¡Hola! Se acerca Navidad wuju♥ Hasta mañana, les mando besitos de amor!
Lali estuvo en tensión el resto del día, aguardando otros
sucesos. Imaginaba lo nerviosa que debía de estar Rochi, porque si aquello
salía a la luz y Pablo llegaba a enterarse, le amargaría la existencia a Rochi durante
toda la vida. En lo que se refería al resultado final, Rochi era la que más
tenía que perder. Euge estaba inmersa en una relación, pero por lo menos no
estaba casada con Bruck. Lo que Cande tenía con Victorio D’Alessandro era como
mucho una relación intermitente, sin compromiso.
De las cuatro, Lali era la que tendría menos dificultades si
llegaban a revelarse sus identidades. No tenía relación alguna, había
renunciado a los hombres, y no respondía ante nadie excepto ella misma.
Tendría que soportar las burlas, pero eso era todo. Aquel
estado de ánimo le duró hasta que llegó a casa y se encontró con que Bubú, en
un intento de hacerla ver lo mucho que lo disgustaba tener que vivir en una
casa desconocida, había destrozado completamente los almohadones del sofá.
Había pedazos de relleno esparcidos por todo el salón. Cerró los ojos y contó
hasta diez, y después hasta veinte. No merecía la pena enfurecerse con el gato:
probablemente no lo entendería, ni tampoco le importaría lo más mínimo.
Él era una víctima de aquellas circunstancias tanto como lo
era ella. Le siseó cuando Lali trató de tocarlo. Cuando hacía eso, normalmente
lo dejaba solo, pero en un arranque de conmiseración lo levantó del suelo y
hundió los dedos en el pelo para masajearle los flexibles músculos del lomo.
—Pobre gatito —lo arrulló—. No sabes qué ocurre, ¿verdad?
Bubú contestó con un gruñido, pero enseguida estropeó el efecto
convirtiéndolo en un grave ronroneo.
—Ya sólo tienes que aguantar cuatro semanas y cinco días.
Eso hace treinta y tres días. Podrás soportarme todo ese tiempo, ¿verdad?
El gato no parecía estar muy de acuerdo, pero nada le importaba
mientras ella continuase masajeándole la espalda. Lali lo llevó a la cocina, le
dio de comer y después lo depositó en el suelo con un ratón peludo de juguete
para que se entretuviera.
De acuerdo. El gato le estaba haciendo trizas la casa. Podía
soportarlo. Su madre quedaría horrorizada por los destrozos y los pagaría,
naturalmente, así que, en conjunto, Lali sólo estaba sufriendo ligeras
incomodidades.
Estaba impresionada por su propia madurez.
Se sirvió un vaso de agua, y mientras estaba allí de pie
junto al fregadero su vecino llegó a casa. Al ver aquel Pontiac marrón, notó
que su madurez comenzaba a desaparecer por el desagüe, pero el coche estaba
silencioso, de modo que era evidente que el dueño había puesto un silenciador.
Si él se estaba esforzando, también lo haría ella. Mentalmente, puso el tapón
en el desagüe.
Observó por la ventana cómo el vecino se apeaba del coche y
abría la puerta de la cocina, que estaba enfrente de la de Lali. Llevaba unos
pantalones anchos y una camisa blanca de vestir, con una corbata suelta
alrededor del cuello y una chaqueta echada sobre el hombro. Tenía aspecto de
cansado, y cuando se volvió para entrar en la casa, Lali vio la pistola grande
y negra que llevaba en la funda del cinturón. Aquélla era la primera vez que lo
veía vestido con otra cosa que no fuera ropa vieja y sucia, y se sintió un poco
desorientada, como si el mundo se hubiera descentrado. Saber que era policía y
verlo como policía eran dos cosas distintas. El hecho de que fuera vestido de
paisano en lugar de llevar uniforme indicaba que no era agente de patrulla,
sino que como mínimo tenía el rango de detective.
Seguía siendo un tipejo, pero era un tipejo con
responsabilidades, de modo que quizás ella debiera ser un poco más comprensiva.
No tenía forma de saber si estaba durmiendo, a no ser que llamase a la puerta
para preguntárselo, lo cual era más bien contraproducente si no deseaba
molestarlo mientras dormía. Se limitaría a no cortar el césped cuando él
estuviera en casa, y punto. Eso no quería decir que no fuera a arrancarle una
tira de aquella piel de rinoceronte cada vez que él la molestara, pues lo que
era justo era justo, pero sí que intentaría llevarse bien con él. Al fin de
cuentas, era probable que fueran vecinos durante años 7 años.
Dios, aquel pensamiento resultaba de lo más deprimente.
Su madurez y caridad hacia todo había durado... oh, un par
de horas.
A las siete y media, se arrellanó en su enorme y cómodo
sillón para ver un poco la televisión y leer un rato. A menudo hacía ambas
cosas a la vez, pues suponía que si salía por la tele algo que fuera
interesante de verdad, atraería su atención. Una taza de té verde humeaba
lentamente a su lado, y a cada tanto se antioxidaba tomando un pequeño sorbo.
En eso, un fuerte golpe rompió la quietud del pequeño
vecindario.
Lali se levantó del sillón a toda prisa, deslizó los pies en
las sandalias y corrió a la puerta principal. Conocía aquel sonido, pues lo había
oído cientos, miles de veces en su niñez, cuando su padre la llevaba a lugares
de pruebas en los que veía cómo chocaba un coche contra otro.
Por toda la calle se encendían luces de porches; se abrían
puertas por las que asomaban las cabezas de curiosos como si fueran pequeñas
tortugas saliendo de su caparazón. Cinco casas más allá, iluminado por la
farola de la esquina, había un amasijo de metal retorcido.
Lali se precipitó calle abajo con el corazón desbocado y el
estómago encogido, haciendo acopio de fuerzas por lo que pudiera ver y tratando
de recordar lo básico de los primeros auxilios.
En aquel momento ya había otras personas saliendo de sus
casas, en su mayoría ancianos, las mujeres en bata y zapatillas o con ropa
informal, los hombres con camisetas interiores sin mangas. Se oían varias voces
de niños, excitadas y agudas, junto con las de madres que intentaban mantener a
sus hijos en el redil, mientras los padres decían:
—Atrás, atrás, podría explotar.
Después de haber visto numerosas colisiones, Lali sabía que
no era probable que tuviera lugar una explosión, pero siempre existía la
posibilidad de un incendio. Justo antes de llegar al automóvil siniestrado, se
abrió de golpe la puerta del conductor y salió de detrás del volante un hombre
joven en actitud beligerante.
— ¡Qué pasa, joder! —chilló, mirando fijamente la destrozada parte delantera de su coche. Había
golpeado por detrás uno de los coches que estaban estacionados a lo largo del
bordillo.
Una mujer joven llegó corriendo desde la casa situada
justamente al lado, con los ojos agrandados por el horror.
— ¡Oh, Dios mío! ¡Mi coche!
El joven beligerante se dirigió hacia ella.
— ¿Este coche es tuyo, zorra? ¿Qué coño haces aparcándolo en
la calle?
Estaba bebido. Los vapores alcanzaron la nariz de Lali, que
dio un paso atrás. A su alrededor oyó cómo la preocupación colectiva de los
vecinos se iba convirtiendo en asco.
—Que alguien vaya a buscar a Peter —oyó decir a un anciano.
—Ya voy yo.
La señora Kulavich echó a andar calle abajo, todo lo rápido
que le permitían sus zapatillas de felpa.
Sí, ¿dónde estaba?, se preguntó Lali. Todos los que vivían
en aquella calle se encontraban allí fuera.
La joven cuyo coche había quedado destrozado estaba llorando
con las manos sobre la boca mientras contemplaba el siniestro. A su espalda
había dos niños pequeños, de unos cinco y siete años, de pie en la acera con
expresión desconcertada.
—Maldita zorra —rugió el borracho, dirigiéndose hacia la
joven.
—Eh —intervino uno de los vecinos—. Cuidado con esa lengua.
—Que le jodan, abuelo. —Llegó hasta la mujer que lloraba y
la agarró con una manaza por el hombro para obligarla a volverse.
Lali saltó hacia delante en un arrebato de ira que le inundó
el pecho.
—Eh, colega —le dijo en tono duro—. Déjala en paz.
—Sí —dijo a su espalda la voz temblorosa de algún anciano.
—Que te jodan a ti también, zorra —dijo él—. Esta maldita
puta me ha destrozado el coche.
—Tú te has destrozado el coche solo. Estás borracho y has
chocado contra un coche que estaba aparcado.
Lali sabía que era un esfuerzo inútil; no se podía razonar
con un borracho. El problema era que aquel tipo estaba precisamente lo bastante
borracho para ser agresivo, pero no lo suficiente para tambalearse. Propinó un
empujón a la mujer, que tropezó hacia atrás, se trabó con un tacón en la raíz
que sobresalía de uno de los grandes árboles que jalonaban la calle y cayó
despatarrada sobre la acera. Lanzó un grito, y sus hijos chillaron y rompieron
a llorar.
Lali arremetió contra él y lo embistió por un costado. El
impacto lo hizo tambalearse. Intentó recuperar el equilibrio, pero en vez de
eso se desplomó sobre sus posaderas con los pies en el aire. Logró incorporarse
haciendo un esfuerzo, y se lanzó contra Lali acompañándose de otro pintoresco
juramento.
Ésta se apartó hacia un lado y le puso la zancadilla. Él dio
un traspié, pero esa vez consiguió mantenerse erguido. Cuando se dio la vuelta,
tenía la barbilla baja, metida hacia el pecho, y los ojos inyectados en sangre.
Oh, mierda, esta vez sí la había hecho buena.
Lali adoptó automáticamente la postura de boxear, aprendida
de Las muchas peleas con su hermano. Aquellas peleas se perdían en el pasado, y
Lali supuso que estaban a punto de darle una buena somanta, pero quizá pudiera
lanzar unos cuantos puñetazos bien colocados.
Oyó voces excitadas y alarmadas a su alrededor, pero le
parecieron extrañamente distantes, pues estaba concentrada en seguir viva.
—Que alguien llame a la policía.
—Sadie ha ido a buscar a Peter. Él se encargará.
—Yo ya he llamado a la policía. —Aquélla era la voz de una
niña.
El borracho embistió, y esta vez no hubo forma de
esquivarlo. Lali se agachó ante aquella furiosa arremetida, dando patadas y
puñetazos y al mismo tiempo tratando de parar los golpes que lanzaba él. Uno de
sus puños la alcanzó en las costillas, y quedó aturdida por la fuerza que
llevaba. Inmediatamente se vieron rodeados por los vecinos; los pocos hombres
jóvenes intentaban separar al borracho de Lali, los mayores ayudaban
propinándole patadas con los pies calzados con pantuflas. Lali y el borracho
rodaron por el suelo, y varios ancianos que estaban cerca fueron arrastrados
también y chocaron contra el montón.
No lo puedes dejar ahi! Dios quiero mas!
ResponderEliminarMUUUUUUUUY buena la nove!
Que le firme lali jaja qierro mas
ResponderEliminarQuiero mas!
ResponderEliminarSigo aconsejandote que pases por los distintos blogs que encuentres y recomiendes tu nove y tambien preguntes si te la pueden recomendar ;)
¿Cuando subes + ?