¡Hola! Antes que nada quiero agradecer a Juli♥ por recomendarme ayer, ¡Gracias linda!
¡Bienvenida a las nuevas lectoras! Espero que les guste la adaptacion, bueno es todo por hoy, nos vemos mañanas. Les mando besitos de amor!
—Tendría que
lavar los platos la mitad de las veces sin que nadie le pidiera que lo hiciera
—dijo Rochi poniendo una mano encima de
la mesa y atrayendo miradas de curiosidad.
Cuando todas
lograron dejar de reír el tiempo suficiente para hablar con coherencia, Euge se puso a garabatear en el cuaderno.
—Muy bien,
número uno: lavar los platos.
—No, oye,
lavar los platos no puede ser la primera condición —protestó Lali—. Antes que
eso tenemos otras cosas más importantes.
—Ya —dijo
Cande—. Hablando en serio, ¿cómo creemos que debería ser un hombre perfecto? Yo
nunca lo he pensado de esa forma. Tal vez me resultara más fácil si tuviera
claro lo que me gusta de un hombre.
Todas
hicieron una pausa.
— ¿El hombre
perfecto? ¿En serio? —Lali arrugó la nariz.
—En serio.
—Esto va a
requerir pensar un poco —declaró Euge.
—Para mí, no
—dijo Rochi al tiempo que la risa desapareció de su rostro—. Lo más importante
es que quiera en la vida lo mismo que quieres tú.
Todas se
sumieron en un pozo de silencio. La atención que habían suscitado sus risas en
las mesas de alrededor se desplazó hacia otros blancos más prometedores.
—Que quiera
en la vida lo mismo que tú —repitió Eugenia al tiempo que lo escribía—. ¿Ésta
es la primera condición? ¿Estamos todas de acuerdo?
—Esa condición
es importante —dijo Lali—. Pero no estoy segura de que sea la primera.
—Entonces,
¿cuál es la primera para ti?
—La
fidelidad. —Pensó en su segundo prometido, el muy cabrón—. La vida es demasiado
corta para malgastarla con una persona de la que no te puedes fiar. Una debería
poder confiar en que el hombre al que ama no va a mentirle ni engañarla. Si se
tiene eso como base, se puede trabajar en lo demás.
—Para mí, eso es lo primero —dijo
Cande en voz baja.
Rochi
reflexionó un momento.
—De acuerdo
—dijo por fin—. Si Pablo no fuera fiel, yo no querría tener un hijo con él.
—Yo lo
suscribo —dijo Eugenia—. No soporto a un tipo que juega con dos barajas. Número
uno: que sea fiel. Que no mienta ni engañe.
Todas
asintieron.
— ¿Qué más?
—Permaneció con el bolígrafo apoyado en el cuaderno.
—Ha de ser
agradable —sugirió Rochi.
— ¿Agradable?
—dijo Euge incrédula.
—Sí,
agradable. ¿Quién desea pasar toda la vida con un tipo antipático?
— ¿O ser
vecina suya? —musitó Lali, y asintió para indicar que estaba de acuerdo—. Me
parece bien. No suena muy emocionante, pero pensad en ello. Yo creo que el hombre
perfecto debe ser amable con los niños y con los animales, ayudar a las
viejecitas a cruzar la calle, no insultarte cuando tu opinión sea diferente de
la suya. Ser agradable es tan importante que bien podría ser la condición
número uno.
Cande afirmó
con la cabeza.
—Muy bien
—dijo Euge—. Demonios, hasta me habéis convencido. Yo creo que no he conocido nunca
a un tipo agradable. Número dos: agradable. —Lo anotó—. ¿Número tres? Aquí
tengo mi propia idea al respecto. Quiero un hombre que sea de fiar. Si dice que va a hacer algo, que lo haga. Si
tiene que reunirse conmigo a las siete en un determinado lugar, ha de estar
allí a las siete, no llegar tranquilamente a las nueve y media o incluso no
presentarse. ¿Estamos todas de acuerdo en esto?
Las cuatro
levantaron la mano en un voto afirmativo, y la condición «de fiar» pasó a
ocupar la casilla número tres.
— ¿Número
cuatro?
—Lo evidente
—dijo Lali—. Un trabajo estable.
Eugenia hizo
una mueca de disgusto.
—Ay. Ésa ha
tocado una fibra sensible. —En aquel momento Bruck estaba sentado sin hacer
nada, en lugar de trabajar.
—Un trabajo
estable está incluido en lo de ser de fiar —señaló Rochi—. Y estoy de acuerdo,
es importante. Mantener un empleo estable es señal de madurez y de sentido de
la responsabilidad.
—Un trabajo
estable —dijo Euge al tiempo que escribía.
—Debe tener
sentido del humor —dijo Cande.
— ¿Algo más
que reírse con Cantinflas? —preguntó Lali. Todas estallaron en risitas.
— ¿Qué
tienen que ver los hombres con eso? —preguntó Rochi poniendo los ojos en
blanco—. ¡Y bromas respecto de funciones corporales! Pon eso en primer lugar,
Euge, ¡nada de bromas en el cuarto de baño!
—Número cinco:
sentido del humor —rió Euge, escribiendo—. Para ser honrada, no creo que
podamos decir qué tipo de humor debe tener.
—Claro que
podemos —corrigió Lali—. Va a ser nuestro esclavo sexual, ¿no te acuerdas?
—Número
seis. —Eugenia las llamó al orden dando unos golpecitos con el bolígrafo contra
el borde de su vaso—. Volvamos al trabajo, señoras. ¿Cuál es la condición
número seis?
Todas se
miraron entre sí y se alzaron de hombros.
—El dinero
no está mal —sugirió por fin Rochi—. No es una condición imprescindible en la
vida real, pero esto es una fantasía, ¿no es así? El hombre perfecto debe tener
dinero.
— ¿Tiene que
ser asquerosamente rico o simplemente gozar de holgura económica?
Aquello
requirió pensar un poco más.
—A mí,
particularmente, me gusta que sea asquerosamente rico —dijo Eugenia.
—Pero si
fuera tan rico, querría ser él quien mandara en todo. Estaría acostumbrado a
ello.
—Eso no va a
suceder de ninguna manera. De acuerdo, que tenga dinero está bien, pero no demasiado
dinero. Holgado. El hombre perfecto debe tener holgura económica.
Cuatro manos
se alzaron en el aire, y la palabra «dinero» quedó escrita en la casilla número
seis.
—Como esto
es una fantasía —dijo Lali—, debe ser guapo. No un adonis de caerse muerta,
porque eso podría suponer un problema. Cande es la única de nosotras que es lo
bastante guapa para mantener el tipo al lado de un hombre atractivo.
—No se me
está dando muy bien, creo yo —repuso Cande con una pizca de amargura—. Pero sí,
para que el hombre perfecto sea perfecto de verdad, tiene que dar gusto
mirarlo.
—Muy bien,
pues la condición número siete es: que dé gusto mirarlo. —Cuando hubo terminado
de escribir, Eugenia levantó la vista sonriente—. Voy a ser yo la que diga lo
que todas estamos pensando. Ha de ser estupendo en la cama. No basta con que
sea bueno; tiene que ser estupendo. Ha de ser capaz de ponerme el vello de
punta y volverme loca. Debe tener la resistencia de un purasangre de carreras y
el entusiasmo de un muchacho de dieciséis años.
Todas reían
a carcajadas cuando el camarero dejó los platos sobre la mesa.
— ¿Qué es lo
que tiene tanta gracia? —quiso saber.
—No lo entenderías
—consiguió decir Rochi.
—Ya entiendo
—dijo con un gesto significativo—. Estáis hablando de hombres.
—Pues no,
estamos hablando de ciencia ficción —replicó Lali, con lo cual provocó nuevas carcajadas.
La gente de las demás mesas volvió a mirarlas con curiosidad, intentando
averiguar qué podía ser tan gracioso.
El camarero
se fue. Eugenia se inclinó sobre la mesa.
—Y antes de
que se me olvide, ¡quiero que mi hombre perfecto tenga unas medidas de
veinticinco centímetros!
— ¡Dios
santo! —Rochi fingió desmayarse y se abanicó con la mano—. ¡Qué no podría hacer
yo con veinticinco centímetros! O más bien, ¡lo que podría hacer yo con
veinticinco centímetros!
Lali estaba
riendo tan fuerte que tenía que apretarse los costados. Le costó mucho mantener
bajo el tono de voz, y dijo entre risas:
— ¡Vamos!
Cualquier cosa que esté por encima de los veinte centímetros es puramente de
exhibición. Existe, pero no se puede usar. Es posible que esté bien para verlo
en un vestuario, pero afrontémoslo: esos cinco centímetros de más son sobras.
— ¡Sobras! —exclamó
Cande apretándose el estómago y partiéndose de risa—. ¡Dice que son sobras!
—Oh, Dios
mío. —Eugenia se secó los ojos al tiempo que escribía rápidamente—. Esto
marcha. ¿Qué más debe tener nuestro hombre perfecto?
Rochi agitó
la mano débilmente.
—A mí
—sugirió entre risitas—. Puede tenerme a mí.
—Si no te
ponemos la zancadilla nosotras para que no lo alcances —dijo Lali, y levantó su
vaso.
Las otras
tres levantaron el suyo, y entrechocaron los cristales con un alegre sonido—.
¡Por el hombre perfecto, dondequiera que se encuentre!
Me ENCANTA :) Muy buena! :) Espero mas!
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