Espero que les este gustando la novela, mas adelante se vienen cosas que no se pueden perder por nada del mundo!
Les mando besitos de amor!
— ¡Qué me
dices! —Todas parecían incrédulas, pero es que la descripción que Lali les
había hecho del individuo, ojos enrojecidos, barba desaliñada y ropa sucia, no
sonaba muy propia de un policía.
—Supongo que
los polis pueden ser tan borrachos como cualquiera —dijo Rochi un tanto dubitativa—. Más que cualquiera,
diría yo.
Lali frunció
el entrecejo recordando el encuentro de aquella mañana.
—Ahora que
lo pienso, no olía a nada. Tenía todo el aspecto de llevar tres días borracho,
pero no olía a alcohol. Mierda, no quiero pensar que pueda tener ese mal humor
cuando ni siquiera está con resaca.
—A pagar
—dijo Euge.
—¡Maldita
sea! —exclamó Lali exasperada consigo misma. Había hecho el trato con ellas de
que pagaría a cada una un cuarto de dólar cada vez que soltara una grosería, en
la suposición de que eso le proporcionaría un incentivo para dejar de hablar
mal.
—A pagar
otra vez —rió Rochi extendiendo la mano.
Gruñendo,
pero teniendo cuidado de no maldecir, Lali extrajo cincuenta centavos para cada
una de sus amigas. Últimamente se aseguraba de llevar abundante cambio encima.
—Por lo
menos no es más que un vecino —dijo Cande en tono consolador—. Puedes evitarlo.
—Hasta el
momento no se me está dando demasiado bien —reconoció Lali, mirando la mesa con
el ceño fruncido. Entonces se irguió, decidida a no seguir permitiendo que
aquel tipejo dominase su vida y sus pensamientos como los había dominado
durante las dos últimas semanas—. Ya basta de hablar de él. ¿Tenéis algo
interesante que contar, chicas?
Cande se
mordió el labio y una sombra de aflicción cruzó su semblante.
—Anoche
llamé a Victorio, y contestó una mujer.
—Oh, mierda.
—Eugenia se inclinó por encima de la mesa para acariciarle la mano a Cande, y
Lali experimentó un fugaz sentimiento de envidia por la libertad verbal de su
amiga.
El camarero
escogió aquel momento para distribuir unos menús que no necesitaban porque se sabían
de memoria todo lo que había. Hicieron los correspondientes pedidos, él recogió
los menús sin abrir, y cuando se alejó todas se acercaron más a la mesa.
— ¿Qué vas a
hacer? —preguntó Lali. Era una experta en romper relaciones, así como en ser abandonada.
Su segundo prometido, el muy cabrón, había esperado hasta la noche anterior a
la boda, la noche del ensayo, para decirle que no podía continuar adelante. A Lali
le costó cierto tiempo superar aquello..., y no estaba dispuesta a pagar dinero
por groserias que había pensado pero no
había llegado a pronunciar en voz alta. De todos modos, ¿acaso la palabra «cabrón»
era un groseria? ¿Existía alguna lista oficial que ella pudiera consultar?
Cande se
encogió de hombros. Estaba a punto de echarse a llorar y procuraba parecer
indiferente.
—No estamos
prometidos, ni siquiera nos vemos de manera exclusiva. No tengo ningún derecho
de quejarme.
—No, pero
puedes protegerte y dejar de verlo —replicó Rochi con suavidad—. ¿Merece la
pena sufrir así por él?
Euge lanzó
un resoplido.
—Ningún
hombre lo merece.
—Amén —dijo
Lali, pensando todavía en sus tres compromisos rotos.
Cande
pellizcó nerviosamente su servilleta con sus dedos largos y esbeltos.
—Pero cuando
estamos juntos, él... actúa como si le importara de verdad. Es dulce y
cariñoso, y muy considerado...
—Todos lo
son, hasta que consiguen lo que quieren. —Euge apagó su tercer cigarrillo—.
Hablo por experiencia personal, como puedes comprender. Diviértete con él, pero
no esperes que cambie.
—Ésa es la
verdad —dijo Rochi con tristeza—. Nunca cambian. Es posible que finjan durante
un tiempo, pero cuando calculan que ya te tienen enganchada y bien atada, se
relajan y sale de nuevo la cara del señor Hyde.
Lali rió.
—Eso parece
que lo hubiera dicho yo.
—Pero sin incluir
palabrotas —señaló Eugenia.
Rochi hizo
un gesto con la mano como para desechar aquellas bromas. Cande lucía una
expresión aún más desgraciada que antes.
— ¿De modo
que debería aguantar formar parte del rebaño, o bien dejar de verlo?
—Pues... sí.
— ¡Pero no
debería ser así! Si yo le importo, ¿cómo pueden interesarle todas esas otras
mujeres?
—Oh, es
fácil —repuso Lali—. La serpiente de un solo ojo carece de gusto.
—Cariño
—dijo Eugenia dando a su voz de fumadora el tono más amable que pudo—, si estás
buscando al hombre perfecto, vas a pasarte la vida entera desilusionada, porque
no existe. Tienes que conseguir lo mejor que puedas, pero siempre habrá
problemas.
—Ya sé que
no es perfecto, pero...
—Pero tú quieres
que lo sea —terminó Rochi.
Lali sacudió
la cabeza en un gesto negativo.
—Eso no va a
suceder —anunció—. El hombre perfecto es pura ciencia ficción. Claro que
nosotras tampoco somos perfectas —añadió—, pero la mayoría de las mujeres por
lo menos lo intentan. A mí simplemente no me han funcionado las relaciones.
—Calló durante unos instantes y luego dijo en tono desconsolado—: Aunque no me
importaría tener un esclavo sexual.
Las otras
tres estallaron en risas, incluso Cande.
—A mí tampoco
me importaría —dijo Eugenia—. ¿Dónde podría conseguir uno?
—Prueba en
Esclavos Sexuales, S.A. —sugirió Rochi, y todas volvieron a reír.
—Seguro que existe
una página web —dijo Cande.
—Pues claro
que existe. —Lali mostraba un semblante totalmente inexpresivo—. La tengo
incluida en mi lista de Favoritos: www.esclavossexuales.com.
—No tiene más
que indicar sus requisitos y podrá alquilar al hombre perfecto por horas o por
días. —Rochi agitó su vaso de cerveza dejándose llevar por el entusiasmo.
—¿Un día?
Seamos realistas. —Lali lanzó un silbido—. Una hora es pedir un milagro.
—Además, el
hombre perfecto no existe, ¿no os acordáis? —dijo Euge.
—Uno de
verdad, no; pero un esclavo sexual tendría que fingir ser exactamente lo que
una desee, ¿no?
Euge no iba
a ninguna parte sin su maletín de cuero. Lo abrió y extrajo de él un cuaderno y
un bolígrafo que dejó de golpe sobre la mesa.
—Con toda
seguridad, sí. Veamos, ¿cómo sería el hombre perfecto?
Obviamente quiero mas Valeria!
ResponderEliminarOtro! Otro!
mas me encanto jaja como lo describiran??
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