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sábado, 19 de enero de 2013

Capitulo 29.

¡Hola a a a! ¡Llego eh, llego! No se si pueda subir mañana u.u pero tratare de subir,¡ lo prometo! Si hay algunas firmitas subo en la noche, aun no se:(
¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal



El lunes, el cartel del ascensor rezaba: XEROX Y WURLITZER HAN ANUNCIADO QUE SE VAN A FUSIONAR CON EL FIN DE COMERCIALIZAR ÓRGANOS REPRODUCTORES. Lali aún estaba riendo cuando se abrieron las puertas del ascensor. Se sentía como efervescente por dentro, resultado directo de un fin de semana ocupado por Peter. Ella misma no había sido «ocupada» por Peter, pero aquella misma mañana empezó a tomar la píldora anticonceptiva. Aunque no se lo había dicho a él, por supuesto. La frustración la estaba volviendo loca, pero la ilusión estaba iluminando todo su mundo. No recordaba haberse sentido nunca tan viva, como si todas las células de su cuerpo estuvieran despiertas y cantando.

Derek Kellman dio un paso al frente para salir del ascensor en el momento en que lo abordaba ella.

—Hola, Kellman —dijo en tono alegre—. ¿Cómo te va?

Él se ruborizó intensamente, y la manzana de Adán se le agitó en la garganta.

—Er... bien —farfulló al tiempo que hundía la cabeza y se apresuraba a bajar del ascensor.

Lali sacudió la cabeza sonriendo y pulsó el botón del tercer piso. No se imaginaba a Kellman haciendo acopio de valor suficiente para tocarle el trasero a Eugenia; ella y el resto del personal de aquel edificio habrían pagado un buen dinero por verlo.

Como de costumbre, era la primera en llegar a la oficina. Los lunes por la mañana le gustaba comenzar con un poco de ventaja, con todas las nóminas que tenía que manejar. Sólo con que consiguiera concentrarse en el trabajo, ya empezaría bien la jornada.

El asunto de la Lista empezaba a decaer, tal vez. Todos los que querían una entrevista la habían tenido, excepto la revista People. Aquella mañana no había visto la televisión, de modo que no tenía idea de qué fragmentos de la entrevista del viernes iban a emitirse por antena al final. Seguramente se lo diría alguien, y si le entraba la necesidad imperiosa de verlo, lo cual no era probable, por lo menos alguna de las otras tres habría grabado el programa.

Era curioso lo poco que le importaba. ¿Cómo iba a preocuparse de la Lista teniendo a Peter, que acaparaba gran parte de su tiempo y de sus pensamientos? Era un hombre exasperante, pero era divertido y sexy, y ella lo deseaba.

Después de cenar juntos el viernes por la noche, él la había despertado a las seis y media del sábado rociando la ventana de su dormitorio con la manguera de agua y luego invitándola a salir para ayudarlo a lavar el todoterreno. Suponiendo que estaba en deuda con él, ya que le había lavado el Viper, Lali se puso algo de ropa rápidamente, se tomó un café y se reunió con él frente a la casa. Peter no sólo quería lavar el coche, sino también encerarlo y sacarle brillo, limpiar y abrillantar todos los cromados, aspirar el interior y lavar todas las ventanillas. Tras dos horas de intenso trabajo, el todoterreno quedó reluciente. Seguidamente, Peter lo introdujo en el garaje y le preguntó a Lali qué iba a prepararle para desayunar.

Pasaron el día juntos, discutiendo y riendo, viendo un partido por televisión, y estaban preparándose para salir a cenar cuando a él le sonó el mensáfono. Utilizó el teléfono de Lali para llamar a la oficina, y antes de que ella pudiera siquiera darse cuenta, ya estaba saliendo por la puerta con un beso rápido y un «no sé cuándo volveré».

Era policía, se recordó Lali a sí misma. Y mientras continuara siendo policía —y parecía dispuesto a hacer carrera, teniendo en cuenta aquella entrevista con la policía estatal—, su vida consistiría en una serie de interrupciones y llamadas urgentes. Incluidas en el mismo paquete vendrían las citas anuladas. Había reflexionado sobre ello y decidido qué demonios, ella era dura y podría soportarlo. Pero si él estuviera en peligro... no sabía si podría soportar aquello igual de bien.

¿Estaría aún trabajando como parte de aquel equipo especial? ¿Sería algo a lo que estaba asignado de forma permanente, o esas cosas eran más bien temporales? Sabía muy poco acerca de los encargados de hacer cumplir la ley, pero estaba decidida a informarse más.

Peter regresó el sábado por la tarde cansado y de mal humor, sin ganas de hablar de lo que había hecho. En vez de acosarlo a preguntas, Lali lo dejó que echara una cabezada en su enorme sillón mientras ella leía acurrucada en uno de los dos almohadones que quedaban del sofá.

Estar con él así, sin haber quedado para salir ni nada, sólo estar, le resultó como... perfecto. Verlo dormir. Disfrutar del sonido de su respiración. Y no atreverse, todavía no, a definir con la letra que empezaba por A lo que sentía. Era demasiado pronto, y ella se había vuelto demasiado desconfiada tras las experiencias pasadas para confiar a ciegas en que la emoción que la invadía cuando estaba con él fuera a durar siempre. 
Su cautela también constituía la verdadera base de su renuencia a acostarse con él. Sí, frustrarlo era divertido, y le gustaba ver el deseo en sus ojos cuando la miraba, pero en lo más profundo de sí aún tenía miedo de permitirle acercarse demasiado.

Tal vez la próxima semana.

— ¡Eh, Lali!

Levantó la vista y vio a Dominica Flores asomar la cabeza por la puerta, con las cejas levantadas en gesto interrogante.

—Acabo de pillar parte de la entrevista de televisión; he tenido que marcharme antes de que terminara, pero la he dejado grabando en vídeo. ¡Era genial! ¡Tú estabas estupenda! Todas estabais muy bien, claro, pero tú estabas de cine.

—No lo he visto —dijo Lali.

—¿De verdad? Mira, si yo fuera a salir en una cadena de televisión nacional, faltaría a trabajar sólo para verme.

No si estuvieras tan harta de todo esto como lo estoy yo, pensó Lali. De todos modos consiguió esbozar una sonrisa.

A las ocho y media llamó Candela.

— ¿Sabes algo de Euge? —le preguntó—. Todavía no ha venido a trabajar, pero la he llamado a casa y no ha contestado nadie.

—No, no he hablado con ella desde el viernes.

—No es propio de ella faltar al trabajo. —Cande parecía preocupada. Ella y Euge estaban muy unidas, cosa sorprendente teniendo en cuenta la diferencia de edad que había entre ambas—. Y tampoco ha llamado para decir que se retrasará o que está enferma o algo.

Ciertamente, aquello no era propio de Eugenia. No había llegado a ser jefa de contabilidad precisamente por ser poco seria. Lali frunció el entrecejo. Ahora, la preocupada era ella.

— ¿Has probado llamarla al móvil?

—No lo tiene encendido.

El primer pensamiento que le vino a la cabeza fue que había sufrido un accidente de tráfico. El tráfico de Detroit era horrendo durante la hora punta.

—Voy a hacer unas cuantas llamadas a ver si doy con ella —dijo, sin expresar su repentina preocupación a Candela.

—De acuerdo. Ya me contarás.

En el momento de colgar el teléfono, Lali intentó pensar a quién debería llamar para averiguar si Eugenia había sufrido un accidente de tráfico en la autopista que unía Sterling Heights con Hammerstead. Además, ¿Euge utilizaba Van Dyke para coger la I-696 o bien evitaba Van Dyke y tomaba una de las Mile hasta Troy, donde podía coger la I-75?

Peter sabría a quién había que llamar.

Buscó rápidamente el número del Departamento de Policía de Warren, lo marcó y pidió hablar con el detective Lanzani. Entonces pusieron su llamada en espera. Aguardó impaciente, dando golpecitos con un bolígrafo contra la mesa, por espacio de varios minutos. Por fin regresó la voz de antes y le dijo que el detective Lanzani no podía ponerse al teléfono, que si deseaba dejarle un mensaje.

Lali titubeó. No le gustaba nada molestarlo por algo que fácilmente podría terminar no siendo nada, pero no creía que ninguna otra persona del departamento fuera a tomarla en serio. Así que una amiga llevaba ya una hora de retraso para ir a trabajar; por lo general aquello no era causa suficiente para convocar a las tropas. Era posible que tampoco Peter la tomara en serio, pero por lo menos haría un esfuerzo por averiguar algo.

— ¿Tiene su número de mensáfono? —preguntó por fin.

— Es importante —Era importante para ella, aunque quizá no para ellos.

— ¿De qué se trata?

Irritada, Lali se preguntó si las mujeres solían llamar a Peter al trabajo de manera habitual.

—Soy uno de sus soplones —dijo, cruzando los dedos por aquella mentira.

—En ese caso tendrá usted su número de mensáfono.

— ¡Oh, por el amor de Dios! Alguna persona podría resultar herida o muerta... —Se interrumpió—. De acuerdo, estoy embarazada, y he pensado que a él le gustaría saberlo.

La voz rompió a reír.

— ¿Es usted Lali?

¡Dios mío, había hablado de ella! Un sopor le inundó el rostro.

—Er... sí —murmuró—. Lo siento.

—No hay problema. Dejó dicho que si alguna vez lo llamaba usted, nos cerciorásemos de que consiguiera contactar con él.

Vale, pero ¿cómo la habría descrito? Lali se abstuvo de preguntar y anotó rápidamente el número de mensáfono.

—Gracias —dijo.

—De nada. Er... En cuanto a lo del embarazo...

—Era mentira —replicó Lali, e intentó infundir una pizca de vergüenza en el tono de voz. No creyó haberlo 
logrado, porque la mujer rió de nuevo.

—Adelante, muchacha —dijo la mujer, y colgó dejando a Lali pensativa acerca de qué habría querido decir exactamente.

Pulsó el botón de desconexión de su teléfono y a continuación marcó el número del mensáfono de Peter. Se trataba de un mensáfono numérico, de forma que dejó su número. Como Peter no iba a reconocerlo, se preguntó cuánto tiempo tardaría en devolverle la llamada. Mientras tanto llamó a contabilidad.

— ¿Ha llegado Eugenia ya?

—No —le contestaron con preocupación—. No sabemos nada de ella.

—Soy Lali, extensión tres, seis, dos, uno. Si llega, dile que me llame inmediatamente.

—Conforme.

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