de la
tarde y enseguida se entregó a una siesta felina.
En el camino de entrada del vecino no se veía el magullado
Pontiac marrón, de modo que no tendría que preocuparse por salpicarlo sin
querer y provocar la ira de Peter, aunque, en su opinión, no le vendría mal un
buen lavado. Probablemente tampoco le serviría de mucho —estaba demasiado
destrozado para que el hecho de embellecer su superficie fuera a marcar alguna
diferencia— pero es que la ofendían los coches sucios. El coche de Peter la
ofendía enormemente.
Se puso a lavar y aclarar laboriosamente, un lado cada vez,
para que el jabón no tuviera tiempo de secarse y dejar manchas. Se suponía que
aquel jabón en particular no dejaba manchas, pero no se fiaba. Su padre le
había enseñado a lavar un coche de aquella forma, y nunca había encontrado un
método mejor.
—Eh.
— ¡Mierda! —exclamó Lali. Dio un salto en el aire y se le
cayó la bayeta enjabonada. El corazón estuvo a punto de salírsele del pecho. Se
giró bruscamente con la manguera en la mano.
Peter saltó hacia atrás cuando el agua le roció las piernas.
—Tenga cuidado con lo que hace, joder —exclamó.
Lali se enfureció al instante.
—Muy bien —dijo en tono conforme, y entonces le lanzó el
chorro de agua directamente a la cara.
Peter soltó un chillido y se hizo a un lado. Lali permaneció
donde estaba, manguera en mano, mirando mientras él se pasaba la mano por el
rostro mojado. El primer ataque, accidental, le había mojado los pantalones de
rodillas para abajo. El segundo había alcanzado buena parte de la camiseta.
Tenía toda la parte delantera empapada y pegada a la piel como si fuera yeso. Lali procuró no fijarse en la dura
superficie de su pecho. Ambos se encararon el uno con el otro como pistoleros,
separados por no más de tres metros.
— ¿Está mal de la cabeza? —dijo Peter medio gritando.
Lali volvió a mojarlo de lleno. Esta vez lo hizo a
conciencia, persiguiéndolo con el chorro de agua al tiempo que él intentaba
escabullirse.
— ¡No me diga que estoy mal de la cabeza! —le gritó. Puso un
dedo en la boquilla para estrechar la abertura y conseguir así más fuerza y más
distancia—. ¡Ya estoy harta de que la gente me eche la culpa de todo! —Volvió a
alcanzarlo en la cara—. ¡Maldita sea, estoy hasta las narices de usted, de Ana
y Patricio, de todo el mundo en el trabajo, de todos esos estúpidos reporteros,
y de que Bubú me destripe el sofá! Estoy harta, ¿me oye?
Peter cambió súbitamente de táctica, de la evasión al
ataque. Se acercó agachado, igual que un defensa, sin intentar esquivar el
chorro de agua que apuntaba hacia él. Aproximadamente medio segundo demasiado
tarde, Lali intentó apartarse a un lado. Peter la embistió con el hombro en la
cintura, y el impacto la empujó contra el Viper. Rápido como una serpiente
atacando, le arrebató la manguera de la mano. Lali forcejeó para recuperarla,
pero Peter la obligó a volver a su sitio y la sujetó contra el coche con todo
su peso.
Los dos respiraban agitadamente. Peter estaba empapado de
pies a cabeza, y el agua que chorreaba de su ropa fue empapando la de ella
hasta que estuvo igual de mojada que él. Lo miró furiosa, y él hizo lo mismo,
las narices de ambos a sólo unos centímetros la una de la otra.
Peter tenía las pestañas llenas de gotitas de agua.
—Me ha mojado adrede —la acusó, como si no pudiera creer que
ella hubiera hecho semejante cosa.
—Usted me ha asustado —lo acusó Lali a su vez—. Ha sido sin
querer.
—Eso ha sido la primera vez. La segunda vez, lo ha hecho a
propósito.
Ella afirmó con la cabeza.
—Y ha dicho «mierda» y «maldita sea». Me debe cincuenta
centavos.
—Ahora tengo reglas nuevas. Usted no puede incitarme a la violencia
y después multarme por recurrir a la violencia.
— ¿Está tratando de librarse de pagarme? —preguntó Peter,
incrédulo.
—Así es. Todo es culpa suya.
— ¿Cómo es eso?
—Me ha asustado adrede, no intente negarlo. Eso hace que la
culpa en primer lugar le corresponda a usted.
—Probó a debatirse un poco para
zafarse de la presión que ejercía Peter con su peso. Maldita sea, cuánto
pesaba. Y estaba casi tan rígido como la chapa de metal que tenía detrás.
Peter aplastó su intento de fuga apretándose aún más contra
ella. El agua que le empapaba la ropa empezó a gotear por las piernas de Lali.
— ¿Y la segunda vez?
—Usted ha dicho j... —Lali se interrumpió a sí misma—. Mis
dos groserias juntas no son, ni mucho menos, tan groseros como el único que ha
pronunciado usted.
— ¿Qué pasa? ¿Ahora tenemos un sistema de puntos?
Lali lo fulminó con la mirada.
—Mire, yo no habría dicho ninguna de esas dos cosas si: (a),
usted no me hubiera asustado, y (b), usted no me hubiera lanzado un taco la
primera vez.
—Puestos a echar las culpas, yo no habría dicho un taco si
usted no me hubiera mojado.
—Y yo no lo habría mojado si usted no me hubiera asustado.
¿Lo ve? Ya le he dicho que todo es culpa suya —dijo Lali en tono triunfante,
ladeando la mandíbula.
Peter respiró hondo. Aquel movimiento de su pecho aplastó
los pechos de Lali aún más de lo que ya estaban y la hizo tomar conciencia de
sus pezones. Sus pezones tenían plena conciencia de la presencia de él. Oh. Sus
ojos se agrandaron, súbitamente alarmados.
Peter la observaba con una expresión indescifrable.
—Suélteme —le espetó, más nerviosa de lo que le importaba
ocultar.
—No.
— ¿Que no? —repitió Lali—. No puede decir que no. Retenerme
contra mi voluntad es ilegal.
—No la estoy reteniendo contra su voluntad; la estoy
reteniendo contra su coche.
— ¡Por la fuerza!
Él lo reconoció encogiéndose de hombros. No parecía estar
muy alarmado por la perspectiva de infringir alguna ley que prohibiera
maltratar a vecinas.
—Suélteme —volvió a decir Lali.
—No puedo.
Ella lo miró suspicaz.
— ¿Por qué no? —En realidad temía saber por qué no. Aquel
«por qué no» llevaba ya unos minutos aumentando de tamaño dentro de los
pantalones mojados de Peter. Lali estaba
haciendo todo lo humanamente posible para ignorarlo, y de cintura para arriba,
excepto por los indisciplinados pezones, lo estaba logrando. De cintura para
abajo había caído en un abyecto fracaso.
—Porque voy a hacer algo de lo que me arrepentiré. —Peter
sacudió la cabeza en un gesto negativo, como si no se comprendiera a sí mismo—.
Sigo sin tener a mano un látigo y una silla, pero qué diablos, me arriesgaré.
—Espere —gimió Lali, pero ya era demasiado tarde.
Vio cómo bajaba hacia ella su cabeza oscura.
me encatoo! se viene laliter! mas noooveeee! :)
ResponderEliminarmmmmmmas
ResponderEliminarJajajaja NAAA ESTUVO MORTAL!
ResponderEliminarPatricio y Ana se pueden ir, sinceramente, a la mierda! Y yo no soy Lali que tengo que andar pagando por decir groserías asique podria seguir tranquilamente pero me voy a contener. ¿Le reclaman a ella que no se crea el centro del mundo y no piense solo en ella misma y ellos hacen EXACTAMENTE eso?! Me sacan -.- Egoístas!
La parte en que lo mojo estuvo genial ;) Jajaja me lo imagine todo, TODO! :/ Jajaja
Y bue, encima que estan mojados y re pegados como para que no terminaran asi...
ESPERO MAS :)
Besito linda!
@amorxca
PD: Creo que un poco del tipo de acción que le puede ofrecer Peter, para decirlo sutilmente, le va ayudar bastante para descargar tensiones ;) Jajajaja
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