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viernes, 25 de enero de 2013

Capitulo 33.

¡Hola! ¡Les dije que la adaptacion se empesaba a poner interesante! Me gusta que saquen sus propias conclusiones, sigan pensando, que la persona que menos piensen que sera, ¡sera! Es una total sorpresa ¡Lo juro! Pero ya no digo mas porque las dejo con intriga(:  Estoy demaciado feliz, fue un buen dia. Asi que a lo mejor por eso, aun no se, quien sabe, pueda que, suba otro capitulo en la noche n.n ¡No se pierdan el siguiente  capitulo!
¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal




—He visto un coche desconocido y he venido a cerciorarme de que no hubiera periodistas molestándote —le dijo a Lali. La noche anterior habían llamado legiones de reporteros, incluidos los representantes de las cuatro cadenas de televisión más importantes.

Ana se volvió con el enorme pepino en la mano.

— ¿Quién es usted? —preguntó a bocajarro.

—El vecino policía —contestó Peter. Se fijó en el pepino—. ¿Interrumpo algo?

A Lali le entraron ganas de golpearlo, pero no tenía energía suficiente para ello. Aun así, algo en su interior se iluminó con su presencia.

—Va a ponérmelo en los ojos.

Peter le dirigió una mirada de soslayo, como diciendo: «Seguro que estás de broma».

—Se te resbalará.

Definitivamente, Lali decidió propinarle un porrazo. Más tarde.

—En rodajas.

La expresión de Peter se transformó en otra de escepticismo, algo así como «esto no me lo pierdo». Se acercó al armario, sacó otra taza y se sirvió un café. Se apoyó contra los armarios con sus largas piernas cruzadas y esperó.

Ana se volvió hacia Lali, más que divertida.

— ¿Quién es éste? —quiso saber.

—Mi vecino —respondió Lali—. Ana, te presento a Peter Lanzani. Peter, mi hermana Ana Laura.

Él le tendió una mano.

—Encantado de conocerla.

Ana se la estrechó, pero daba la impresión de no tener ganas de hacerlo. Volvió a su tarea de buscar un cuchillo.

— ¿Llevas tres semanas viviendo aquí, y ya tienes un vecino que entra en tu casa como si tal cosa y sabe dónde están las tazas de café?

—Soy detective —le dijo Peter con una sonrisa—. Mi trabajo consiste en averiguar cosas.

 Ana le dedicó una de sus miradas a lo Reina Victoria, que indicaba que aquello no le resultaba nada gracioso.

Lali pensó en levantarse y darle un abrazo, sólo por haberla hecho sentirse mejor. No sabía lo que habría hecho sin él el día anterior. Peter fue como una roca, una pared levantada entre ella y todas las llamadas telefónicas, y cuando Peter le decía a alguien que dejase de llamar, había una nota en su voz que obligaba a la gente a prestar atención.

Pero hoy no iba a estar allí, comprendió Lali. Se había vestido para ir a trabajar, con unos pantalones de color tostado claro y una camisa blanca como la nieve. Llevaba el mensáfono prendido al cinturón y la pistola a la altura del riñon derecho. Ana lo miraba todo el tiempo como si perteneciera a una especie exótica, con sólo una parte de su atención concentrada en encontrar un cuchillo.

Por fin abrió el cajón correcto y extrajo un cuchillo de mondar.

—Oh —dijo Lali con escaso interés—. De modo que están ahí.

Ana se volvió hacia Peter con el cuchillo en una mano y el pepino en la otra.

— ¿Dormís juntos? —le preguntó en tono hostil.

— ¡Ana! —exclamó Lali.

—Todavía no —respondió Peter con total seguridad en sí mismo.

Se hizo el silencio en la cocina. Ana se puso a pelar el pepino con pasadas cortas y enérgicas del cuchillo.

—No parecéis hermanas —observó Peter como si no acabara de interrumpir en seco la conversación.

Llevaban oyendo aquel comentario, o alguna variante del mismo, toda la vida.

—Ana se parece a mi padre pero con el color de pelo de mi madre, y yo me parezco a mi madre con el color de mi padre —explicó Lali automáticamente. Ana era alta, casi trece centímetros más alta que ella, y tenía el pelo negro.

— ¿Vas a quedarte a dormir en su casa esta noche? —preguntó Peter a Ana.

—No necesito que se quede nadie conmigo —replicó Lali.

—Sí —contestó Ana.

—Encárgate de las intromisiones y no dejes que se le acerquen los periodistas, ¿de acuerdo?

—No necesito que se quede nadie conmigo —repitió Lali.

—De acuerdo —dijo Ana a Peter.

—Genial —dijo Lali—. Ésta es mi casa y nadie me presta atención.

Ana cortó dos rodajas de pepino.

—Inclina la cabeza hacia atrás y cierra los ojos.

Lali se inclinó y cerró.

—Tenía entendido que debía estar tumbada para hacer esto.

—Demasiado tarde. —Ana colocó las rodajas frías sobre los párpados doloridos de Lali.

Oh, qué gusto daba sentir aquello frío y húmedo, tan calmante. Posiblemente iba a necesitar una bolsa entera de pepinos antes de que finalizara el funeral de Eugenia, pensó Lali, y justo al pensar en ello volvió la tristeza. Peter y Ana la habían mantenido a raya durante unos momentos, y se sintió agradecida hacia ellos por aquel respiro.

—He recibido una llamada del detective que investiga este caso —dijo Peter —. Bruck, el novio de Eugenia, estuvo en la cárcel de Detroit desde la noche del jueves hasta la tarde del domingo. Está libre de toda sospecha.

— ¿Entonces entró un desconocido en su casa y la mató? —preguntó Lali al tiempo que se quitaba las rodajas de pepino y alzaba la cabeza para mirarlo.

—Quienquiera que fuese, no había señales de que hubiera forzado la entrada.

Eso ya lo había leído ella en el periódico de la mañana.

—Sabes más de lo que cuentas, ¿no es así?

Peter se encogió de hombros.

—Los policías siempre saben más de lo que dicen.

Y no estaba dispuesto a divulgar los detalles; Lali lo advirtió al observar cómo ocultaba su expresión debajo de su máscara de policía. Intentó no imaginarse qué detalles podían ser aquéllos.

Peter apuró su café y aclaró la taza antes de ponerla boca abajo sobre el escurridor. A continuación se inclinó para darle un beso a Lali, un beso cálido y breve.

—Las dos tenéis el número de mi mensáfono y de mi móvil, de modo que si me necesitáis, llamadme.

—Estoy bien —le dijo ella, y lo decía en serio—. Oh... ¿Sabes si está aquí la hermana de Euge?

Peter negó con la cabeza.

—Se ha vuelto a Saginaw. Todavía no hay nada que ella pueda hacer aquí. La casa continúa acordonada, y en los casos de asesinato es necesario realizar una autopsia. El tiempo que se tarde en llevarla a cabo depende del trabajo que tenga el forense. Es posible que el funeral no sea hasta este fin de semana.

Aquél era otro detalle en el que no deseaba pensar, el cadáver de Eugenia tendido sobre una losa refrigerada durante varios días.

—Entonces mañana iré a trabajar. Me gustaría ayudar a su hermana con los preparativos, si ella quiere, pero no creo que haya nada que hacer de momento.

—De momento, no. —Peter la besó nuevamente, luego le levantó las manos, que aún sujetaban las rodajas de pepino, y se las volvió a colocar sobre los párpados—. Déjalas ahí. Tienes un aspecto de verdad horrible.

—Vaya, muchas gracias —repuso ella secamente, y oyó cómo él se marchaba riéndose.

Otra vez silencio. Entonces Ana dijo:

—Ese tipo es diferente.

Diferente de los tres ex prometidos de Lali, quiso decir. Y no bromeaba.

—Sí —convino Lali.

—Esto parece bastante serio. No hace mucho que lo conoces.

¡Si Ana supiera! Probablemente estaba contando las tres semanas enteras que llevaba ella viviendo allí. Quién sabe lo que diría si supiera que durante las dos primeras semanas había creído que Peter era un borracho o un narcotraficante.

—No sé lo serio que será esto —dijo, consciente de que estaba mintiendo—, no pienso precipitarme a hacer nada. —Por su parte, la cosa no podía ponerse mucho más seria ya. Estaba enamorada de aquel tipejo grandullón. Lo que todavía estaba abierto a discusión era cómo o qué sentía él.

—Eso está bien —dijo Ana—. Lo último que necesitas tú es otro compromiso roto.

Podría haber pasado el día entero sin mencionar el desgraciado historial de Lali, pero es que Ana nunca había sido notoria por su tacto. Por otro lado, Lali nunca había dudado de que su hermana la quisiera, lo cual compensaba mucho su falta de tacto.

En aquel momento sonó el teléfono. Lali se quitó las rodajas de pepino de los ojos y fue a coger el inalámbrico al mismo tiempo que Ana.

—Peter me ha dicho que conteste yo al teléfono —siseó Ana, como si pudiera oírla el que llamaba.

Ring.

— ¿Desde cuándo aceptas órdenes de una persona contra la que acabas de advertirme? —preguntó Lali secamente.

Ring.

—No es que te haya advertido exact...

Ring.

Sabiendo que aquella minidiscusión podía continuar durante media hora, Lali pulsó el botón del auricular antes de que saltara el contestador.

—Diga.

— ¿Cuál de las cuatro eres tú?

— ¿Cómo? —preguntó perpleja.

— ¿Cuál de las cuatro eres tú?

Lali cortó y dejó el teléfono en su sitio con el ceño fruncido.

— ¿Quién era? —quiso saber Ana.

—Algún chiflado. Euge, Rochi y Cande han estado recibiendo llamadas de éstas desde que salió a la luz la «Lista». —La voz se le quebró un poco al mencionar a Euge—. Es el mismo individuo, siempre dice lo mismo.

— ¿Has informado a la compañía telefónica de que estás recibiendo llamadas obscenas?

—No son obscenas. Dice: « ¿Cuál de las cuatro eres tú?» susurrando. Supongo que se trata de un hombre, porque resulta difícil distinguirlo cuando alguien habla en susurros.

Ana puso los ojos en blanco.

— ¿Un chiflado que llama por lo de la Lista? Puedes estar segura de que se trata de un hombre. Al dice que en su trabajo todos los hombres se han molestado bastante por algunas partes de esa lista. A ver si adivinas qué partes no les gustan.

— ¿Las partes que tienen que ver con sus partes? —Como si tuviera que adivinarlo.

—Los hombres son de lo más predecible, ¿no crees? —Ana recorría la cocina, abriendo cajones y puertas.

— ¿Qué estás haciendo?

—Mirar dónde está todo, para no tener que ponerme a buscarlo cuando cocine.

— ¿Vas a cocinar? ¿El qué? —Durante un instante de leve desconcierto, Lali se preguntó si Ana habría traído consigo los ingredientes de lo que pretendiera preparar para dar de cenar a su familia aquella noche. Al fin y al cabo, se había sacado un pepino enorme del bolso; sólo Dios sabía qué más llevaba allí dentro. ¿Un asado, tal vez?

—El desayuno —repuso Ana—. Para nosotras. Y tú también vas a tomarlo.

De hecho, aquella mañana tenía hambre, pues la noche anterior se había saltado la cena. ¿Pensaría Ana que estaba loca? De ningún modo iba a discutir por la comida.

—Lo intentaré —dijo mansamente, y volvió a ponerse las rodajas de pepino encima de los ojos mientras su hermana trajinaba preparando unas tortitas.

14 comentarios:

  1. Que Ana se vayaaa, y se quede peter jaja

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  2. Histeriqueo laliteeeer o rock...daleeeee?jaja maaas

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  3. Me encanta esta noveee

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  4. Soy de Brasil, esta perfecta lá novee

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  5. mas noveeeeeeeeeeee! bel :)

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  6. ojala ubiera estado peter cuando la llamaron bss noe

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  7. Valeria este tipo me da miedo !! termina con esto por favoooooooooor ! ya te voy a agarrar *jum* Te Amo Amoreee♥

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  8. sii sube otro porfaas ahora que volvi y alfin me puese al dia bn jijiji, pero me voy el domingo denuevoo jjajaj
    sube masa para no irme tan desconectada !! saludoos gabi

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