Aclaracion: Corin es el chico que salio en el prologo, si se perdieron lean el prologo para haber si entienden como va esta adaptacion(:
Twitter: @LlaveDeCristal
Era como tener la espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza,
pensó Lali con el ánimo deprimido la mañana siguiente. Aún no había caído, pero
sabía que caería. El «cuándo» dependía del tiempo que úrdase Dawna en revelar
que había recibido aquella lista de Eugenia. Una vez que se conociera la identidad
de Eugenia, bien podían empezar todas a llevar un cartel que dijera: «Soy
culpable».
La pobre Rochi estaba enferma de preocupación, y si Lali
estuviera casada con Pablo Martinez, lo más probable era que también ella
estuviera enferma de preocupación. ¿Cómo era posible que lo que había sido una
broma inocente entre cuatro amigas se hubiera convertido en algo que podía
incluso romper un matrimonio?
Una vez más, no durmió bien. Había tomado más aspirinas para
sus músculos doloridos, se había dado un baño caliente, y para cuando se fue a
la cama se sentía ya mucho más cómoda. El hecho de preocuparse por aquel
maldito artículo la mantuvo despierta ya pasada la hora habitual de acostarse, y
despertó poco antes de amanecer. Tenía auténtico pánico de comprar el periódico
ese día, y en cuanto a ir a trabajar... antes prefería luchar con otro
borracho.
Se tomó un café y contempló cómo iba clareando el cielo. Era
evidente que Bubú la había perdonado por despertarlo de nuevo, porque se sentó
a su lado a lamerse las patas y ronroneaba cada vez que ella lo rascaba detrás
de las orejas con gesto distraído.
Lo que sucedió a continuación no fue culpa suya.
Lali estaba de pie junto al fregadero, lavando la taza que
había usado, cuando se encendió la luz de la cocina de la casa de enfrente y
entró Peter en su campo visual.
Lali dejó de respirar. Los pulmones se le encogieron, y dejó
de respirar.
—Santo cielo bendito —murmuró, y entonces consiguió inhalar
aire.
Estaba viendo una porción mayor de Peter de la que había
esperado ver nunca; en realidad, lo estaba viendo todo. Peter estaba de pie
enfrente del frigorífico, completamente desnudo. Apenas tuvo tiempo de admirar
sus posaderas antes de que él sacara una botella de zumo de naranja,
desenroscase el tapón y se lo llevara a la boca al tiempo que daba media
vuelta.
Lali olvidó las posaderas. Resultaba más impresionante
viniendo que yendo, y eso ya era decir algo, porque tenía un culito de lo más
mono. Aquel hombre estaba soberbiamente dotado.
—Dios mío, Bubú —dijo con una exclamación ahogada—. ¡Fíjate!
Lo cierto era que Peter estaba buenísimo por todas partes.
Era alto, de cintura delgada y musculatura fuerte. Lali clavó la mirada un poco
más arriba y vio que poseía un pecho atractivo y velloso. Ya sabía que era
guapo de cara, si bien la tenía un tanto magullada. Ojos verdes y sexy, dientes
blancos y una risa agradable. Y soberbiamente dotado.
Se llevó una mano al pecho. El corazón estaba haciendo algo
más que latir con fuerza; estaba intentando abrirse paso a golpes a través del
esternón. A aquella excitación se unieron también otras partes de su cuerpo. En
un instante de locura, pensó en correr hacia su casa y servirle de colchón.
Ajeno al tumulto que tenía lugar en el interior de Lali,
además de la impresionante vista que se le ofrecía al otro lado de la ventana,
Bubú continuaba lamiéndose las patas. Resultaba obvio que sus prioridades eran
una auténtica diversión. Lali se agarró del fregadero para no desmoronarse y
terminar en el suelo. Menos mal que había renunciado a los hombres, porque de
lo contrario tal vez hubiera cruzado a la carrera los dos caminos de entrada y
se hubiera presentado directamente en la puerta de la cocina del vecino. Pero
con hombres o sin ellos, todavía apreciaba el arte, y su vecino era una obra de
arte, una mezcla entre la clásica estatua griega y una estrella del porno.
No le apetecía en absoluto hacerlo, pero tenía que decirle
que cerrase las cortinas; era lo propio por parte de una vecina, ¿no?
Ciegamente, sin querer perderse ni un momento del espectáculo, fue a coger el teléfono,
pero se detuvo. No sólo no sabía su número, sino que ni siquiera sabía cómo se
apellidaba.
Menuda vecina era; llevaba dos semanas y media viviendo allí
y todavía no se había presentado, aunque si él era buen policía habría
averiguado el nombre de ella. Por supuesto, él tampoco había corrido a presentarse.
Si no fuera por la señora Kulavich, Lali ni sabría que su nombre de pila era
Peter. Pero aquello no la amilanó. Había anotado el número de teléfono de la
señora Kulavich, y logró despegar la mirada del espectáculo que tenía delante
durante el tiempo suficiente para leerlo.
Marcó el número, preocupada aunque ya era tarde, de que tal
vez no se hubieran levantado aún de la cama.
La señora Kulavich respondió al primer timbrazo.
— ¡Diga! —contestó con un entusiasmo tal, que Lali supo que
no la había despertado.
—Hola, señora Kulavich, soy Lali Esposito, su vecina de al
lado. ¿Qué tal está? —Había que obedecer las normas de cortesía, y con las
generaciones más mayores eso podía llevar algún tiempo. Albergaba la esperanza
de tardar unos diez o quince minutos. Observó cómo Sam apuraba el zumo de
naranja y arrojaba el recipiente vacío.
— ¡Oh, Lali! ¡Cuánto me alegro de hablar con usted! —dijo la
señora Kulavich como si ella hubiera estado de viaje fuera del país, o algo
así. Evidentemente, la señora Kulavich era una de esas personas que hablan con
signos de exclamación cuando están al teléfono—. ¡Estamos bien, muy bien! ¿Y
usted?
—Bien —respondió Lali de modo automático, sin perderse un
minuto de la acción. Ahora Peter estaba sacando la leche. ¡Dios santo! ¡No iría
a mezclar leche con zumo de naranja! Abrió el envase y lo olisqueó. Sus bíceps
se contrajeron al levantar el brazo—. Dios de los cielos —susurró Lali. Quedó
claro que la leche no había superado la inspección, porque Peter echó la cabeza
hacia atrás y dejó el cartón a un lado.
— ¿Cómo ha dicho? —dijo la señora Kulavich.
—Er... He dicho bien, sólo bien. —Lali apartó la atención
del derrotero caprichoso que llevaba—. Señora Kulavich, ¿cómo se apellida Peter?
Necesito llamarlo para una cosa. —Menudo eufemismo.
—Lanzani, querida. Peter Lanzani. Pero yo tengo su número.
Es el mismo que tenían sus abuelos. De lo cual me alegro, porque así lo
recuerdo sin esfuerzo. Resulta más fácil hacerse viejo que hacerse sabio, ya
sabe. —Se rió de su propio ingenio.
Lali rió también, aunque no supo de qué. Buscó a tientas un
lápiz. La señora Kulavich le recitó despacio el número y Lali lo anotó, lo cual
no era nada fácil de hacer sin mirar lo que estaba escribiendo.
Tenía los músculos del cuello agarrotados en la posición
vertical, así que no le quedaba más remedio que mirar hacia la cocina de la
casa de al lado.
Dio las gracias a la señora Kulavich y se despidió, y a
continuación respiró hondo. Tenía que hacerlo.
Por mucho daño que le causara, por mucho que la privara de
algo importante, tenía que llamar a Peter.
Aspiró otra bocanada de aire y marcó
su número. Vio que él cruzaba la cocina y tomaba un teléfono inalámbrico.
Estaba de pie, de perfil respecto a ella. Madre mía.
Se le llenó la boca de saliva. Aquel maldito hombre la tenía
babeando.
Muy buena nove me encanta publica más att: estefania
ResponderEliminarjajaja me encanto el cap! masss! queremos laliterrr :)
ResponderEliminarjajajaj esta muuuy buenooo este cap!!
ResponderEliminarespero otrooo! cuando falta para laliter??
saludoos gabi
El otrooooo!!! Esta buenisimo!!!
ResponderEliminarmmmmmmmmasssssssssss me encanto
ResponderEliminarbuenisimo este cap me encanto :) sube pronto me encanta tu nove! besos
ResponderEliminarATT:alex