¡Les mando besitos de amor!
Twitter: @LlaveDeCristal
Lali ya había estado en un estudio de televisión, de modo
que no se sorprendió al ver aquel espacio cavernoso, la oscuridad, los cables
que cubrían todo el suelo. Un conjunto de cámaras y de focos se erguían como
centinelas sobre el plato, mientras los monitores lo vigilaban todo. Había
gente alrededor, vestida con vaqueros y zapatillas deportivas, además de una
mujer ataviada con un elegante traje de color melocotón, que vino hacia ellas
con una radiante sonrisa profesional en el rostro y la mano extendida.
—Hola, soy Julia Belotti, de GMA. Supongo que ustedes son
las chicas de la Lista. —Rió de su propio chiste al tiempo que les iba
estrechando sus manos—. Yo voy a hacerles la entrevista. ¿Pero no eran cuatro?
Lali se abstuvo de hacer la escenita de contar cabezas y
decir: «No, me parece que somos sólo tres». Aquello era típico de una
sabihonda, las cosas que solía reprimir.
—Rochi, llegará tarde —explicó Eugenia.
—Rocio Igarzabal, ¿no es así? —La señorita Belotti deseaba
demostrar que había hecho sus deberes—. Sé que usted es Eugenia Suarez; he
visto la entrevista local que se ha difundido—. Luego miró a Lali, estudiándola
con la mirada—. Usted es...
—Lali Esposito.
—La cámara va a adorar su rostro —dijo Belotti, y a
continuación se volvió a Cande con una sonrisa—. Usted debe de ser Candela
Vetrano. Debo decir que si la señora Igarzabal es tan atractiva como ustedes,
esto va a causar sensación. Ya saben cuánto interés ha despertado su Lista en
Nueva York, ¿verdad?
—En realidad, no —contestó Cande—. Estamos sorprendidas por
toda la atención que está recibiendo.
—Cuando estemos grabando, muéstrense seguras y digan algo a
ese respecto —las instruyó Belotti, consultando su reloj. Un diminuto frunce de
fastidio comenzó a arrugarle la frente; en aquel mismo momento se abrió la
puerta y entró Rochi con el peinado y el maquillaje impecables y vestida de un
color azul intenso que favorecía sus tonos cálidos.
—Siento llegar tarde —dijo, uniéndose al pequeño grupo. No
dio ninguna excusa, sólo pidió disculpas, y Lali clavó la mirada en ella y
advirtió la fatiga que se traslucía bajo el maquillaje. Todas ellas tenían
buenas razones para parecer cansadas, teniendo en cuenta la hora, pero Rochi mostraba
además signos de estrés.
— ¿Dónde está el lavabo de señoras? —preguntó Lali—.
Quisiera retocarme los labios, si tenemos tiempo, y luego tomar un café si es
que hay.
Belotti rió.
—En un estudio de televisión siempre hay café. El lavabo de
señoras está por aquí. —Les indicó un pasillo.
Tan pronto como la puerta se cerró tras ellas, todas se
volvieron a Rochi.
— ¿Te encuentras bien? —le preguntó Lali.
—Si os referís a Pablo, sí, estoy bien. Anoche lo mandé a
dormir a un motel. Por supuesto, puede que
llamase a su novia para que
estuviera con él, pero eso es asunto suyo.
— ¡Una novia! —repitió Cande como un eco, con los ojos
agrandados por la sorpresa.
—Hijo de puta —dijo Eugenia, dejando que Rochi decidiera si
aquel apelativo iba dirigido a Pablo o era sólo una exclamación.
Lali dijo:
—Ahora no tiene razones que defender para criticarte por lo
de la lista, ¿no?
Rochi rió.
—Ninguna, y él lo sabe. —Observó las caras de preocupación
de sus amigas—. Tranquilas, estoy bien. Si quiere romper el matrimonio,
prefiero saberlo ahora, antes de perder más tiempo tratando de aguantar así.
Una vez decidido, ya he dejado de preocuparme.
— ¿Cuánto tiempo hace que mantiene una aventura? —inquirió Euge.
—Él jura que no la tiene, que no me ha sido infiel
físicamente. Pero yo no me lo creo.
—Ya, claro —dijo Lali—. Yo también me creo que el sol sale
por el oeste.
—Tal vez esté diciendo la verdad —intervino Cande.
—Es posible, pero no probable —dijo Eugenia con la voz de la
experiencia—. Lo que admitan será siempre la punta del iceberg. Así es la
naturaleza humana.
Rochi se observó el carmín de los labios.
—Yo no creo que haya mucha diferencia. Si está enamorado de
otra persona, ¿qué importa si ha dormido con ella o no? En fin, olvidaos de él.
Yo ya lo he hecho. Si existe alguna forma de arreglar esto, tendrá que encargarse
él de hacerlo. Yo pienso explotar este asunto de la lista todo lo que pueda. Y
si surge alguna oferta de hacer un libro, yo digo que la aceptemos. Bien
podríamos sacar algún dinero a cambio de todas las molestias que estamos
sufriendo.
—Amén a eso —dijo Euge, y añadió—: Bruck se ha ido. Tenía
heridos sus sentimientos.
Todas la miraron boquiabiertas, intentando imaginarse a Bruck
con sentimientos.
—Si no vuelve —se quejó—, tendré que empezar a salir con
hombres otra vez. Dios, me molesta sólo de pensarlo. Salir a bailar, dejar que
me inviten a una copa... Es horrible.
Salieron riendo del lavabo de señoras. La señorita Belotti
las estaba aguardando. Las condujo hasta la zona del café, donde alguien les
había preparado unas tazas.
—Tenemos un plato pequeño ya listo para grabar cuando
ustedes estén dispuestas —les dijo, una manera sutil de indicarles que se
callaran y se sentaran—. El técnico de sonido necesita colocarles un micrófono
y comprobarlo, y también hay que ajustar la iluminación. Si quieren acompañarme...
Dejaron los bolsos fuera de la vista y, con las tazas de
café en la mano, se acomodaron en un plato decorado como si fuera una acogedora
sala de estar, con un sofá y dos sillones, un par de helechos falsos y una
discreta lámpara que no estaba encendida. Un tipo que parecía tener unos veinte
años de edad empezó a colocarles unos diminutos micrófonos. La señorita Belotti
se fijó el suyo a la solapa de la chaqueta.
Ninguna de las cuatro había sido lo bastante inteligente
como para ponerse una chaqueta. El vestido dorado de Cande era correcto, al
igual que el escote redondo que llevaba Rochi. Euge vestía un jersey sin mangas
con cuello de tortuga, lo cual significaba que el único lugar donde podía
colocar el micrófono era en la garganta. Tendría que tener mucho cuidado al
mover la cabeza, pues el ruido que provocaría al hacerlo bloquearía todo lo
demás. Entonces, el técnico de sonido observó el jersey de escote bajo y
redondo de
Lali y dijo:
—Vaya.
Lali sonrió y extendió la mano.
—Ya me lo pongo yo. ¿Lo quiere a un lado o justo en el
medio?
El joven le devolvió la sonrisa.
—Me gustaría que se lo pusiera justo en el medio, gracias.
—Nada de coqueteos —lo amonestó ella al tiempo que se
introducía el micrófono por debajo del jersey y lo sujetaba al escote, entre
los senos—. Es demasiado temprano.
—Me portaré bien. —Con un guiño, el técnico le sujetó el
cable al costado con un esparadrapo y regresó a su equipo—. Muy bien, necesito
que hablen todas ustedes, de una en una, para comprobar el sonido.
Belotti inició una conversación fluida, preguntándoles si
eran todas del área de Detroit. Cuando el sonido quedó debidamente comprobado y
las cámaras estuvieron preparadas, Belotti miró al jefe de producción, que
comenzó la cuenta atrás y señaló hacia ella, y pasó suavemente a los
comentarios de cabecera sobre la famosa —«o infame, dependiendo del punto de
vista de ustedes»— Lista que había recorrido el país entero y de la que se
hablaba en todos los estados a la hora del desayuno. A continuación las fue presentando
por turno, y dijo:
— ¿Alguna de ustedes cuenta con un hombre perfecto en su
vida?
Todas rompieron a reír. ¡Si ella supiera!
Cande rozó la rodilla de Lali con la suya. Lali, que había
captado la indirecta, dijo:
—Nadie es perfecto. En aquel momento bromeamos diciendo que
la lista era auténtica ciencia ficción.
—Lo sea o no, la gente se la está tomando en serio.
—Eso es cosa de ellos —terció Euge—. Las cualidades que
pusimos en la lista son las que nosotras creemos que debería tener el hombre
perfecto. Es probable que otras cuatro mujeres distintas pusieran cualidades
diferentes, o que las enumeraran en otro orden.
—Seguramente sabrán que hay grupos feministas que se sienten
escandalizados por los requisitos físicos y sexuales de la Lista. Teniendo en
cuenta que las mujeres llevan tanto tiempo luchando para que no se las juzgue
por su apariencia ni por el tamaño de su busto, ellas opinan que ustedes han
perjudicado su postura juzgando a los hombres por sus atributos físicos.
Cande elevó una ceja perfecta.
—Tenía entendido que parte del movimiento feminista
consistía en dar a las mujeres la libertad de decir abiertamente lo que
quieren. Nosotras pusimos en la Lista lo que queremos. Fuimos sinceras.
—Aquella línea de interrogatorio era su predilecta. Ella opinaba que ser
políticamente correcto era una abominación y nunca dudaba en decirlo.
—Además, en ningún momento creímos que la Lista fuera a
hacerse pública —intervino Rochi—. Fue algo accidental.
— ¿Habrían sido menos sinceras si hubieran sabido que la
Lista iba a publicarse?
—No —contestó Lali, tajante—. Habríamos aumentado los
requisitos. —Qué demonios; ¿por qué no divertirse un poco, tal como había
sugerido Rochi?
—Han dicho que no tienen ningún hombre perfecto en sus vidas
—dijo la señorita Belotti en tono suave—. ¿Tiene algún hombre?
Bueno, aquella cuña había sido deslizada con la habilidad de
un experto, pensó Lali, preguntándose si la finalidad de aquella entrevista
sería pintarlas a las cuatro como mujeres que no eran capaces de conservar a un
hombre a su lado. Sonriendo levemente, tuvo que reconocer que, dadas las
circunstancias de todas ellas, la intención era bastante acertada. Pero si la
señorita Belotti buscaba un poco de polémica, ¿por qué no dársela?
—En realidad, no —contestó—. No hay muchos que den la talla.
Euge y Rochi
rompieron a reír. Cande se limitó a esbozar una sonrisa. Desde fuera del
escenario llegaron risas que se apagaron rápidamente.
Belotti se volvió hacia Rochi.
—Tengo entendido que usted es la única del grupo que está
casada, señora Igarzabal. ¿Qué opina su marido de la Lista?
—No gran cosa —admitió Rochi con regocijo—. Poco más de lo
que me gusta a mí que él se vuelva a mirar embobado unas tetas grandes.
— ¿Así que esto es una especie de ojo por ojo?
—Tiene mucho que ver con el ojo, sí —respondió Eugenia
gravemente. Menos mal que la entrevista iba a ser grabada y no en directo.
—Lo que pasa —dijo Cande— es que la mayoría de los
requisitos son cualidades que debe tener todo el mundo. El número uno era la
fidelidad, ¿recuerda? Si uno tiene una relación, ha de ser fiel. Y punto.
—He leído el artículo entero sobre la Lista, y, si son
ustedes sinceras, reconocerán que la mayor parte de la conversación que
tuvieron no trataba de la fidelidad ni de la fiabilidad. El debate más intenso
correspondió a las características físicas de un hombre.
—Nos estábamos divirtiendo —dijo Lali con calma—. Y no estamos
locas; claro que queremos hombres que nos resulten atractivos.
La señorita Belotti consultó sus notas.
—En el artículo no se las identifica por el nombre. Figuran
como A, B, C y D. ¿Cuál de ustedes es la A?
—No tenemos la intención de divulgar ese dato —dijo Lali. A
su lado, Eugenia se irguió ligeramente.
—La gente está muy interesada en saber quién dijo qué
—comentó Euge—. Yo he recibido llamadas anónimas que me han preguntado cuál de
las cuatro soy yo.
—A mí me ha ocurrido
lo mismo —terció Rochi —. Pero no vamos a decirlo. Nuestras opiniones no eran
unánimes; podía haber una que sostuviera una opinión más radical que las demás
acerca de un punto concreto. Deseamos proteger nuestra intimidad a ese
respecto.
La señorita Belotti volvió una vez más a lo personal.
— ¿Está saliendo con alguien? —le preguntó a Cande.
—De manera exclusiva, no. —Trágate eso, Victorio.
La entrevistadora miró a Eugenia.
— ¿Y usted?
—En este momento, no. —Chúpate esa, Bruck.
—De modo que la señora Igarzabal es la única que tiene una
relación. ¿Creen que eso pueda querer decir que tal vez sean ustedes demasiado
exigentes en sus condiciones?
— ¿Y por qué hemos de bajar el listón? —preguntó Lali con
ojos brillantes, y a partir de ahí la entrevista cayó en picado.
-.-.-.-.-
—Dios, me caigo de sueño —dijo Rochi con un bostezo cuando
salieron del estudio, a las seis y media. La señorita Belotti tenía en su poder
abundante material que publicar para la breve reseña que de hecho saldría en
antena. Hubo un momento en el que abandonó sus notas y discutió apasionadamente
el punto de vista feminista. Lali dudaba que ningún programa matinal de televisión
pudiera utilizar ni una fracción de lo que se había dicho, pero el personal del
estudio estaba fascinado.
Se utilizara lo que se utilizara, iba a emitirse el lunes
siguiente. Quizás entonces se apagara todo el interés. Al fin y al cabo,
¿cuánto se podía continuar hablando de la Lista? La gente tenía su propia vida
que vivir, y la Lista ya había rebasado sus quince minutos de popularidad.
—Esas llamadas telefónicas me tienen un poco preocupada
—dijo Eugenia frunciendo el ceño al mirar el cielo brillante y sin nubes—. La
gente es muy rara. Nunca sabe uno a quién está provocando.
Lali conocía a una persona a la cual esperaba provocar. Si
se emitía por antena algo de lo que había dicho ella, Peter seguramente se lo
tomaría como un reto personal. Y ciertamente, ella albergaba la esperanza de
que así lo hiciera, porque aquello era precisamente lo que había pretendido.
sin dudas cada cap se pones mas bueno noe
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