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sábado, 29 de diciembre de 2012

Capitulo 13.

¡Buenas Tardes! Ya falta poquito para que se acabe el año, Dios, ¡se me paso demaciado rapido! Ahora les dejo otro capitulo que es uno de mis preferidos jajaja, Nos vemos mañana si Dios quiere. ¡Les mando besitos de amor! 
Aclaracion: Corin es el chico que salio en el prologo, si se perdieron lean el prologo para haber si entienden como va esta adaptacion(:
Twitter: @LlaveDeCristal

Era como tener la espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza, pensó Lali con el ánimo deprimido la mañana siguiente. Aún no había caído, pero sabía que caería. El «cuándo» dependía del tiempo que úrdase Dawna en revelar que había recibido aquella lista de Eugenia. Una vez que se conociera la identidad de Eugenia, bien podían empezar todas a llevar un cartel que dijera: «Soy culpable».

La pobre Rochi estaba enferma de preocupación, y si Lali estuviera casada con Pablo Martinez, lo más probable era que también ella estuviera enferma de preocupación. ¿Cómo era posible que lo que había sido una broma inocente entre cuatro amigas se hubiera convertido en algo que podía incluso romper un matrimonio?

Una vez más, no durmió bien. Había tomado más aspirinas para sus músculos doloridos, se había dado un baño caliente, y para cuando se fue a la cama se sentía ya mucho más cómoda. El hecho de preocuparse por aquel maldito artículo la mantuvo despierta ya pasada la hora habitual de acostarse, y despertó poco antes de amanecer. Tenía auténtico pánico de comprar el periódico ese día, y en cuanto a ir a trabajar... antes prefería luchar con otro borracho.

Se tomó un café y contempló cómo iba clareando el cielo. Era evidente que Bubú la había perdonado por despertarlo de nuevo, porque se sentó a su lado a lamerse las patas y ronroneaba cada vez que ella lo rascaba detrás de las orejas con gesto distraído.

Lo que sucedió a continuación no fue culpa suya.

Lali estaba de pie junto al fregadero, lavando la taza que había usado, cuando se encendió la luz de la cocina de la casa de enfrente y entró Peter en su campo visual.

Lali dejó de respirar. Los pulmones se le encogieron, y dejó de respirar.                                                                 

—Santo cielo bendito —murmuró, y entonces consiguió inhalar aire.

Estaba viendo una porción mayor de Peter de la que había esperado ver nunca; en realidad, lo estaba viendo todo. Peter estaba de pie enfrente del frigorífico, completamente desnudo. Apenas tuvo tiempo de admirar sus posaderas antes de que él sacara una botella de zumo de naranja, desenroscase el tapón y se lo llevara a la boca al tiempo que daba media vuelta.

Lali olvidó las posaderas. Resultaba más impresionante viniendo que yendo, y eso ya era decir algo, porque tenía un culito de lo más mono. Aquel hombre estaba soberbiamente dotado.

—Dios mío, Bubú —dijo con una exclamación ahogada—. ¡Fíjate!

Lo cierto era que Peter estaba buenísimo por todas partes. Era alto, de cintura delgada y musculatura fuerte. Lali clavó la mirada un poco más arriba y vio que poseía un pecho atractivo y velloso. Ya sabía que era guapo de cara, si bien la tenía un tanto magullada. Ojos verdes y sexy, dientes blancos y una risa agradable. Y soberbiamente dotado.

Se llevó una mano al pecho. El corazón estaba haciendo algo más que latir con fuerza; estaba intentando abrirse paso a golpes a través del esternón. A aquella excitación se unieron también otras partes de su cuerpo. En un instante de locura, pensó en correr hacia su casa y servirle de colchón.

Ajeno al tumulto que tenía lugar en el interior de Lali, además de la impresionante vista que se le ofrecía al otro lado de la ventana, Bubú continuaba lamiéndose las patas. Resultaba obvio que sus prioridades eran una auténtica diversión. Lali se agarró del fregadero para no desmoronarse y terminar en el suelo. Menos mal que había renunciado a los hombres, porque de lo contrario tal vez hubiera cruzado a la carrera los dos caminos de entrada y se hubiera presentado directamente en la puerta de la cocina del vecino. Pero con hombres o sin ellos, todavía apreciaba el arte, y su vecino era una obra de arte, una mezcla entre la clásica estatua griega y una estrella del porno.

No le apetecía en absoluto hacerlo, pero tenía que decirle que cerrase las cortinas; era lo propio por parte de una vecina, ¿no? Ciegamente, sin querer perderse ni un momento del espectáculo, fue a coger el teléfono, 
pero se detuvo. No sólo no sabía su número, sino que ni siquiera sabía cómo se apellidaba.

Menuda vecina era; llevaba dos semanas y media viviendo allí y todavía no se había presentado, aunque si él era buen policía habría averiguado el nombre de ella. Por supuesto, él tampoco había corrido a presentarse. 

Si no fuera por la señora Kulavich, Lali ni sabría que su nombre de pila era Peter. Pero aquello no la amilanó. Había anotado el número de teléfono de la señora Kulavich, y logró despegar la mirada del espectáculo que tenía delante durante el tiempo suficiente para leerlo.

Marcó el número, preocupada aunque ya era tarde, de que tal vez no se hubieran levantado aún de la cama.
La señora Kulavich respondió al primer timbrazo.

— ¡Diga! —contestó con un entusiasmo tal, que Lali supo que no la había despertado.

—Hola, señora Kulavich, soy Lali Esposito, su vecina de al lado. ¿Qué tal está? —Había que obedecer las normas de cortesía, y con las generaciones más mayores eso podía llevar algún tiempo. Albergaba la esperanza de tardar unos diez o quince minutos. Observó cómo Sam apuraba el zumo de naranja y arrojaba el recipiente vacío.

— ¡Oh, Lali! ¡Cuánto me alegro de hablar con usted! —dijo la señora Kulavich como si ella hubiera estado de viaje fuera del país, o algo así. Evidentemente, la señora Kulavich era una de esas personas que hablan con signos de exclamación cuando están al teléfono—. ¡Estamos bien, muy bien! ¿Y usted?

—Bien —respondió Lali de modo automático, sin perderse un minuto de la acción. Ahora Peter estaba sacando la leche. ¡Dios santo! ¡No iría a mezclar leche con zumo de naranja! Abrió el envase y lo olisqueó. Sus bíceps se contrajeron al levantar el brazo—. Dios de los cielos —susurró Lali. Quedó claro que la leche no había superado la inspección, porque Peter echó la cabeza hacia atrás y dejó el cartón a un lado.

— ¿Cómo ha dicho? —dijo la señora Kulavich.

—Er... He dicho bien, sólo bien. —Lali apartó la atención del derrotero caprichoso que llevaba—. Señora Kulavich, ¿cómo se apellida Peter? Necesito llamarlo para una cosa. —Menudo eufemismo.

—Lanzani, querida. Peter Lanzani. Pero yo tengo su número. Es el mismo que tenían sus abuelos. De lo cual me alegro, porque así lo recuerdo sin esfuerzo. Resulta más fácil hacerse viejo que hacerse sabio, ya sabe. —Se rió de su propio ingenio.

Lali rió también, aunque no supo de qué. Buscó a tientas un lápiz. La señora Kulavich le recitó despacio el número y Lali lo anotó, lo cual no era nada fácil de hacer sin mirar lo que estaba escribiendo.

Tenía los músculos del cuello agarrotados en la posición vertical, así que no le quedaba más remedio que mirar hacia la cocina de la casa de al lado.

Dio las gracias a la señora Kulavich y se despidió, y a continuación respiró hondo. Tenía que hacerlo.
Por mucho daño que le causara, por mucho que la privara de algo importante, tenía que llamar a Peter. 

Aspiró otra bocanada de aire y marcó su número. Vio que él cruzaba la cocina y tomaba un teléfono inalámbrico. Estaba de pie, de perfil respecto a ella. Madre mía.

Se le llenó la boca de saliva. Aquel maldito hombre la tenía babeando.

6 comentarios:

  1. Muy buena nove me encanta publica más att: estefania

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  2. jajaja me encanto el cap! masss! queremos laliterrr :)

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  3. jajajaj esta muuuy buenooo este cap!!
    espero otrooo! cuando falta para laliter??
    saludoos gabi

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  4. mmmmmmmmasssssssssss me encanto

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  5. buenisimo este cap me encanto :) sube pronto me encanta tu nove! besos
    ATT:alex

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