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sábado, 22 de diciembre de 2012

Capitulo 9.

¡Hola! Se acerca Navidad wuju♥ Hasta mañana, les mando besitos de amor!

Lali estuvo en tensión el resto del día, aguardando otros sucesos. Imaginaba lo nerviosa que debía de estar Rochi, porque si aquello salía a la luz y Pablo llegaba a enterarse, le amargaría la existencia a Rochi durante toda la vida. En lo que se refería al resultado final, Rochi era la que más tenía que perder. Euge estaba inmersa en una relación, pero por lo menos no estaba casada con Bruck. Lo que Cande tenía con Victorio D’Alessandro era como mucho una relación intermitente, sin compromiso.

De las cuatro, Lali era la que tendría menos dificultades si llegaban a revelarse sus identidades. No tenía relación alguna, había renunciado a los hombres, y no respondía ante nadie excepto ella misma.

Tendría que soportar las burlas, pero eso era todo. Aquel estado de ánimo le duró hasta que llegó a casa y se encontró con que Bubú, en un intento de hacerla ver lo mucho que lo disgustaba tener que vivir en una casa desconocida, había destrozado completamente los almohadones del sofá. Había pedazos de relleno esparcidos por todo el salón. Cerró los ojos y contó hasta diez, y después hasta veinte. No merecía la pena enfurecerse con el gato: probablemente no lo entendería, ni tampoco le importaría lo más mínimo.

Él era una víctima de aquellas circunstancias tanto como lo era ella. Le siseó cuando Lali trató de tocarlo. Cuando hacía eso, normalmente lo dejaba solo, pero en un arranque de conmiseración lo levantó del suelo y hundió los dedos en el pelo para masajearle los flexibles músculos del lomo.

—Pobre gatito —lo arrulló—. No sabes qué ocurre, ¿verdad?

Bubú contestó con un gruñido, pero enseguida estropeó el efecto convirtiéndolo en un grave ronroneo.

—Ya sólo tienes que aguantar cuatro semanas y cinco días. Eso hace treinta y tres días. Podrás soportarme todo ese tiempo, ¿verdad?

El gato no parecía estar muy de acuerdo, pero nada le importaba mientras ella continuase masajeándole la espalda. Lali lo llevó a la cocina, le dio de comer y después lo depositó en el suelo con un ratón peludo de juguete para que se entretuviera.

De acuerdo. El gato le estaba haciendo trizas la casa. Podía soportarlo. Su madre quedaría horrorizada por los destrozos y los pagaría, naturalmente, así que, en conjunto, Lali sólo estaba sufriendo ligeras incomodidades.

Estaba impresionada por su propia madurez.

Se sirvió un vaso de agua, y mientras estaba allí de pie junto al fregadero su vecino llegó a casa. Al ver aquel Pontiac marrón, notó que su madurez comenzaba a desaparecer por el desagüe, pero el coche estaba silencioso, de modo que era evidente que el dueño había puesto un silenciador. Si él se estaba esforzando, también lo haría ella. Mentalmente, puso el tapón en el desagüe.

Observó por la ventana cómo el vecino se apeaba del coche y abría la puerta de la cocina, que estaba enfrente de la de Lali. Llevaba unos pantalones anchos y una camisa blanca de vestir, con una corbata suelta alrededor del cuello y una chaqueta echada sobre el hombro. Tenía aspecto de cansado, y cuando se volvió para entrar en la casa, Lali vio la pistola grande y negra que llevaba en la funda del cinturón. Aquélla era la primera vez que lo veía vestido con otra cosa que no fuera ropa vieja y sucia, y se sintió un poco desorientada, como si el mundo se hubiera descentrado. Saber que era policía y verlo como policía eran dos cosas distintas. El hecho de que fuera vestido de paisano en lugar de llevar uniforme indicaba que no era agente de patrulla, sino que como mínimo tenía el rango de detective.

Seguía siendo un tipejo, pero era un tipejo con responsabilidades, de modo que quizás ella debiera ser un poco más comprensiva. No tenía forma de saber si estaba durmiendo, a no ser que llamase a la puerta para preguntárselo, lo cual era más bien contraproducente si no deseaba molestarlo mientras dormía. Se limitaría a no cortar el césped cuando él estuviera en casa, y punto. Eso no quería decir que no fuera a arrancarle una tira de aquella piel de rinoceronte cada vez que él la molestara, pues lo que era justo era justo, pero sí que intentaría llevarse bien con él. Al fin de cuentas, era probable que fueran vecinos durante años 7 años.

Dios, aquel pensamiento resultaba de lo más deprimente.

Su madurez y caridad hacia todo había durado... oh, un par de horas.

A las siete y media, se arrellanó en su enorme y cómodo sillón para ver un poco la televisión y leer un rato. A menudo hacía ambas cosas a la vez, pues suponía que si salía por la tele algo que fuera interesante de verdad, atraería su atención. Una taza de té verde humeaba lentamente a su lado, y a cada tanto se antioxidaba tomando un pequeño sorbo.

En eso, un fuerte golpe rompió la quietud del pequeño vecindario.

Lali se levantó del sillón a toda prisa, deslizó los pies en las sandalias y corrió a la puerta principal. Conocía aquel sonido, pues lo había oído cientos, miles de veces en su niñez, cuando su padre la llevaba a lugares de pruebas en los que veía cómo chocaba un coche contra otro.

Por toda la calle se encendían luces de porches; se abrían puertas por las que asomaban las cabezas de curiosos como si fueran pequeñas tortugas saliendo de su caparazón. Cinco casas más allá, iluminado por la farola de la esquina, había un amasijo de metal retorcido.

Lali se precipitó calle abajo con el corazón desbocado y el estómago encogido, haciendo acopio de fuerzas por lo que pudiera ver y tratando de recordar lo básico de los primeros auxilios.

En aquel momento ya había otras personas saliendo de sus casas, en su mayoría ancianos, las mujeres en bata y zapatillas o con ropa informal, los hombres con camisetas interiores sin mangas. Se oían varias voces de niños, excitadas y agudas, junto con las de madres que intentaban mantener a sus hijos en el redil, mientras los padres decían:

—Atrás, atrás, podría explotar.

Después de haber visto numerosas colisiones, Lali sabía que no era probable que tuviera lugar una explosión, pero siempre existía la posibilidad de un incendio. Justo antes de llegar al automóvil siniestrado, se abrió de golpe la puerta del conductor y salió de detrás del volante un hombre joven en actitud beligerante.

— ¡Qué pasa, joder! —chilló, mirando fijamente la  destrozada parte delantera de su coche. Había golpeado por detrás uno de los coches que estaban estacionados a lo largo del bordillo.

Una mujer joven llegó corriendo desde la casa situada justamente al lado, con los ojos agrandados por el horror.

— ¡Oh, Dios mío! ¡Mi coche!

El joven beligerante se dirigió hacia ella.

— ¿Este coche es tuyo, zorra? ¿Qué coño haces aparcándolo en la calle?

Estaba bebido. Los vapores alcanzaron la nariz de Lali, que dio un paso atrás. A su alrededor oyó cómo la preocupación colectiva de los vecinos se iba convirtiendo en asco.

—Que alguien vaya a buscar a Peter —oyó decir a un anciano.

—Ya voy yo.

La señora Kulavich echó a andar calle abajo, todo lo rápido que le permitían sus zapatillas de felpa.

Sí, ¿dónde estaba?, se preguntó Lali. Todos los que vivían en aquella calle se encontraban allí fuera.

La joven cuyo coche había quedado destrozado estaba llorando con las manos sobre la boca mientras contemplaba el siniestro. A su espalda había dos niños pequeños, de unos cinco y siete años, de pie en la acera con expresión desconcertada.

—Maldita zorra —rugió el borracho, dirigiéndose hacia la joven.

—Eh —intervino uno de los vecinos—. Cuidado con esa lengua.

—Que le jodan, abuelo. —Llegó hasta la mujer que lloraba y la agarró con una manaza por el hombro para obligarla a volverse.

Lali saltó hacia delante en un arrebato de ira que le inundó el pecho.

—Eh, colega —le dijo en tono duro—. Déjala en paz.

—Sí —dijo a su espalda la voz temblorosa de algún anciano.

—Que te jodan a ti también, zorra —dijo él—. Esta maldita puta me ha destrozado el coche.

—Tú te has destrozado el coche solo. Estás borracho y has chocado contra un coche que estaba aparcado.

Lali sabía que era un esfuerzo inútil; no se podía razonar con un borracho. El problema era que aquel tipo estaba precisamente lo bastante borracho para ser agresivo, pero no lo suficiente para tambalearse. Propinó un empujón a la mujer, que tropezó hacia atrás, se trabó con un tacón en la raíz que sobresalía de uno de los grandes árboles que jalonaban la calle y cayó despatarrada sobre la acera. Lanzó un grito, y sus hijos chillaron y rompieron a llorar.

Lali arremetió contra él y lo embistió por un costado. El impacto lo hizo tambalearse. Intentó recuperar el equilibrio, pero en vez de eso se desplomó sobre sus posaderas con los pies en el aire. Logró incorporarse haciendo un esfuerzo, y se lanzó contra Lali acompañándose de otro pintoresco juramento.
Ésta se apartó hacia un lado y le puso la zancadilla. Él dio un traspié, pero esa vez consiguió mantenerse erguido. Cuando se dio la vuelta, tenía la barbilla baja, metida hacia el pecho, y los ojos inyectados en sangre. Oh, mierda, esta vez sí la había hecho buena.

Lali adoptó automáticamente la postura de boxear, aprendida de Las muchas peleas con su hermano. Aquellas peleas se perdían en el pasado, y Lali supuso que estaban a punto de darle una buena somanta, pero quizá pudiera lanzar unos cuantos puñetazos bien colocados.
Oyó voces excitadas y alarmadas a su alrededor, pero le parecieron extrañamente distantes, pues estaba concentrada en seguir viva.

—Que alguien llame a la policía.

—Sadie ha ido a buscar a Peter. Él se encargará.

—Yo ya he llamado a la policía. —Aquélla era la voz de una niña.

El borracho embistió, y esta vez no hubo forma de esquivarlo. Lali se agachó ante aquella furiosa arremetida, dando patadas y puñetazos y al mismo tiempo tratando de parar los golpes que lanzaba él. Uno de sus puños la alcanzó en las costillas, y quedó aturdida por la fuerza que llevaba. Inmediatamente se vieron rodeados por los vecinos; los pocos hombres jóvenes intentaban separar al borracho de Lali, los mayores ayudaban propinándole patadas con los pies calzados con pantuflas. Lali y el borracho rodaron por el suelo, y varios ancianos que estaban cerca fueron arrastrados también y chocaron contra el montón.

3 comentarios:

  1. No lo puedes dejar ahi! Dios quiero mas!
    MUUUUUUUUY buena la nove!

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  2. Que le firme lali jaja qierro mas

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  3. Quiero mas!
    Sigo aconsejandote que pases por los distintos blogs que encuentres y recomiendes tu nove y tambien preguntes si te la pueden recomendar ;)
    ¿Cuando subes + ?

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